La Fiesta de la Vendimia 2019 tuvo un cierre "aplanador" durante la madrugada del martes en el teatro griego Frank Romero Day. Asumiendo abierta y responsablemente el temor de caer en el lugar común obvio del juego de palabras con el mote con que Divididos ya pasó a la eternidad (La Aplanadora); lo cierto es que Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella tuvieron en sus manos la responsabilidad de ponerle el broche de oro a la última fiesta de esta gestión cultural. Y el power trío estuvo a la altura; no de lo exigido por los críticos sabelotodos y que abundan en cada vendimia -para quienes parece ser que nunca es suficiente-, sino lisa y llanamente de lo que esperan y conforma a los fanáticos que los siguen religiosamente por todos los escenarios.
Divididos lo hizo de nuevo, como ya bien sabe y siguiendo esa fórmula que nunca jamás puede fallar: con un toque 100% "festivalero" y un setlist de 18 temas compactados en casi 2 horas de show. "Festivalero" porque la banda eligió la mayoría de los temas que siempre hace en aquellos shows a los que son convocados, pero que no son exclusivos de ellos para presentar un disco o simplemente para salir de gira en soledad.
Antes del plato fuerte de distorsión, el ensamble de percusión de LAMOLADORA y el rock local y creciente (y que parece no tener techo) de Pasado Verde -con una reducida participación de menos de media hora, todo sea para cumplir con el cronograma de la noche- habían dejado más que bien preparada la mesa para que Divididos sirviera el plato principal. Algo similar a lo hecho por Mímesis cerca de las 20 del lunes y a la destacada performance de los artistas que dieron vida -una noche más, en este caso la tercera- al acto central de la Fiesta 2019 "Tejido en tiempo de Vendimia". Acto que tuvo su cierre con un reclamo que ya es una una exigencia urgente: pañuelos verdes pidiendo la legalización y despenalización del aborto.
Cerca de las 0:30 ya del martes, los mendocinos Pasado Verde salieron a escena y deleitaron con un breve -aunque no por ello malo- repertorio a los presentes (fanáticos y no). Muchos de ellos hasta se quedaron con gusto a poco, quizás aguardando un par de canciones más. Sin embargo, la programación marcaba que a las 0:30 debía estar Divididos en escena. Y recién lo hicieron cerca de la 1, luego de que los locutores de la noche se esforzaran al máximo para que la espera no impacientara más al público (tarea difícil si las hay, y que lograron cumplir).
La noche de anoche no tuvo lluvia -a diferencia de las del sábado y el domingo-, aunque sí tuvo frío. Quizás menos porque no era un frío que mojara, o quizás porque la sangre hervía de sólo ver cómo se iba montando el escenario para el tridente Mollo-Arnedo-Ciavarella.
El Himno Nacional -con su arengado futbolero "o-eado" en las gradas por el público- marcó el inicio del show de Divididos; acompañada de "Sobrio a las piñas" ("el tema" con que abren los toques). "Haciendo cosas raras", "Elefantes en Europa" y "Casi estatua" salieron una detrás de la otra, como un grifo que se abrió en ese momento y desparramó rocanrol ante las más de 20.000 almas presentes. Pese al frío -meteorológicamente hablando-, el fuego interno iba creciendo en el público del teatro griego. Y en el de los cerros también.
Luego del saludo protocolar a la gente, siguieron con "Tanto anteojo" y una retocada versión de "¿Qué tal?" que fue mechada con "La rubia tarada" de Sumo (el primero de los 3 homenajes de la noche a la banda que integraron Mollo y Arnedo, y donde nació la leyenda de Luca Prodan).
Antes de "Spaghetti del rock", llegó el mensaje ambientalista, infaltable en Mollo en todas sus presentaciones. Primero, alzó una copa de vino con dirección al público para brindar. "Por mil generaciones más del cabernet franc y no del cabernet fracking" disparó, criticando a dicho sistema de explotación petrolera; y cosechando aplausos del público. "Spaghetti..." y "Par mil" fueron los momentos más light de la noche; precisamente dos de las canciones más melódicas del grupo.
Toda esa armonía mutó nuevamente a power cuando Catriel -¡cuándo no, Catriel!- se mimetizó en la batería y se despedazó por mil partes en un hipnótico solo de batería. De esos que dejan al público con la boca abierta mientras filman con sus celulares.
El solo sirvió como introducción para "El arriero", una joya de Atahualpa Yupanqui que ya convirtió en clásico Divididos. Incluso, en las proyecciones de las cajas lumínicas del teatro griego sobresalió anoche la imagen de "Don Ata" mientras interpretaban la pieza.
"Justamente ayer (10 de noviembre) hubiese sido el cumpleaños de Norberto Napolitano, Pappo" dedicó Mollo -y aplaudió la gente- antes de darle rienda a "Sucio y desprolijo" (precisamente de autoría de Pappo). Y si de dedicatorias hay que hablar, no olvidó tampoco al Flaco Spinetta (entre otros) antes de dar inicio a "Amapola del 66".
Este puede haber sido quizás el momento de mayor sensibilidad de la noche, con un Mollo a quien se le quebró la voz de la emoción; y un público para quien no pasó inadvertido este detalle. Como tampoco lo pasó una de las frases de "Pato trabaja en una carnicería" (de Moris) que esbozó antes de zambullirse en "Amapola".
"¡Qué grande la gente de la montaña!", largó en otros de los breaks entre tema y tema, y señaló -acompañado por los reflectores- a la gran cantidad de gente de los cerros.
"Todos hemos ido a ver recitales sin pagar. Así iba a ver yo a Manal también", acotó riendo a su turno Arnedo.
"Paisano de Hurlingham" (otro homenaje al eterno Luca), "Rasputín" y "El 38" -porque el agite estuvo en el oeste- comenzaron a ponerle fin a la noche (que ya era madrugada). Con "Paraguay" y una extendida versión de "Ala Delta" (inconfundible el bajo de Arnedo) llegó el cierre. No sin antes los últimos dos homenajes a Sumo de la noche: "Crua chan" (con las gaitas simuladas por la guitarra de Ricardo) y el desesperado pedido de Nesquik que encierra "Next week".
Al igual que durante todo el toque, en el cierre se fue propagando cada vez más y más el infaltable "Escúchenlo, escúchenlo, escúchenlo..." en las tribunas. A nadie le importaba que ya fueran las 3, que fuera un martes y que muchos de los allí presentes deberían despertarse en cuestión de horas. Probablemente, y aunque no haya ningún prospecto que lo indique o advierta, esos sean los efectos de dejarse aplastar por La Aplanadora del Rocanrol.