Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
No nos acordamos mucho de Clístenes de Atenas, tipazo de aquellos, que luchó mucho para que las cosas cambiaran en bien de la mayoría de su pueblo (de lo que ellos consideraban pueblo) allá 500 años antes de Jesucristo. Para favorecer sus propósitos efectuó una reconstrucción fundamental del sistema político ateniense, lo que le llevó a figurar entre los principales legisladores de la antigüedad, cronológicamente después del ateniense que estuvo más solo que todos: Solón.
Nos acordamos mucho de Pericles que fue el responsable de la llamada “Edad de oro”, pero no de Clístenes quien fue el que verdaderamente instauró la democracia. Y ojo que no le fue fácil como hacer agua tibia, al contrario tuvo que superar obstáculos que parecían insalvables.
Cuando los antiguos “grecios” inventaron la democracia, tuvieron que ganarle la pulseada a muchos detractores que cuestionaban enérgicamente el sistema . Recordemos algunos hechos: corría el año 461 antes de Cristo, no sé porqué corría si nadie lo apuraba. Pero es así a veces los años corren para llegar rápido a las vacaciones de enero del otro año, que mejor que no empiece corriendo sino las vacaciones se pasan muy rápido.
Pericles sabía que estaba aplicando un sistema de gobierno que no era perfecto, pero era bueno, con eso le bastaba. Han pasado más de 2500 años y la democracia, como entonces, sigue siendo perfectible, pero si ha durado lo que ha durado, es porque hasta ahora el hombre no ha encontrado un sistema mejor que la reemplace. Puede no ser del todo perfecto, pero no hay otro mejor.
Atendamos atentamente este decir: “Vivimos en una forma política que no ha copiado las reglas de otras formas. Se la llama gobierno del pueblo, porque no nos apoyamos en una minoría, sino en la mayoría popular. Respecto de las cuestiones judiciales, todos gozan de los mismos derechos; la pertenencia a una determinada clase del pueblo no otorga ventajas de ninguna especie, pues lo único que cuenta en la vida pública es la diligencia personal; la pobreza no es razón para que nadie que pueda prestar un buen servicio al pueblo sea excluído a causa de su situación. En nuestra forma de vida política domina un espíritu libre”.
No lo dijo ningún dirigente de la democracia actual, ningún dirigente iluminado que nos rodee, lo dijo Tucídides hace más de dos milenios y medio.
La discriminación es uno de los graves enemigos de la democracia. La discriminación no está en las leyes está en el pensamiento de cada uno que no ha sido ni podrá ser nunca legalizado. Por vestimenta, por piel, por modo de hablar, hasta por modo de caminar. Hay hasta zonas geográficas discriminadas sino porqué decimos los “Lasherindios”.
Lo vemos cuando se enfrentan representantes del campo y la ciudad, cuando el ciudadano se entera de que su interlocutor es del campo cambia su actitud, está hablando con alguien que no está a su altura. Ocurre hasta con los puestos de trabajo, vamos a ver si en cualquier empresa el trato que sufre el de mantenimiento es igual que el que goza cualquiera de los gerentes.
O sea desde su inicio la democracia tuvo sus detractores y después los tuvo siempre. Sobran los ejemplos en el mundo moderno, lamentablemente nuestro país dio uno de los ejemplos más espantosos del siglo pasado. Recordar es también ser coherente con el gobierno de todos, recordar es también hacer justicia. La democracia, por suerte, tiene mas de dos mil quinientos años de memoria. Y a pesar de todos sus defectos, la palabra democracia suena muy parecido a “demos gracias”.