Divisiones opositoras, alegrías oficialistas

A pesar de que en estos 30 años de democracia se han sucedido las elecciones cada dos años en el país, siguen subsistiendo viejos vicios de la política que permiten señalar que es muy poco lo que ha cambiado en este ámbito, y que resultará muy difícil que

Divisiones opositoras, alegrías oficialistas

Muchos políticos opositores consideran que la gente los votó por sus cualidades políticas -que muchos tienen, por supuesto- pero no suelen tener en cuenta que algunos lo hicieron, en primer lugar, como un modo de castigo hacia las autoridades nacionales, votando a sus adversarios.
 
En 2009 la ciudadanía de Buenos Aires se volcó hacia uno de los candidatos que más representaba a la oposición al gobierno, pero dos años después el justicialismo volvió a arrasar en las urnas y aquel candidato que había sido elegido dos años antes obtuvo muy pocos votos.
 
Este vuelco abrupto de los electores no se debió tanto a que el oficialismo haya variado drásticamente sus políticas, sino a que la sociedad quedó perpleja e indignada por el modo en que las oposiciones triunfantes en casi todo el país durante 2009 se desempeñaron, ya que a poco de asumir sus actividades en el Congreso se dividieron profundamente y aparecieron más candidatos a presidente que propuestas legislativas. Un verdadero disparate.

En la actualidad se está presentando un panorama similar en la oposición. Si bien el gran ganador en la provincia de Buenos Aires ha mantenido una actitud serena, a sabiendas de que en el interior del país aún no posee una fuerza con posibilidades de triunfo, no sucede lo mismo en el otro gran partido nacional que gobernó el país en dos oportunidades desde la recuperación de la democracia.

En la creencia de que las posibilidades políticas futuras resultan auspiciosas, a pocos días de realizada la elección, esa parte de la oposición quedó inmersa en un internismo feroz, en el que se priorizaron, lamentablemente, aquellos viejos vicios de la política.

No se piensa en grande ni en el bien del país, sino que se priorizan situaciones personales o de sector, más que todo por el interés de no perder "espacios" dentro de las estructuras cortesanas del poder. No advierten que terminan haciendo el juego al oficialismo, que no necesita mejorar para recuperar adhesiones, sino que sólo le basta con ver cómo se pelean entre sí los que se proponen como sus alternativas políticas.

Para las próximas elecciones presidenciales y provinciales restan dos años y pasará mucha agua bajo los puentes. La situación del país puede cambiar y la ciudadanía volverá a tener la oportunidad de hacer sentir su peso en las urnas. Y así como castiga al oficialismo por las promesas incumplidas o porque no soluciona sus problemas más vitales, también hará lo propio con la oposición si no responde a la responsabilidad que le asignó y sigue priorizando proyectos personales por sobre los generales.

El Congreso Nacional continuará siendo la caja de resonancia de los planteos de unos y otros, y los ciudadanos, que han madurado lo suficiente a lo largo de 30 años, advertirán quiénes cumplen o no con la función asignada.

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