Los principales partidos opositores locales, cada vez más divididos internamente, suelen culpar al gobierno provincial, y en particular al gobernador Alfredo Cornejo, de ser la causa de sus males. De practicar la vieja máxima de divide y reinarás.
En el Partido Justicialista uno de sus sectores decidió encender la mecha de la división, el más nuevo de todos, el kirchnerista, que en las últimas PA SO terminó en un dignísimo segundo lugar, a metros del primero, por presentar un candidato atractivo más allá de su ideología.
Para armar el escandalete, los K convocaron al sector interno que había salido tercero, suponiendo que la suma de segundo y tercero podría ser más que la del primero, ese sector en donde anidan los intendentes, los dueños de lo poco que queda del PJ: el poder territorial en media docena de municipios.
Todo se concretó mediante una pícara operación: Anabel Fernández Sagasti, la joven senadora K, fue convocada por Cornejo con una excusa menor, a la que, sorpresivamente, ella acudió solícita. Y a la semana apareció la probabilidad de un pacto entre radicales y kirchneristas que le podría permitir al gobierno ampliar la Corte de Justicia, y a los K presentarse en sociedad hablando por todo el PJ, así como lanzar a Fernández Sagasti para la gobernación.
Allí nomás la cúpula partidaria del PJ y los intendentes acusaron a Cornejo de aplicar malísimas artes para dividirlos y mantenerlos en la postración.
Pero lo que no queda claro es si fue Cornejo el que utilizó a los peronistas o si fueron los peronistas quienes lo utilizaron a él.
La división presuntamente cornejista también recaló en las huestes de José Luis Ramón, el líder de Protectora, quien bajo la sigla del Partido Intransigente obtuvo un prometedor tercer puesto en las últimas elecciones legislativas.
No habían asumido sus bancas cuando allí nomás se les sublevó uno de sus miembros, el pastor Bonarrico, quien, como en el caso de los justicialistas, fue acusado por la gente de Ramón de ser comprado por Cornejo a partir de múltiples ‘efectividades conducentes’, como se solía decir en los viejos tiempos.
A la vez, temeroso de que la sangría divisoria pudiera seguir, Ramón se lanzó a crear un partido propio que no lo haga depender más de la sigla que pidió prestada, y de ese modo evitar futuras probables sangrías. Es que en la mente de la gente de Protectora anida el recuerdo de un partido que pocos años atrás apareció también como promesa, el del fiscal Aldo Giordano, que en pocos meses se dividió en tres o cuatro pedazos y se disolvió en la nada.
Sin embargo, no son sólo los opositores quienes acusan a Cornejo de querer dividirlos. También en la coalición oficialista anidan cuitas similares.
Como en la conducción actual del PD, la de Niven y Balter, quienes creen que el Gobernador está tentando con cargos a todos los “gansos” posibles, no sólo para ponerlos a su servicio, sino básicamente para cooptar o sino hacer desaparecer al Partido Demócrata.
Sin embargo, denunciar a Cornejo como la causa de tantas divisiones en los partidos políticos provinciales suena poco creíble, pues lo más seguro es que el mal haya nacido dentro de las mismas estructuras políticas, y que quizá luego, desde el gobierno, se haya aprovechado para beneficio propio de las debilidades ajenas, lo cual está en la propia naturaleza de la lucha por el poder.
Por ende, lo mejor para todos los divididos, si no quieren seguir siéndolo, es mirarse hacia adentro en vez de echar las culpas afuera. Algo muy malo debe anidar en su seno para que sea tan fácil inmiscuirse en ellos y generar tantas frecuentes crisis.
