Difícil subsistencia de las bibliotecas populares

En Mendoza existen más de un centenar de bibliotecas populares pero no siempre están en su mejor condición. La falta de locales adecuados es la mayor carencia.

Difícil subsistencia de las bibliotecas populares

La feliz circunstancia de que la biblioteca pública Presbítero Pedro Arce, de Godoy Cruz, esté atravesando el año del centenario de su creación, nos permite meditar sobre la realidad y el futuro de estas entidades, tan útiles para los habitantes de barrios, especialmente los niños, adolescentes y jóvenes.

En la casa de los libros que tomamos como punto de referencia para nuestro comentario, la realidad es complicada porque está prácticamente ahogada en sus posibilidades de acción y tiene la esperanza de construir un edificio propio.

Hay que dejar muy claro que existen distintos tipos de bibliotecas, entre las que podemos citar las populares, escolares, universitarias, especializadas, municipales y populares, entre las más habituales, aclarando que una popular es la resultante de un grupo de vecinos que se comprometen a formarla y mantenerla.

Estas organizaciones subsisten gracias al pago de una cuota canon, generalmente muy baja, por parte de los asociados y con los aportes de las Comisiones Protectoras de Bibliotecas Populares (Coprobip) y Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), respectivamente.

También debe explicarse que estas entidades son atendidas por voluntarios comprometidos con las actividades de la economía social, sin cobrar remuneración por su trabajo, pero que por los nuevos paradigmas de esta función social requieren de personas especializadas para una eficiente atención frente al crecimiento y el avance tecnológico. De otra forma las organizaciones que estamos describiendo no podrían avanzar.

Si bien la realidad de la Arce, con su carencia de un local adecuado, no refleja la situación general del sector, es bastante indicativa de las limitaciones que padecen estas organizaciones barriales, importantes en sus zonas de influencia, especialmente para escolares y alumnos del secundario que consiguen allí los libros de texto que les permiten estudiar.

Los subsidios que reciben desde la  Provincia y la Nación, a través de la Coprobip y Conabip son modestos. Ese menguado apoyo económico no les posibilita, como el caso de la biblioteca centenaria que usamos de ejemplo, disponer de algo tan elemental como un edificio de su propiedad.

A la función primaria de ser depositaria exclusivamente de ejemplares para la lectura, debe añadirse que las bibliotecas populares funcionan como centros culturales. Pero, sin la base física para recibir a la gente y proyectarse en diversas acciones, la biblioteca popular queda en una posición anodina, sin proyección social y expuesta a desaparecer.

Propiciamos desde estas líneas el incremento de los auxilios económicos del Estado para que las nobles instituciones descriptas perseveren, mejoren sus prestaciones y sigan siendo el respaldo de muchas personas que no pueden comprar ejemplares de lectura.

Inclusive, sería muy propicio que la biblioteca popular articule directamente con las escuelas primarias, que son la plataforma de formación de muchos niños, en atención a que no siempre los establecimientos educativos cuentan con una biblioteca en sus locales. El trabajo directo con colegios de la zona, jardines, centros de jubilados y uniones vecinales, fortifica a la comunidad y es de beneficio mutuo.

Una aspiración más sería que todos los departamentos dispusieran de porcentajes del ingreso municipal a favor de las bibliotecas.

Afortunadamente, las bibliotecas subsisten y, según datos de la mencionada Coprobip, en los últimos 4 años Mendoza ha experimentado un crecimiento importante en lo que concierne a bibliotecas populares.

En 2010, en toda la provincia existían alrededor de 45, y hoy son 105 las que están registradas. Pero, como hemos señalado, no siempre se encuentran en su mejor condición.

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