En el primer salmo -primer capítulo- de la nueva Biblia de la criminología, la serie de TV colombiana El patrón del mal, citada por el secretario de Seguridad, Sergio Berni, hay una escena reveladora. Pablo Escobar, aún joven y antes de dedicarse a traficar cocaína, contrabandea alcohol y cigarrillos. Ahí lo vemos, bajando las montañas colombianas en un camión repleto de mercadería ilegal. A su lado viaja el que entonces era su jefe, un hombre de unos sesenta años, el contrabandista mayor. Uno a uno, vienen sobornando a los gendarmes que los paran en diferentes retenes del camino. Hasta que se topan con uno incorruptible. Y se da el siguiente diálogo:
Gendarme: -Esta mercadería les queda retenida hasta que me presenten los papeles de todo. Y el camión también les queda confiscado.
Pablo Escobar: -Para retenernos la carga usted tendría que traer el doble de gente de la que tiene, porque somos 32 camiones. Yo le recomiendo que pida apoyo de mil hombres, para que nos podamos levantar a plomo entre todos. Piénselo bien. ¿Cómo quiere que arreglemos?
Entonces, el jefe de Escobar remata:
-Es muy sencillo. O usted recibe la plática que vienen aceptando desde allá arriba y desde el puerto todos sus compañeros, o nos agarramos a plomo. Qué pereza, hombre. Morirnos todos. Yo ya soy viejo, pero todos estos muchachos suyos, tan jóvenes y con familia... (mostrando una carterita de cuero) cuando hay formas más fáciles de arreglar el asunto.
Los camiones pasan, la pregunta queda: ¿podía resistirse el gendarme? La escena metaforiza lo que pasa a los países con el narcotráfico. Durante un primer tiempo, mientras “el negocio” no está del todo instalado, el sí o no a la carterita depende de cuán tonificado o fláccido se tenga el músculo moral. Pero cuando las bandas se enriquecen, se equipan, se organizan territorialmente y manejan “los fierros”, ya no hay opción, sino falsa opción: o carterita o bala.
Allí se encuentran los países perforados por las organizaciones criminales. Es indiscutible que la Argentina no es México. Pero ¿en qué fase de la perforación nos encontramos?
Durante la serie de entrevistas “Políticos en terapia”, publicadas en el diario La Nación, luego de apagar el grabador, un importantísimo funcionario confesó “en off” a este cronista que, apenas asumió su cargo, los narcos del lugar le hicieron llegar una oferta: 800.000 pesos por mes a cambio de su inacción.
-Pero, fulano, me sorprende. Pensé que los narcos se animaban a comprar a algún comisario o a algún intendente de algún pueblo. ¡Pero a usted!
-(Risa tragicómica) Como tienen recursos casi ilimitados, se animan a cualquier cosa.
Lejos de allí, en Santa Fe, para ese entonces a Antonio Bonfatti ya le habían baleado la casa.
Carterita en la provincia de Buenos Aires, plomo en Rosario (Mendoza próximo estreno). Pero repitamos el mantra tranquilizador del Gobierno: “La Argentina no es México. La Argentina no es Colombia en los 80. La Argentina no es productor” (capricho semántico: a ensamblar los componentes en Tierra del Fuego, el kirchnerismo le dice “industria”; a “ensamblar los componentes” en las cocinas del Gran Buenos Aires, no).
Nos despedimos con declaraciones del criminólogo Germán Antía Montoya, decano de la Facultad de Ciencias Forenses del Tecnológico de Antioquia, en Colombia: “Hay que pensar las circunstancias sociales que existían en la Medellín de los 70. Fue una época marcada por la caída de un modelo económico. Un montón de chicos se empezaron a asentar en la periferia de la ciudad, en zonas caracterizadas por la ausencia cualitativa y cuantitativa del Estado. En ese contexto, se empezó a imponer el paradigma de que se podía hacer dinero fácil. Pero no sólo entre los sectores marginales, sino en toda la sociedad”.
Nos quedamos tranquilos. Acá, en la Argentina, nada que ver.