En sus primeras declaraciones, el ministro de economía designado por Jair Bolsonaro, Pablo Guedes, había aclarado que para el gobierno de Brasil la Argentina ni el Mercosur eran una prioridad. Esto golpeó muy fuerte en nuestro país pero el tema quedó más aclarado con la visita que el presidente Macri hizo la semana anterior a la nación vecina como mandatario argentino pero también como Presidente Pro tempore del Mercosur.
Brasil es el país de mayor extensión territorial de Sudamérica, el más poblado y una de las economías más grandes del mundo. Tiene el volumen de atracción de Inversiones Extranjeras Directas (IED) más alto de la región, que en 2018 llegó a u$s 75.000 millones (aunque bajaron un 12% respecto de 2017) y en su país poseen asiento 30 de las 100 empresas multinacionales latinoamericanos más grandes.
Estas dimensiones le dan una posición estratégica muy importante que Bolsonaro quiere explotar para desarrollar su economía.
Todos los analistas calculan que Brasil puede crecer un 2,5% este año, que es muy poco después de tres años de caída y una tibia recuperación este año. Pero hay que considerar que las primeras medidas que debe adoptar el gobierno son de gran austeridad fiscal, lo que implica una política monetaria muy restrictiva que no ayudará a crecer. Por eso la necesidad del nuevo presidente de sacarse el corsé del Mercosur, al menos tal como se encuentra ahora.
Argentina y Brasil tienen economías muy cerradas y por eso son las que menos han crecido en los últimos 20 años pero ambos presidentes deben enfrentar las resistencias de los sectores empresarios internos acostumbrados a la protección. Macri de alguna manera lo ha hecho pero Bolsonaro no tendrá un panorama tan fácil ya que los grupos empresarios de su país son muy fuertes y tiene muchos legisladores que representan a estos sectores y pondrán trabas a cualquier decisión de abrir a economía, al menos en forma muy rápida.
De la misma forma deberá dejar conformes a un grupo de miembros de su gabinete, integrado por militares nacionalistas, nada afectos a las aperturas económicas.
Sin embargo, además de que los discursos del nuevo mandatario de Brasil siguen sin convencer, como ocurrió con el último pronunciado en el Foro de Davos, la amenaza que podría representar Bolsonaro se está diluyendo por la realidad que muestra que los empresarios no están convencidos, ya que aún resuenan los actos de corrupción en los que están incursos muchos funcionarios.
Por su parte, Argentina debe hacer muchos deberes si quiere avanzar en la flexibilidad del Mercosur y la posibilidad de bajar aranceles y tener la posibilidad de establecer nuevos convenios bilaterales para lo cual debe encarar seriamente reformas estructurales. Nadie le pedirá al gobierno resultados inmediatos pero sí la convicción de un camino claro con objetivos concretos.
Si Argentina cierra nuevos acuerdos bilaterales se encontrará con un serio problema porque la economía carece de competitividad debido a la tremenda presión impositiva y porque las empresas, acostumbradas al proteccionismo, no alcanzaron niveles de escala suficientes para tener competitividad global, algo que sí hicieron los sectores de campo vinculados a los granos y por lo cual son los únicos competitivos.
Para nosotros hoy Bolsonaro es un desafío, es mirar al mundo con realismo. Hoy, si Argentina firma cualquier tratado de libre comercio con otro país termina perjudicada porque no somos un país competitivo.
La Argentina actual pierde contra todos, pero lo peor, es que está perdiendo contra sí misma. Por eso es necesaria la corrección.
No basta con tratar de administrar bien un sistema corrupto e ineficiente. Es necesario cambiarlo seriamente y de raíz.
