Doce preguntas a un ex juez de instrucción: “La inseguridad no se soluciona con más policías y más cárceles”

Tercera de las seis entrevistas en las que hablan personas vinculadas con el mundo del delito: los que lo cometieron, quienes lo juzgaron, los que lo reprimieron y hasta aquellos que lo narraron. En todos los casos, los personajes escogidos están retirado

Doce preguntas a un ex juez de instrucción: “La inseguridad no se soluciona con más policías y más cárceles”

Con el aplomo propio que otorga el caminar por los pasillos grises e impersonales de los Tribunales de Mendoza, el ex juez de instrucción y hoy camarista de la Cuarta Cámara del Crimen Horacio Báez repasa sus más de 20 años en el oficio. Integrante de Justicia Legítima, la asociación civil (de corte oficialista) que brega por la democratización de los poderes judiciales, Báez recorre su carrera con una mirada crítica, justamente, con el Poder Judicial, el ámbito donde pasó toda su vida profesional.

1. ¿Dónde y cuándo nació?

- Nací el 11 de marzo de 1953 en Buenos Aires, ya que mi padre era militar y lo trasladaban permanentemente. Llegué a Mendoza después de que a mi padre lo metieran preso luego de la Revolución Libertadora; él era un coronel peronista. Vengo de una familia peronista de parte de madre y padre.

La primaria y secundaria las hice en Mendoza. Casi toda la secundaria en el Liceo, pero terminé en el ICEI. Después me fui a La Plata para estudiar ingeniería en mecánica, y al cabo de cuatro años abandoné y me metí a Derecho: a los 30 años me recibí. Después hice carrera en la Justicia Federal de la Provincia de Buenos Aires. En 1991 volvimos a Mendoza con mi familia: comencé a trabajar como secretario en los Tribunales Federales. Y en 1993 me nombraron juez de instrucción de la provincia. Desde 1999 soy camarista de la Cuarta Cámara del Crimen local.

2. Desde chico, ¿tenía esa noción de contrapunto entre la justicia y la injusticia?

-Sí. Desde pequeño mamé el peronismo. Siempre vi aquello de la injusticia contra los más humildes, siempre sentí apego por esa idea. Desde los 15, 16 años que tengo una identidad política.

3. ¿Recuerda algún caso en especial?

-Un homicidio en Guaymallén que investigamos a fondo. Mataron a un joven de 30 años y después de muchísimo trabajo no pudimos resolverlo.

Pero en general, lo que más me ha llamado la atención es que siempre hablábamos con los mismos imputados: todos eran -o son- pobres. Más del 95 por ciento de los imputados por la justicia penal del país son pobres. Y las víctimas, en su gran mayoría, también. Todos sin estudios. Por más que eso no quiera decir que no cometan delitos.

4. ¿Hay algún delincuente que le haya llamado la atención en especial?

-La cantidad de jóvenes condenados que, uno se da cuenta, pueden o podrían haber llegado a ser personas de bien para la sociedad. Hablo de personas hasta agradecidas que simplemente no tuvieron posibilidades por su condición social.

Y en cuanto a los delitos, no; no recuerdo grandes delincuentes sino estafadores simples que quieren vender una cosa robada. En referencia a los grandes ladrones, tampoco; esos se ven en las películas; acá se juzga a pequeños rateros que cometen delitos groseros que son fáciles de investigar y condenar.

5. ¿Qué dice del postulado acerca de que hay una justicia para pobres y otra para ricos?

-Creo que es así. Hay varios fenómenos que se dan para eso. Por un lado, el sistema judicial no está preparado culturalmente para juzgar a personas que son sus iguales en términos sociales o económicos.

Es más difícil creer que una persona que se parece a un juez haya cometido un delito; se tiende a tener más dudas. Además, la gente con dinero accede a mejores defensas (igual hay abogados oficiales muy buenos acá), que se pueden dedicar más tiempo a los casos.

6. O sea una justicia no muy justa…

-El Poder Judicial ha vivido siempre muy alejado de la vida social común. Entonces se pierde conciencia política al no estar en contacto con la sociedad y con la discusión política. Es como que siempre vemos todo desde el estrado, desde arriba, mirando a los demás -testigos, víctimas e imputados- que se sientan en el banco, ahí abajo.

