Como bien se explica desde las diversas bibliografías, las disfunciones sexuales tienen que ver con problemas en la respuesta sexual humana (el deseo, la excitación y el orgasmo) que usualmente impiden el desarrollo de una vida erótica plena, afectan la salud integral y la autoestima del individuo, así como su relación de pareja.
En este sentido, no existe un motivo particular que explique por sí solo la aparición de un tipo de disfunción sexual. Tampoco es privativo sólo de un género. Lo que sí es cierto es que en las mujeres se ha instalado una cifra importante en este sentido, ya que en la mayoría de los casos el origen es psicológico.
Así lo explica el licenciado Germán Gregorio Morassutti, psicólogo y sexólogo, integrante del equipo del consultorio de salud sexual, del Hospital Central: “Entre las causas que se vinculan a las disfunciones sexuales femeninas, muy pocas son orgánicas. Casi 90%, y un poco más tienen origen psicológico” opina el profesional.
- ¿Por qué se dan más en la mujer?
-Porque de por sí, la sexualidad femenina es mucho más compleja. En el mundo femenino la misma no está tan basada en el funcionamiento orgánico como sucede con la sexualidad masculina. Por eso no existe un medicamento determinado para superar estas disfunciones, y es fundamental un diagnóstico adecuado de las mismas.
Por ejemplo, suele suceder que la falta de deseo sexual se emparente con problemas de pareja, falta de comunicación, o de la propia sexualidad de la persona. Es decir hay muchos aspectos (en determinados casos) a trabajar, por lo que no se puede hablar de que hay una disfunción determinada por falta de deseo. Cualquier conflicto que pueda afectar a alguna de las etapas de las relaciones sexuales, va a incidir inevitablemente en la falta de deseo.
Entre las disfunciones sexuales indicadas por el profesional aparecen: Apatía sexual (o falta de deseo sexual femenino) Es una inhibición general del deseo y la excitación sexual. Se caracteriza por la falta de sentimientos eróticos. Anorgasmia: Es la imposibilidad de alcanzar el orgasmo, a pesar de mediar una adecuada excitación. Dispareunia: Es el dolor o molestia que padece la mujer durante el acto sexual. Vaginismo: Se vincula con la imposibilidad de realizar el acto sexual, debido a la contracción involuntaria de los músculos del tercio inferior de la vagina. Fobias sexuales: La fobia es el miedo irracional y a veces muy excesivo que lleva a las personas que la padecen a evitar ciertas situaciones que representan un peligro para ellas.
Por otro lado, son muchos los que se preguntan si estas afecciones pueden también vincularse con historias de abuso durante la infancia o adolescencia. Según explicó el profesional “suelen ser emparentados muchas veces, los casos de ‘vaginismo’ con posibilidades de abuso sexual infantil.
Sin embargo desde mi experiencia, de los casos que he atendido por disfunciones sexuales, muy pocos han sido por abusos. De hecho muchas veces la aparición de los trastornos ha tenido que ver con una sexualidad muy represiva o culpógena. Muchos profesionales a veces asocian directamente el tema de las disfunciones con el abuso, pero no siempre pasa lo mismo ni los casos de abuso tienen por qué terminar en una disfunción sexual. Tienen que ver en realidad con las construcciones personales que va haciendo cada sujeto en el transcurso de su vida”.
- ¿Cuándo podemos hablar entonces de la aparición del problema?
- Hay una disfunción cuando se empieza a generar un displacer. Es importante que antes de concurrir al profesional la persona comunique a su pareja lo que le está pasando, ya que cuando algo les comienza a molestar es porque está generando una disfunción. Hay muchas pacientes que vienen por consulta e información.
- ¿Información específica de las disfunciones que intuyen?
- No, en realidad se busca información porque en general se tiene muy poco conocimiento sobre la sexualidad y sus diversos aspectos. Las expectativas en las parejas son altísimas porque se miden de acuerdo al ‘ideal’, es decir al estereotipo de lo que tendría que ser una sexualidad plena supuestamente.
Cuando uno comienza a hablar de sexualidad real y de pareja, más asociada al placer, y no a la sexualidad entendida ‘deportivamente’ (vinculada a un ‘cumplir’ y ‘rendir’, es decir a lo cuantitativo y no a lo cualitativo) la pareja o la persona logra bajar a tierra esa exigencia, y se le puede ayudar con los problemas que padece. No sirve vivir la sexualidad como una obligación de rendimiento y cantidad determinados por la publicidad puertas para afuera. El deseo tiene que ver con generar situaciones agradables. Hay que poder trabajar el deseo desde esa mirada.
- Una cifra de la Universidad de Chicago llama la atención acerca de un dato que dice que un 43% de las mujeres alrededor del mundo padece una disfunción Esto en términos generales ¿se ve desde la clínica?
- Sí, es mucho más frecuente de lo que uno piensa. Hay una realidad que se vincula con una sexualidad digamos de ‘pantalla’, que es lo que la gente habla respecto a ella. Pero hay una sexualidad que tiene que ver con la realidad puertas adentro que tienen las personas y el profesional que atiende a la pareja.
Muchos hablan de la sexualidad como si se tratara siempre de algo sumamente placentero y satisfactorio, pero en la realidad que subyace, hay muchas disfunciones. Gran parte del número de ellas tiene que ver con la educación que hay sobre sexualidad, la información real respecto a la misma, y a la idealización distorsionada que se vende desde el afuera...A lo cuantitativo, y no a lo cualitativo.
- ¿Tiene que ver con algo generacional?
- No. Esa falta de información sobre sexualidad se ve en todas las generaciones (aún las nacidas bajo el halo de internet). Lo importante es que hay que evitar lo cuantitativo: en la calidad del encuentro radica lo verdadero.