Dilma crece y no habría segunda vuelta

Así lo indica el último sondeo de la firma Ibope. Rousseff lograría suficientes votos para esquivar el balotaje. La socialista Marina Silva habría perdido un gran caudal de eventuales votantes. Anoche tenía lugar el último y crucial debate entre los candi

Dilma crece y no habría segunda vuelta
Dilma crece y no habría segunda vuelta

A tres días de las elecciones, las dos últimas encuestas publicadas anteayer sembraron la alarma en los equipos de campaña de los dos grandes opositores, la socialista Marina Silva y el socialdemócrata Aécio Neves. La presidenta Dilma Rousseff no sólo supera en 14 puntos a la ex ministra ambientalista. Tiene, según los analistas, chance de ser reelecta en la primera vuelta, lo que implicaría un giro notable en este comicio. Para Ibope, ése es uno de los escenarios más probables del próximo domingo.

Esta consultora afirma que las preferencias perdidas por Marina, quien cayó de 29 a 25 por ciento, no fueron recogidas por el socialdemócrata Aécio, estable en 19 por ciento de las intenciones de voto.

Para Datafolha, en cambio, Dilma puede haber llegado a un techo con su 40 por ciento de votantes (según la encuesta de ayer), de donde podría deducirse que bajan las chances de resolver la elección ya en la primera vuelta. Esta versión de Mauro Paulino, director general de la encuestadora, contrasta con la que había emitido el domingo último.

Ese día sentenció: “Hay una disminución de la chance de tener segunda vuelta”. Ahora si hay o no ballotage se convierte en la gran duda de los comicios del domingo. Y en segundo plano, quién estaría en esa segunda vuelta si se llega a producir.

Anteayer, los candidatos siguieron una rutina variada. Dilma, con la voz ronca y en vísperas del último debate que se desarrolló anoche a última hora en la TV Globo, prefirió permanecer sin actividades en su residencia, el Palacio de la Alvorada.

La presidente dejó en manos del ex mandatario Luis Inacio Lula da Silva la tarea de recorrer las calles de San Pablo, sobre todo en los barrios periféricos. Marina fue a la favela de Paraisópolis, un lugar que se destacó por tener una orquesta sinfónica de renombre internacional.

En ese ámbito, la candidata desplegó un discurso casi académico. “La sociedad brasileña y yo estamos en la segunda vuelta”, expuso. Y agregó: “Tenemos la plena convicción de que los brasileños no van a hacer de esta elección un plebiscito”.

Para ella, ése sería el caso si finalmente compitieran Dilma y Neves en un eventual nuevo round el 27 de octubre. Interrogada sobre cuál será su estrategia frente al descenso que, según las encuestas, experimenta en intenciones de voto, la candidata replicó: “Vamos a debatir Brasil. Vamos a continuar en el esfuerzo de respetar a los brasileños”. Ni Marina ni Aecio consiguieron atraer electores en los segmentos más numerosos de la población, las clases D y E.

En esos sectores, cuyos ingresos llegan a 1.400 dólares, Dilma hace su gran diferencia. Ella se lleva el favoritismo de los católicos, y en términos generales, 58 por ciento de los brasileños, tanto aquellos que la votan como aquellos que optan por las otras dos alternativas, afirman que será la presidenta quien gane esta elección. Son estos datos de su sondeo lo que indujeron a la encuestadora Ibope a considerar que “aumenta la posibilidad de una definición de las elecciones ya en la primera vuelta”.

Profesor en la Universidad Federal Fluminense, Daniel Aarao Reis, recordó que 70 por ciento de los electores buscaban, según las encuestas, un cambio ya fuera en los servicios públicos y/o en las instituciones políticas. Alude también a que los asesores en marketing político aconsejaron a los candidatos a mostrarse como portavoces de los cambios. “Aécio quiere cambiar para volver al pasado, Dilma quiere cambiar pero manteniendo el presente hasta las últimas consecuencias. Y Marina se desdice y contradice, con lo que dejó más dudas que esperanzas”.

¿Será que habrá cambios? ¿Y cómo navegaría el transatlántico en un mar revuelto?” Si hay dudas de cómo navegará el barco con nuevos comandantes, muy probablemente ocurra lo que sucedió en las presidenciales de 1998. Ese año, en medio de una crisis y con fugas diarias de divisas, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso consiguió, sin embargo, imponerse sobre su adversario Lula da Silva ya en la primera vuelta y por una diferencia contundente de 53 por ciento de los votos efectivos. Es un antecedente inevitable que sobrevuela esta elección.

Marina, "la Obama brasileña", no aglutina a la mayoría negra

Negra, pobre, alfabetizada a los 16 años, recolectora de caucho y sirvienta en la adolescencia: la candidata ecologista a la elección presidencial brasileña del domingo, Marina Silva, tiene las condiciones perfectas para convertirse en la primera presidenta negra del país con mayor mestizaje del mundo.

Pero a diferencia de Barack Obama, que obtuvo el 93% de los votos de los negros en Estados Unidos para su reelección en 2012, la cofavorita en la carrera a la presidencia del mayor país de América Latina no logra aglutinar masivamente negros y mestizos brasileños.

Estos últimos se ven incluso más inclinados a votar por la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, blanca, de clase media, y por su Partido de los Trabajadores (PT) en el poder desde 2003, cuyas políticas sociales y de discriminación positiva son las que más los han beneficiado desde la abolición de la esclavitud en 1888.

Lo que está en juego es mucho. Por primera vez en cinco siglos, negros (7,6%) y mestizos (43,1%) representarán más de la mitad de los 202 millones de brasileños, según datos de 2011, un año después de las últimas elecciones.

En este país muy desigual donde negro y pobre son generalmente las dos caras de la misma moneda, Rousseff domina también entre los más desfavorecidos y los menos educados.

“Los gobiernos del PT fortalecieron a los negros en la sociedad” y permitieron a millones de ellos acceder a la clase media, explica el padre franciscano negro David Santos, especialista en temas raciales y director de la ONG Educafro. Los programas sociales a favor de los más desfavorecidos, como el subsidio Bolsa Familia, “beneficiaron en un 80% a los negros y mulatos”, recuerda.

En cuanto a la ley de cuotas votada en 2012, promovió la entrada de “más negros en 10 años en las universidades públicas que en cinco siglos”, subraya este religioso.

“El símbolo encarnado por Marina Silva no alcanza. Aunque promete continuar estas políticas, el brasileño prefiere apostar por lo seguro que por lo dudoso”, dice.

La presidenta Dilma Rousseff lo ha comprendido bien. En su spot televisivo de propaganda electoral, aparece sentada en un banco junto a dos niños negros sonrientes. Jugando la carta del miedo, acusa a Marina Silva de querer suprimir las ayudas sociales.

Paradójicamente, Marina Silva no explota el filón de la raza. “¡Ustedes van a elegir a la primera presidenta negra de Brasil!”, lanzó en un mitín, en una muy rara alusión al asunto.

Pero centra su campaña en la promesa de una “nueva política” en ruptura con los viejos partidos y en equilibrio entre la preservación de los logros sociales y el retorno a una gestión económica ortodoxa.

“Sería extraordinario tener una presidenta negra. Y Marina tiene todo para atraer el voto negro. Pero no ha trabajado lo suficiente este electorado”, deplora el profesor y activista negro Helio Santos, presidente del Instituto Brasileño para la Diversidad (IBD).

“Si logra llegar a la segunda vuelta y destaca finalmente el hecho de ser negra y mujer, los dos componentes más discriminados de la población, tendrá su chance. De otra manera, imposible”, estima. AFP

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