Hace algunas semanas se evocó la Semana Mundial de la Seguridad Vial, cuyo objetivo fue concientizar sobre la necesidad de disminuir la velocidad al conducir y la cantidad de víctimas por siniestros de tránsito en el mundo.
A nivel mundial y en nuestro país, la velocidad es una de las primeras causas de muerte y discapacidad.
La OMS estima que el exceso de velocidad está presente en 40% de los hechos fatales por siniestros viales. A mayor velocidad de impacto, mayor es la probabilidad de que ocurran siniestros con lesiones graves.
La alta velocidad reduce la capacidad del conductor para dirigir en forma segura, especialmente en curvas o en maniobras al evitar colisiones. También aumenta la distancia necesaria para frenar y extiende el recorrido que hace el vehículo mientras el conductor reacciona ante una situación peligrosa.
Al superar el límite de velocidad para la que fue diseñada la calle o ruta, se altera la estabilidad del vehículo y la visibilidad del conductor, y se reduce el trayecto hasta donde se puede observar el camino.
La velocidad influye en la ocurrencia de los siniestros del tránsito de varias maneras: aumenta la distancia empleada por el vehículo desde el momento en que el conductor detecta una emergencia hasta que reacciona (recorrido del tiempo de reacción).
Incrementa la distancia necesaria para detener el vehículo desde que se reacciona ante una emergencia (distancia de detención). La severidad del accidente aumenta exponencialmente con la velocidad de impacto. En colisiones a alta velocidad se reduce la efectividad de los dispositivos de seguridad, como por ejemplo, bolsas de aire o air bags.
Es importante empezar a cumplir la ley con responsabilidad hacia nosotros y hacia los demás. Para ello es esencial realizar educación para que esas normas sean del conocimiento de todos.
Los límites de velocidad son fijados, generalmente, en base a dos criterios: en función de la visibilidad y geometría de la calle o ruta. Un tramo recto, por ejemplo, permite desarrollar mayores velocidades que uno con curvas cerradas, donde la visión del camino hacia adelante es restringida y la fuerza centrífuga, que tiende a sacar el vehículo de su línea, aumenta con la velocidad. De acuerdo a si el área que rodea el camino es urbana o rural: en zonas urbanas el mayor nivel de actividades peatonales y vehiculares restringe las velocidades seguras de circulación.
Las investigaciones demuestran que a mayor velocidad de impacto, hay más posibilidades de sufrir lesiones graves o mortales.
Ya en 1994 el Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte, concluyó que la probabilidad de morir durante un impacto a 80 km/h es 20 veces superior que la de los pasajeros de otro automóvil cuya colisión se produzca a 30 km/h.
No sólo eso. A medida que crece la velocidad, el campo de visión del conductor se achica, hasta quedar en un escaso ángulo de 30 grados, cuando se circula entre 130 y 150 km/h.
Más del 70% de los accidentes, con velocidad inadecuada, se registran en curvas. Circular demasiado rápido por una curva triplica la probabilidad de sufrir un accidente.
A mayor velocidad el conductor tiene menos tiempo para reaccionar ante un imprevisto. Por ejemplo: si se viaja a 100 km/h, un vehículo recorrerá 28 metros en un segundo.
La mayoría de los automovilistas fija la vista en la matrícula del coche que les precede o en la entrada de la curva a la que se aproxima, en lugar de buscar los obstáculos que puede haber delante de ese coche frente a nosotros o a la salida de la curva.
Es un problema peligroso, ya que, en realidad, conducimos como si hubiese niebla. Un campo de visión corto impide que podamos anticiparnos a los problemas. El razonamiento es muy sencillo: un auto medio, que circule a 120 km/h sobre piso mojado necesitará una distancia de 65 m para detenerse por completo.
Las luces cortas de ese mismo vehículo tienen un alcance aproximado de 60 m y si además, hay lluvia hará que esa distancia sea aún menor. Con estos datos, la conclusión asusta: circulando a 120 km/h por la noche, si hubiese una pared en mitad de la carretera, no podríamos evitar chocar contra ella aunque la viésemos, ya que el alcance de nuestras luces es 5 metros más corto que la distancia de frenado.
Los argentinos manejamos mal: ¿Y si es así, por qué violamos normas? La respuesta está en nuestra psiquis y en el entorno social que se busca imitar (María Cristina Isoba, directora de Educación Vial de la Asociación Civil Luchemos por la Vida).
Es muy importante la educación vial en cada ámbito social: en los colegios, las empresas, los sindicatos, los ámbitos religiosos, los barrios. Y para todos: peatones, ciclistas, motociclistas y conductores de vehículo.
En el "Tercer Congreso Nacional de Seguridad Vial", que se realizará el 15 y 16 de junio, en el auditorio Ángel Bustelo, de la ciudad de Mendoza, se tratarán estos temas con la esperanza de sembrar para que haya menos incidentes de tránsito con consecuencias fatales y heridos graves.
Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.