El administrador Pedro Flores estuvo encargado de acompañar al gasista que llegó con su ayudante hasta el lugar para cambiar el regulador del inmueble. Se convirtió en testigo directo de los instantes previos y posteriores al estallido fatal. El martes, momentos antes de que se produjera el estallido que conmovió a la ciudad, Carlos García había ingresado junto a su colaborador, Pablo Miño, previamente contratados por la administración.
Al reconstruir lo que ocurrió cuando regresó a la puerta de entrada, Pedro recordó: "Me dijo que estaba llamando a emergencias, pero después agarró su chata y se fue". Desesperado, el portero había ido a los tumbos por la escalera desde uno de los pisos superiores tras advertir que algo andaba mal.
"Cuando bajé, no podía ver por la cantidad de gas", contó. Una vez que ambos se encontraron afuera, el portero le gritó al gasista "que iba a morir gente" y después empezó a pedir que llamaran a emergencias mientras trataba de sacar los autos de la calle.
Los vecinos calcularon que al momento del desastre alrededor de 190 personas estaban en las torres. Pero sólo 81 resultaron afectados, es decir, menos de la mitad. Pero la tragedia podría haber sido peor aún si la situación se hubiera desencadenado dos horas antes. En el momento de la explosión, las 9.40, muchos habían abandonado los departamentos para ir a trabajar. Flores, observó como cada mañana a las familias enteras que se marchaban con sus hijos a colegios y jardines de infantes.
El horario, y el día, colaboraron para que una gran parte de los vecinos no estuvieran allí durante la mañana.