Así se vive en Dinamarca, un país donde la brecha económica entre sus ciudadanos es menor que en casi todas partes: Uno puede estar sin trabajo por más de un año, no tener título universitario ni entrenamiento avanzado y con el cónyuge en edad de jubilación. Y sin embargo, no hay razón para preocuparse.
Ese es el caso de Lotte Gelef, de 51 años, que perdió su empleo como oficinista en enero del 2013. Ella recibirá un pago por desempleo de 10.500 coronas (1.902 dólares) al mes por hasta dos años, seguirá siendo parte de un sistema nacional de atención médica y educación gratuita, recibirá entrenamiento laboral, se beneficiará de cuidados infantiles subsidiados, de un sistema de pensiones generoso y subsidios de vivienda para los ancianos. Pero eso sí, toda su vida ha pagado altos impuestos.
La sólida red de seguridad social en Dinamarca ayuda a explicar por qué la disparidad entre ricos y pobres es la segunda menor entre los 34 países más desarrollados; la única brecha más pequeña es la de Eslovenia.
La razón para ello está en una serie de factores, desde los mayores impuestos en la Unión Europea hasta un sistema que ayuda los trabajadores despedidos a encontrar nuevos empleos y volverse a entrenar.
Esos son factores que dependen de un nivel de participación gubernamental _ financiera y de otro tipo -que sería políticamente inaceptable en muchos otros países.
Probar causa y efecto sería imposible, pero los daneses parecen más satisfechos que las poblaciones de muchos otros países industrializados.
Ochenta y nueve por ciento de los daneses reportaron tener más experiencias positivas en un día promedio que negativas, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la tasa más alta entre los 34 países miembros.
“No comemos bifes todos los días, pero estamos bien”', dijo Geleff, que tiene una casa cerca de la ciudad de Roskilde.
Mientras la brecha entre ricos y pobres crece en gran parte del mundo industrializado, una gran porción de los daneses son de clase media. Cuarenta y dos por ciento de la población trabajadora de 4,6 millones de habitantes tiene ingresos disponibles de entre 200.000 y 400.000 coronas (36.700 y 73.300 dólares). Apenas 2,5% ganan más de 500.000 coronas (91.383 dólares) al año.
De acuerdo con la OCDE, de la población danesa, el 20% con mayores ingresos gana como promedio cuatro veces más que el 20% con menores ingresos. En Estados Unidos, en contraste, la diferencia es de ocho veces.
La idea de una generosa protección gubernamental para las personas comunes está profundamente arraigada en una nación donde prácticamente no existe una élite adinerada.
Miembros de la familia real a menudo van en bicicleta a dejar a sus niños en la guardería. El invierno pasado, la primera ministra Helle Thorning-Schmidt estaba paleando nieve en las afueras de su casa en Copenhague.
Con una fuerte red social establecida, el gobierno ha persuadido a los sindicatos a aceptar más flexibilidad en el mercado laboral. Bajo el nuevo modelo, las compañías pueden despedir a personal durante momentos de baja económica. Los trabajadores desempleados entonces reciben entrenamiento y guía para nuevas carreras.
Ese tipo de entrenamiento demuestra la prioridad que Dinamarca le da a la educación, que es gratuita para todos los habitantes sin importar la edad.
Los estudiantes mayores de 18 años reciben un subsidio de 5.839 coronas (1.028 dólares) al mes. Los que aún viven con sus padres reciben aproximadamente la mitad de eso.
La educación es algo tan prioritario que Dinamarca tiene algo que no se ve en otros países: una escasez de mano de obra no calificada. Dinamarca no tiene un salario mínimo, pero los sindicatos y las agrupaciones patronales han acordado pagar un mínimo de 111 coronas (20,30 dólares) la hora.
Torben Andersen, profesor de economía de la Universidad de Aarhus, dice que en gran parte la causa de la igualdad económica se debe a la unidad política del país.
“No tenemos los fuertes conflictos y el intenso partidismo que se ven en otras naciones como por ejemplo en Estados Unidos”, dijo el profesor Andersen.
Notables avances en salud pública y seguimiento de casos
La base de datos es enorme y completa. Se trata de los registros hospitalarios (visitas ocasionales, emergencias, admisiones) de toda la población danesa de 1996 al 2010.
Son los datos de 6.2 millones de pacientes, que tuvieron un total de 65 millones de encuentros clínicos y en los que se dieron 101 millones de diagnósticos (a un solo paciente se le puede llegar a dar más de un diagnóstico por encuentro).
Con esos datos, un grupo de investigadores hizo una análisis de big data, siguiendo paciente por paciente, hasta encontrar "trayectorias significativas"; es decir conexiones entre los diagnósticos, cuál conduce a cuál.
Encontraron 1,171 trayectorias con un análisis sin hipótesis previa. Es importante señalar la falta de hipótesis porque no es que se tratara de demostrar una idea sino de dejar que los datos "hablaran por sí mismos", comenta Lars Juhl Jensen quien, junto con Soren Brunak, es uno de los líderes del estudio cuyos resultados se publican esta semana en la revista Nature Communications.
Así encontraron que algunos males, como la enfermedad de obstrucción pulmonar crónica (EPOC) y la gota, tienen papeles preponderantes en la progresión de diversas afecciones.
"Sugerimos -refieren en la publicación- que estos análisis de trayectoria pueden ser usados para predecir y prevenir futuras enfermedades de pacientes individuales".
Por ejemplo, un diagnóstico temprano de la EPOC puede ayudar a estar preparado para las derivaciones más evidentes, como la bronquitis crónica, la falla respiratoria o la neumonía bacteriana hasta la osteoporosis o la cistitis.
Sin muchas sorpresas
Con cierta modestia, dada la magnitud del análisis, Lars Juhl Jensen comenta que en realidad este no tiene resultados realmente nuevos o sorprendentes para el clínico o el internista experimentados, salvo quizá el papel de la gota.
Pero lo que resulta muy sorprendente es hasta qué grado este estudio marcará un antes y un después en el cuidado de la salud, al menos en Dinamarca.
"Podremos relacionar la morbilidad con el estilo de vida y con biomarcadores (moléculas o genes indicativos de una predisposición)", comentó Jensen.
"¿No está dando ahí un paso demasiado grande? -preguntó el periodista, escéptico y sorprendido- ¿O la base de datos tiene también información sobre el estilo de vida de cada uno de los daneses y sus biomarcadores?".
La respuesta fue que no tienen los datos de estilo de vida pero sí las historias clínicas familiares completas por décadas, lo que permite suposiciones acertadas sobre la composición genética de la población y que se está empezando a juntar más información sobre los biomarcadores (buena parte de la charla se dedicó a resaltar cómo se protege la confidencialidad de los datos).
"Los daneses morimos jóvenes", dice Jensen. "Tendemos a pensar que nuestra salud es responsabilidad del Estado". Pero tal parece que el Estado acepta plenamente esa responsabilidad.