“Egoísta y temerario” o “joven ingenuo y bien intencionado”: el misterio continúa rodeando la personalidad del soldado Bradley Manning, declarado este martes culpable de espionaje por la justicia militar estadounidense.
Rubio, de pelo corto, con un rostro de adolescente y de anteojos finos, el ex militar de 25 años, oriundo de Oklahoma no da precisamente la impresión de ser uno de los más célebres “whistleblowers” (responsable de fugas) de la historia de Estados Unidos.
Sin embargo, entre noviembre de 2009 y mayo de 2010, este ex analista de inteligencia telecargó y luego envió al sitio en internet Wikileaks miles de documentos clasificados del gobierno estadounidense sobre las guerras de Irak y Afganistán y 250.000 telegramas del Departamento de Estado.
La “fuga” del siglo provocó un terremoto en la diplomacia mundial y la ira de la primera potencia mundial.
Un peso duro de sobrellevar para el joven Manning, quien en 2007 ingresó al ejército luego de una infancia pautada por los insultos de sus compañeros, sea por su aspecto de “intelectual” o por su homosexualidad.
Su abogado David Coombs aseguró en su alegato final que Manning no era un traidor, como lo afirmaba la fiscalía, sino simplemente “un joven, ingenuo y bien intencionado” impactado por lo que vio en Irak. La fiscalía lo describió, por el contrario, como “un ser egoísta y temerario”, consciente de que al transmitir los documentos a Wikileaks éstos podrían ser vistos por los enemigos de Estados Unidos, en primer lugar Al-Qaeda.
Durante audiencias preliminares del proceso, testigos del gobierno aludieron en un primer momento a Manning como una persona “deprimida”, “ansiosa”, “sujeta a crisis de pánico”, mencionando incluso su mutismo, su sonambulismo y su “pérdida de referencias sexuales”.
Miembros del personal de la prisión de Quantico -en la que Manning permaneció recluido durante nueve meses- contaron episodios en que el joven lamía los barrotes de su célula mientras dormía, lloraba mientras se golpeaba la cabeza con sus dos manos, intentando justificar la decisión de las autoridades de mantenerlo en un régimen de detención ultrasevero reservado a los suicidas.