Pasaron exactamente 7 meses desde que los mendocinos Víctor Figueroa (60), Luis Cataldo (53) y los comprovincianos “por adopción” Gustavo (56) y Emiliano (29) Curti culminaron una verdadera proeza: la de llegar hasta el Polo Norte y hacer flamear la bandera argentina en el punto más boreal del globo terráqueo, tras un mes de expedición y 10 días ininterrumpidos de caminata.
No lo hicieron solos, ya que Ignacio Carro, Juan Pablo De la Rúa, Santiago Tito, Tomás Heinrich y Mauricio Fernández Funes completaron el equipo.
Durante la mañana de ayer, en la Legislatura los 4 mendocinos fueron distinguidos por esta misión, que incluyó además el objetivo de concientizar sobre el calentamiento global -los polos son los puntos más afectados por este fenómeno- y un aporte científico, ya que los expedicionarios trajeron muestras de hielo y agua para que los analice el Ianigla.
“El reconocimiento es algo muy gratificante, sentimos un gran respaldo por parte de la sociedad. Queremos transmitirle a la juventud conocimientos, dejarle una vida más sana y que sean ellos quienes hagan su experiencia. Por eso nos gusta dar charlas en las escuelas, a funcionarios y a cualquiera que nos pregunte lo que sea sobre la misión. Cuando uno hace las cosas de corazón, se desgasta menos que cuando lo hace físicamente”, resumió Cataldo, quien nació en La Consulta (San Carlos), pero vive hace tiempo en Buenos Aires.
De hecho, esta misma frase la aplicó para resumir el día a día en la expedición, donde el corazón tiró y los movilizó mucho más que el cuerpo.
Los mendocinos aprovecharon para reencontrarse con sus amigos y familias, al tiempo que compartieron un almuerzo que la Agrupación Antárticos de Mendoza organizó para homenajearlos en el Liceo Militar.
Inolvidable
Víctor Figueroa fue el líder de la expedición que llegó al Polo Norte el viernes 22 de abril de este año. Nació en Tres Porteñas (San Martín) y al igual que Cataldo, también ha estado en el Polo Sur (“somos los dos bipolares”, resumió entre risas).
“Toda la expedición tomo cerca de un mes, aunque durante 20 días estuvimos haciendo traslados, entrenamiento, adaptación y preparando el equipo. La caminata con esquíes de marcha tomó 10 días y fueron 150 kilómetros, todo el trayecto sobre mar congelado. La cantidad de kilómetros que recorríamos por día dependían de las condiciones del camino. Si estaba complicado, avanzábamos unos 6 km, pero si era plano y no había ningún obstáculo, podíamos hacer 15 km”, destacó Figueroa, quien explicó que los obstáculos son placas de hielo que se van montando una sobre otra, y que suben y bajan constantemente según la corriente marina.
“Acá era donde realmente se veía el trabajo en equipo”, sintetizó.
En ese mes, las vivencias y recuerdos fueron incontables. Sin embargo, Figueroa y sus compañeros coinciden en uno que siempre recordarán y -por suerte- con una sonrisa.
“Parábamos cada una hora y un día habíamos parado para almorzar y algunos de los muchachos se habían sentado sobre bloques de hielo. En eso empezamos a sentir ruidos en el lugar y nos faltaron las piernas para salir rápido, ya que los bloques se empezaron a mover y no sabíamos si se iban a hundir”, recordó junto a Gustavo Curti .
“Un día después que salimos de Longyearbyen (un pueblo de 2 mil habitantes de Noruega), quienes viven en el lugar nos dijeron que había aparecido un oso polar. Para poder acampar en esos lugares hay que llevar 2 perros, una escopeta, una pistola y un circuito de alerta temprana que activa una bomba de estruendo cuando el oso pisa, para avisar. Casi lo cruzamos”, agregó el comandante, quien completó su primera expedición al Polo Norte y que por el momento no piensa en otra aventura.
“Todo aquel que realiza actividades de cierta envergadura nota un cambio en su vida, aprendizaje, vivencias. Esto y haber llegado al Polo Sur a mí me cambiaron la forma de encarar la vida y los riesgos. Uno vive muy acelerado, pensando en el mañana y no disfruta el presente. Pero en esos momentos de soledad valorás la familia, las cosas", destacó luego del reconocimiento que se les entregó por iniciativa de la senadora Norma Corsino (UCR) y del diputado Pablo Priore (Pro).
Si de experiencias únicas se trata, los Curti pueden dar fe de ello. Es que una expedición así no se hace todos los días, y menos compartida entre padre e hijo.
Si bien ninguno de los 2 es nacido en Mendoza, ambos comparten sus vidas con mendocinas y muchos de sus afectos están en este suelo.
