Esta semana debutó el nuevo esquema de las bandas de intervención cambiaria y el operativo para sacar circulante diseñado por las nuevas autoridades del Banco Central y, además, con el compromiso de que la base monetaria no crezca hasta junio de 2019.
Visto así, parece una tarea simple de explicar, y supone absorber liquidez para evitar que los pesos excedentes se vayan a dólares, y para eso el instrumento son unas letras de corto plazo, las Leliq, que se emiten a siete días. Para que sean atractivas, las letras pagan tasas de hasta 70% anual, lo que, desde ya, no es solo una locura sino que parece el fermento del fracaso del sistema mismo.
Es que al pagar tasas tan altas es el mismo Banco Central el que termina alimentando la misma liquidez que pretende eliminar, igual que el perro que persigue la cola. En definitiva, la autoridad monetaria reemplazó a las Lebac, que eran más largas, por las Leliq, más cortas, pero el efecto de alimentación de liquidez es igual, solo que más acelerado.
Lógicamente, el mercado no resiste la tentación de retornos tan altos y sacrifica por pocos días sus tenencias de dólares, sabiendo que el precio de la divisa, más allá del techo de las bandas de intervención, estaba en sus límites más altos.
Por otra parte, el mercado sabe que todavía el gobierno debe afrontar déficit hasta fin de año, que financiará con dólares que recibirá del FMI en el transcurso de este mes. Cuando esos dólares se vuelquen al mercado harían descender el valor del billete verde si no hay ninguna contingencia contraria (triunfo de la izquierda en Brasil, por ejemplo).
En este caso, el BCRA debería aprovechar para bajar las tasas, toda vez que, aunque la inflación aún es alta, la expectativa anualizada octubre 2018-octubre 2019 está alrededor de 30-32%, lo que representa una rentabilidad excesiva.
El dólar en la montaña rusa
La divisa norteamericana había cerrado el viernes en $ 42 y luego, en tres días de aplicación del nuevo esquema ya había bajado a $ 38. En principio, problemas para los que se habían jugado a un dólar más alto. Además, con una caída de 8% en tres días, se marca una volatilidad que no da ninguna certidumbre.
Y este punto es muy importante porque confluyen varios escenarios en las próximas semanas que no contribuyen a generar mayor certidumbre. La velocidad de la suba de tasas en EEUU siempre mantiene en alerta a los inversores. Si se acelera, los inversores se alejan de los mercados emergentes y se producen devaluaciones generalizadas, como ocurrió el jueves, cortando una racha de 3 días de baja.
Los resultados electorales en Brasil también generan incógnita porque aunque el candidato preferido del mercado puede ganar en la primera vuelta, algunos dudan de que lo haga en la segunda y esto puede impactar en la decisión de los inversores de salir de la región. Si esto se produce contagiará a los inversores locales. En este caso, la divisa sube sin racionalidad, solo por pánico.
Otro elemento que puede alterar los mercados es la llegada de casi u$s 12.000 millones en los próximos días de los anticipos del FMI. De esta cantidad, una parte se destinará al pago de obligaciones y otra parte se destinará al financiamiento del déficit previsto hasta fin de año. Con esta operaciones de Tesoro (unos u$s 5.000 millones) colaborará para proveer dólares al mercado y sacar, en forma transitoria pesos. En este proceso se llegará a fin de año, cuando deben comenzar a ingresar las divisas de las exportaciones de granos.
Como se puede apreciar, el horizonte es muy incierto ya que el precio de la divisa puede estar sometido a subas o bajas pronunciadas, lo que no contribuye a tranquilizar ni a los mercados ni a los pequeños inversores, y mucho menos a los empresarios que deben invertir para aprovechar las oportunidades de mercado que genera la devaluación.
Las tasas de interés
El cambio de estrategia del Banco Central se basó en no usar la tasa para bajar al dólar, sino que en este caso está fundada en las bandas de flotación donde el BCRA no interviene y en no expandir la base monetaria. Controlar esa base monetaria haría que el mercado se quede sin combustible para demandar dólares.
Para hacer operativo ese objetivo se dispuso que la base monetaria (circulante más los depósitos bancarios) no debe crecer hasta junio del año próximo. Además, la autoridad monetaria dispuso subir un 3% el nivel de los encajes (porción de depósitos que los bancos deben mantener inmovilizada).
Para absorber liquidez excedente el BCRA se maneja con unas letras de corto plazo denominadas Leliq (Letras de liquidez), que las negocia solo con los bancos. Además, dispone que las entidades puedan constituir dicho encaje con Leliq, razón por la cual durante esta semana los bancos salieron a suscribir estos títulos, para los cuales se fijaron tasas muy altas, que llegaron hasta el 70% anual.
El problema de este nivel de tasas es que actúa como espejo sobre las que corresponden a los préstamos personales y comerciales, y esto hace que con estos costos sea imposible que las empresas se financien y que los compradores se quieran arriesgar a financiar compras con tarjetas de crédito.
Esto es muy negativo para el funcionamiento de la economía, ya que la falta de crecimiento de la base monetaria, con alta inflación, licuará dicha base si no es actualizada y el mercado se encontrará muy escaso de pesos. Pero el costo del dinero le agrega un componente adicional a la crisis del nivel de actividad.
Recesión que preocupa
El nivel de actividad viene en franco retroceso desde el segundo trimestre. La fuerte suba del dólar y los ajustes tarifarios impactaron muy fuerte sobre el desempeño de la economía. Pero con las subas posteriores del dólar se retrajo totalmente el desempeño de la economía por el fuerte atraso que experimentó el poder adquisitivo de los salarios y la fuerte suba de las tasas de interés. El alza del dólar complicó a productos importados de alto valor, como los automóviles.
Esta caída del poder adquisitivo no permitió que las empresas trasladen las subas de los costos. En los primeros 9 meses del año el dólar subió 118% y la inflación el 29% y se esperan tasas altas hasta fin de año, con un pronóstico del 45%.
Para el primer trimestre del año próximo se espera que los salarios puedan recuperar algo del terreno perdido, pero la inercia inflacionaria seguirá influyendo, aunque se mantendrá con los frenos de un poder adquisitivo deteriorado. Podrá haber alguna leve recuperación gracias a algunas exportaciones y al movimiento del turismo de vacaciones.
No obstante, el mismo gobierno calcula que el nivel de actividad caerá un 0,5%, mientras que algunas estimaciones privadas calculan una caída mayor. El año electoral tomará al gobierno con el último trimestre de 2019 en un mejor nivel de actividad y cerrando con una inflación cercana al 25%. No pareciera que aparezcan medidas distintas como para mejorar la situación de la economía argentina.