La importancia del pronunciamiento la da el hecho de que no se trató solamente de un evento interno del Episcopado, sino de una convocatoria de la Comisión Episcopal de Pastoral Social con la participación de políticos del oficialismo y la oposición, representantes del Poder Judicial, empresarios y dirigentes sindicales.
La cita fue para, desde la Iglesia, comenzar a determinar cuáles son las deudas pendientes de la dirigencia con la sociedad en estos treinta años de vida democrática. Además, fue la primera conclusión de esta relevancia a la que llegaron los obispos argentinos desde la asunción de Jorge Bergoglio como Papa.
Al enfatizar en la urgencia de "afianzar la calidad institucional", se señaló que ese "es el camino seguro para lograr la inclusión social".
Esta postura, en particular, expresa el convencimiento por parte de la Iglesia de que las grandes desigualdades que separan a los sectores cada vez más marginados de la sociedad son atribuidas en un altísimo porcentaje a la liviandad con que las autoridades encaran la solución de problemas ya muy instalados entre los argentinos y, muy especialmente, al desapego hacia la comunidad que generan las políticas cuando el afán de personalismo, hegemonía y no aceptación del disenso llevan a la realidad institucional que hoy nos toca vivir, con un Poder Judicial jaqueado e intimidado como pocas veces se ha visto por el solo hecho de no responder con sus fallos a los intereses del gobierno. Ahí radica el temor al que se alude cuando se llama al respeto de la división de poderes.
En otro párrafo del escrito difundido en Mar del Plata, los referentes de la Iglesia señalaron que "una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos".
La alusión no es casual y debe ser tenida en cuenta. Cuando los preceptos republicanos no se cumplen, el voto popular puede conducir a la legitimación de una aparente democracia, detrás de la cual aparece un poder político hegemónico. Además se puso como ejemplo de este pensamiento el detenerse en valores como la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre y "la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política".
No en vano en el cónclave también se hizo presente el pensamiento del Papa Francisco, a través de un mensaje que envió el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, que fue incluido en el documento final. Llamó el representante papal a revalorizar el sistema democrático en Argentina, pidiendo que "se evite su instrumentación por intereses partidistas y lógicas de poder".
La Iglesia advierte nuevamente que una de las preocupaciones de más urgente abordaje en la Argentina es la necesidad de incrementar el diálogo y la paz social. Para ello, señaló con mucho tino la Pastoral Social que es fundamental dirigir la mirada de las políticas públicas a flagelos cada vez más instalados entre nosotros, como la crisis de representación de los partidos políticos, la muy significativa cantidad de jóvenes que no han podido completar sus estudios secundarios y la necesidad de fortalecer el compromiso público, aspectos que formaron parte del temario tratado en las distintas mesas de deliberaciones.
En un año electoral es fundamental que los políticos, y en especial quienes se postulen para ocupar bancas legislativas, reparen en esta guía de necesidades insatisfechas por la gente, en gran medida atribuidas a la muy mala calidad institucional con la que convivimos.