“Había ido varias veces a la montaña, pero como expedición fuera del país fue la primera, y poder compartirla con mi papá fue una experiencia única. Siempre pudimos mantener el trabajo en equipo con todo el grupo", reconoció Emiliano Curti (29), quien nació en Bariloche y está viviendo en Tupungato.
La expedición tuvo lugar durante primavera boreal (24 horas de luz solar), por lo que descansar no resultó fácil.
“Era fundamental dormir, nos obligábamos a hacerlo. A mí me costaba, por lo que tenía que ponerme el buff -cuello de lycra-en la cara para que me tape los ojos”, agregó.
El joven sabe que volver será difícil -sobre todo por los altos costos-, pero tiene en claro que esta expedición será el comienzo de otras tantas que vendrán.
Gustavo Curti (56) también resaltó el haber compartido la misión con su hijo.
"Uno está acostumbrado a que sea el padre quien cuida al hijo, pero durante la marcha el me quería cuidar a mí. Se ofrecía a sacar peso de mi trineo, pero yo no tenía problema. Nos ayudábamos mutuamente, como con todo el equipo", resaltó el hombre nacido en Buenos Aires.
“Por la mañana a uno le salía el viejo y se despertaba más temprano, por lo que preparaba el desayuno, ponía el calentador y cuando él (Emiliano) salía de la bolsa ya estaba listo. Ahí me salía el padre de adentro”, acotó entre risas.
Entre las anécdotas, destacó -y hasta imitó- la cara de sorpresa de todos los noruegos cuando se enteraban que eran argentinos y que su misión era llegar al polo.
“Para dormir también usaba el buff o el antifaz. El guía polar nos había dicho que no llevemos linterna porque no hacía falta, pero yo la llevé igual. Al divino botón”, cerró con buen humor.
Luis Cataldo (53), el otro mendocino de nacimiento y que también ha estado en los dos polos, diferenció ambos climas. “El frío de la Antártida es seco, ya que está sobre un continente. En cambio el del Polo Norte es húmedo, es todo hielo”, destacó.
“Me sorprendieron mucho las condiciones del terreno del Polo Norte. Lo creía más uniforme, pero es muy agresivo, muy compartimentado. Y el éxito de la operación estuvo en el trabajo en equipo”, sostuvo.
Huellas del calentamiento
Además de ser miembros del Ejército, los expedicionarios integran la fundación Criteria, y uno de los objetivos de la misión era concientizar sobre las trágicas consecuencias del calentamiento global (hasta fueron reconocidos por el Papa Francisco antes y después de la travesía).
“El calentamiento se evidencia en la flora, en la fauna y en la cadena alimenticia. Hay estudios científicos que sostienen que en 2050 va a desaparecer el Polo Norte, y es que en invierno la extensión es de 16 millones de km2, mientras que en verano es de 6 millones de km2. Pero el próximo va a ser de 5,5 millones y así va desapareciendo”, explicó Cataldo.
“Las consecuencias se ven en el espesor del hielo, en los grandes claros de agua. En Longyearbyen antes la bahía se congelaba por completo, y ahora no”, agregó Figueroa.
“En la profundidad de los hielos y en las quebraduras se evidencia lo que está pasando. La pista en la que íbamos a aterrizar al principio se quebró y tuvimos que reprogramarlo. Por ejemplo, antes no pasaban barcos comerciales por ciertos lugares que estaban congelados y ahora están pasando”, siguió Gustavo Curti.
Los expedicionarios entregaron al Ianigla pruebas de hielo para que sean estudiadas.
"Con ellos se intenta determinar la composición de aire en el momento en que se conformó, y también se estudia el dióxido de carbono y su curva mundial durante los últimos 800.000 años. En todo este tiempo nunca se llegó a los niveles actuales de dióxido de carbono", resaltaron con preocupación Alberto Rapalta y Sergio Londero, investigadores del Ianigla.
Tras el Museo Antártico
Existe una ley nacional que hace obligatoria la confección del mapa del territorio argentino completo -con la Antártida incluida- respetando una escala uniforme (generalmente se recorta un apartado con el sector argentino en la esquina inferior derecha).
Teniendo en cuenta esta normativa, en un mapa del territorio nacional Tierra del Fuego recién representaría la mitad del territorio argentino.
El presidente de la Agrupación de Antárticos Mendocinos, Carlos García es uno de los referentes en este proyecto y por estos días anhela cumplir otro sueño: el del Museo Antártico Mendocino.
"Estamos armando el proyecto para presentar al Gobierno provincial y que se cree el museo", contó el antártico, quien resaltó que en Mendoza hay 120 integrantes de la asociación.
Los mendocinos que llegaron al Polo Norte entregaron 2 banners de la asociación que llevaron consigo al punto boreal, así como también un banderín que ya había estado en el Polo Sur y en la cima del Aconcagua.