Paradojas de la vida y de la política: dos años después de terminar su Gobierno, Dilma Rousseff se prepara para ingresar en el Senado brasileño y así compartir recinto con varios de los parlamentarios que la destituyeron de su presidencia.
La expresidenta fue habilitada por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que ayer confirmó su candidatura con una votación unánime de sus siete miembros.
En setiembre, el Tribunal Regional Electoral de Minas Gerais había validado su candidatura a pesar de una decena de impugnaciones.
Mandataria de Brasil desde enero de 2011 hasta agosto de 2016, cuando el Senado la removió de su cargo en un controvertido proceso de "impeachment", Rousseff se presentará en las elecciones brasileñas que se disputarán el próximo domingo como candidata a la Cámara alta. Y si los votos ratifican lo que muestran las encuestas, conseguirá muy fácilmente su lugar en el Parlamento.
Representando al estado de Minas Gerais, que pondrá en juego dos escaños, y como candidata del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), la mujer de 70 años lidera en las encuestas con casi un 30 por ciento de los votos, una ventaja de más de diez puntos respecto a sus perseguidores.
El recorrido de Rousseff en los últimos dos años, de todas formas, no fue nada fácil. Cuando el 31 de agosto de 2016 el Senado la destituyó de la presidencia, no fueron pocos los que pensaron que su carrera política estaba acabada.
Y de hecho, por poco no lo estuvo: de los 61 senadores que votaron por su destitución, sólo 42 lo hicieron, ese mismo día, para que se le prohibiese volver a ejercer cargos públicos. La mayoría de 54 votos no fue alcanzada y por eso es que Rousseff hoy puede presentarse como candidata.
En noviembre de aquel 2016, ella no pensaba en eso. En una entrevista con el diario Folha de Sao Paulo manifestó que quería escribir un novela policial. El nombre del barrio en el que vivía, en la ciudad de Porto Alegre, parecía hacer referencia a su estado de ánimo post-destitución: "Tristeza".
Resurgimiento
Sin embargo, poco a poco, Rousseff se fue asomando de nuevo a la arena política. En un principio, acompañando en actos a Luiz Inácio Lula da Silva, líder del PT, presidente de Brasil entre 2003 y 2010 y quien ya se perfilaba para representar al partido en las elecciones de este año, hasta que ingresó en prisión en abril para purgar una pena de 12 años por corrupción.
Pero luego comenzó a tomar, de nuevo, vuelo propio y la idea de aprovechar aquella oportunidad que el Senado le otorgó el día de su destitución empezó a volverse palpable.
El 6 de abril de este año, Rousseff modificó su domicilio electoral: pasó de Porto Alegre a Belo Horizonte, en Minas Gerais. Según ella alegó en el momento, la mudanza tenía que ver con motivos familiares y no obedecía a ninguna cuestión electoral. Sin embargo, las especulaciones políticas comenzaron.
Cuando el 28 de junio la ex presidenta anunció su precandidatura para el Senado, la sorpresa no fue tan grande. Desde hacía un tiempo, encuestas internas del PT mostraban que su figura tenía en el estado "mineiro" un alto índice de preferencias.
Pero entonces, y con la campaña ya iniciada, diez pedidos para impugnar su candidatura fueron presentados ante la Justicia regional. Uno de ellos estaba firmado por Danielle Dytz da Cunha, hija de Eduardo Cunha, el diputado que impulsó su destitución en 2016 y que hoy se encuentra preso.
Según los recursos presentados, el propio acto de "impeachment" determinaba que la persona destituida no podía ejercer cargos públicos durante los ocho años siguientes, lo que presumiblemente impedía la candidatura de Rousseff.
Campaña
A lo largo de su campaña, Rousseff denunció las políticas liberales del actual Gobierno, el aumento de la pobreza y recordó el crecimiento de la economía brasileña durante los casi 14 años que gobernó el PT. Todavía hoy, tanto ella como su partido se refieren al proceso que la destituyó de la presidencia como a un "golpe".
El 1 de octubre, el juez Sergio Moro divulgó una parte del testimonio de Antonio Palocci, ministro durante los Gobiernos del PT, según el cual las campañas presidenciales de Rousseff de 2010 y 2014 habían costado más del doble del dinero declarado.
A pesar de esta supuesta revelación, enmarcada en el contexto de la megacausa por corrupción "Lava Jato" ("Lavado de autos"), la ex presidenta continuó firme en su intención de voto en las encuestas que se divulgaron los días posteriores.
La carrera política de Rousseff comenzó en 1964, cuando, en plena dictadura se afilió a una organización socialista. Más de 50 años después, probablemente sea elegida senadora, un cargo que nunca ocupó. A dos años del "impeachment", su retorno a la arena política brasileña es casi una certeza.