Es el grave problema del Poder Judicial, un poder que no es democrático, que tiene muchos vicios no democráticos y que está encriptado para la sociedad. Este Poder Judicial ha convivido sin problemas con dictaduras militares. Quiero aclarar que yo pertenezco a la asociación Justicia Legítima.

7. ¿Qué recuerdos tiene de su relación con la Policía como auxiliar de la justicia?

-Como juez de instrucción conocí muy buenas personas que eran policías y también muy malos policías. Los malos eran malintencionados y con mala fe, capaces directamente de engañarte. Pero eso es un problema histórico, la Policía siempre ha estado ligada a una represión brutal.

Creen que un hecho se puede investigar torturando o golpeando a un sospechoso para que confiese en lugar de investigar racionalmente. Eso le ha hecho muy mal a la Policía, y lo lamento por las personas buenas que hay en la fuerza y que cargan con ese concepto que se tiene de la Policía.

Eso cambiaría si tuvieran una relación más de respeto con la parte más humilde de la sociedad, y eso que los uniformados tienen un origen similar con esa gente humilde.

8. ¿Entonces los jueces piensan igual que los policías?

-Yo digo que los une la misma mentalidad, por más que vengan de distintos estratos sociales. Ambos subestiman a las personas que viven en los barrios pobres, a quienes consideran, en los más de los casos, delincuentes.

9. ¿Tiene idea de a cuántas personas envió a la cárcel en su carrera?

-No, no puedo recordar la cantidad, no las he contado. Pero sí que he condenado a cientos de personas.

10. ¿Cómo se llevaba con los casos en los que la prensa ya había dado una sentencia mediática?

- He tratado de dedicarme a mi trabajo y eso me ha provocado que no tenga demasiado contacto con la prensa, entonces no me he sentido presionado de modo directo. Pasa que hay que conocer el expediente entero para saber si una sentencia fue justa o no. Algunos medios prejuzgan de un modo irresponsable, apuran al sistema penal a condenar cuando ellos (los medios) ya tienen su veredicto.

Por eso digo que es difícil para los jueces; para eso se logra salir de esa presión con estudio y una mentalidad independiente, porque es difícil para un juez ser independiente de lo que dicen los medios.

11. ¿Mandó preso a algún funcionario poderoso?

-Tuve varios imputados, pero no condené a ninguno que yo recuerde. No me tocaron causas en que llegara a condenar a un político. 
 
12. ¿Qué cambios detecta en el delito desde hace 20 años a ahora?

-En cuanto a la Justicia Federal hay que decir que ahora hay más cantidad de tráfico de drogas que antes. Cuando yo trabajé allí todos los casos eran de jóvenes con un poco de marihuana; ahora no. De todos modos, no estamos a la altura de México o Colombia.

El delito es un fenómeno muy complejo. Por caso, a fines de los 90, con una desocupación extrema, había gran cantidad de robos y hoy, con una desocupación menor y mejores condiciones de vida, hay que decir que el robo no ha bajado, sigue habiendo casi la misma cantidad. Mi idea es que cuando las condiciones sociales mejoran hacen que una persona, joven sobre todo, piense en una salida que no será el delito.

Son cosas que no tienen solución en el Derecho Penal; la solución está en medios sociales, culturales, en una sociedad distinta, con mayor respeto entre las personas, fundamentalmente más respeto con los que menos tienen, los pobres, los vulnerables, los eternamente maltratados por la sociedad. Si eso empieza vamos a tener mejores respuestas que las que tenemos hoy con pura represión.

Está visto que no se soluciona con más policías, más balas, más cárceles. Creo fervientemente que si se hiciera una actividad política de los jóvenes en los barrios conflictivos algo cambiaría. La política es algo que da móviles que posibilitan tener proyectos de vida y saber qué rol le puede caber en la sociedad. Todo esto, claro, si deseamos una seguridad democrática. Hoy se los aprieta a los jóvenes en los barrios pobres, se los asfixia y se los deja afuera de todo.

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