Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
A fines de la semana pasada se conocieron decisiones de autoridades sanitarias de Brasil poniendo exigencias muy fuertes a importadores y distribuidores de frutas con exigencias a los productores respecto al control sobre carpocapsa, que este verano motivaron una suspensión del ingreso de fruta argentina.
El martes se supo que la presidenta Dilma Rousseff había decidido aumentar el Impuesto a los Productos Industriales (IPI) de diferentes bebidas alcohólicas nacionales y extranjeras.
Esta última decisión, si bien afecta las exportaciones de vinos argentinos, también perjudica al resto de los vinos importados y a la producción local. El problema grave es que afectará al consumo de vinos en sí mismo porque, aparentemente, quedará afuera de este gravamen la producción de cerveza, cuyo consumo es muy importante en aquel país.
Esta decisión del gobierno fue una respuesta al rechazo del Congreso de Brasil a restaurar el impuesto a las transacciones financieras con que el gobierno de Rousseff pensaba financiar una parte del abultado déficit que se presupuesta para el próximo año. Con el aumento del IPI, el gobierno de Dilma espera ingresar unos 1.000 millones de reales adicionales, pero el déficit previsto en el Presupuesto superaría los 100.000 millones de reales.Hoy Brasil toma decisiones que afectan a sus socios con el objetivo de tratar de superar la crisis financiera y presupuestaria que ha llevado a su economía a ingresar formalmente en recesión.
La misma crisis hace que los inversores escapen del mercado brasileño generando una devaluación sistemática del real, que el miércoles alcanzó el valor más bajo desde 2002, al tocar los 3,74 reales por dólar. Esta devaluación también afecta las exportaciones argentinas hacia ese destino, que en los primeros 8 meses del año cayeron U$S 1.480 millones, un 40% de caída respecto del mismo período del año anterior.
Las quejas argentinas, si bien justificables, olvidan que fue nuestro país el primero en tomar decisiones unilaterales para enfrentar problemas en la economía local. Como en 1997 con el “efecto caipirinha” las decisiones que tome Brasil podrían adelantar decisiones que se quieren tomar en forma gradual.