Para realizar un análisis del acto convocado por Hugo Moyano habría quizás que recurrir al diccionario. Según la Real Academia Española, el término "juntar" significa "unir unas cosas con otras o acercarlas; reunir, congregar; acumular o arrimarse, acercarse uno a otro", mientras "amontonar" significa "poner unas cosas sobre otras de manera desordenada o descuidada, formando un montón; juntar y mezclar varias cosas en abundancia, sin orden ni elección". Pues bien, el miércoles el dirigente de los camioneros consiguió "amontonar" a muchos dirigentes y a mucha gente, de las más variadas extracciones políticas y de personas -muchas también- que están disconformes con la política implementada por el gobierno y que consideraron que sumarse a la marcha era una forma democrática de reclamo.
Pero Moyano no logró "juntar" a nadie porque cada dirigente gremial, barrial, social o político se fue solo, como llegó y porque cada uno de ellos improvisó un discurso en el que no hicieron más que ratificar sus posiciones personales. De manera tal que Moyano logró su objetivo de "amontonar" a mucha gente, pero en el balance final y con miras al futuro, no le quedó nada en las manos.
El contenido del acto podría ser deshojado desde diferentes planos. En primer lugar, en la cantidad de gente que asistió y, como siempre pasa, los sindicalistas suelen contar los pies de los asistentes y multiplicarlos por dos, mientras el Gobierno (el actual y los anteriores) también cuenta los pies, pero los divide por tres o por cuatro. Fue importante la concurrencia porque no resulta fácil congregar a tanta gente, pero también es dable advertir que cada uno de los sectores intentó llevar manifestantes para fortalecer su situación personal. Y así lo dejaron reflejados en sus discursos: Hugo Yasky, intentando reivindicarse ante sus afiliados luego de una década de obsecuencia con las gestiones de Cristina y Néstor Kirchner y Pablo Micheli, para ratificar su posicionamiento crítico con los gobiernos y reclamando paros generales a modo de protesta.
Un párrafo especial merece el bancario mendocino Sergio Palazzo, un dirigente de extracción radical, devenido en kirchnerista a raíz de su amistad con Wado De Pedro. Palazzo debió hablar en un momento difícil, ya que su gremio venía de un paro por 48 horas por un reclamo salarial, que había provocado muchas quejas, especialmente de parte de los jubilados. El bancario logró salir airoso con un discurso centrado en la situación económica y en el reclamo por la implementación de la reforma previsional y por el hecho de que horas antes había pedido perdón por los enojos generados por la medida de fuerza.
En el caso de Hugo Moyano y su discurso, podríamos decir que, en la primera curva, se fue al pasto. Porque había dicho que la convocatoria no tenía ningún interés personal, pero sus primeras palabras estuvieron destinadas a criticar las investigaciones judiciales y hasta recurrió a frases insólitas, como cuando dijo que está dispuesto a "dar la vida" por los trabajadores. Quizás su intención fue otra, pero lo que quedó en la superficie fue que quiso demostrar que tiene poder aunque, tal como lo señalamos en un párrafo anterior, media hora después del acto y cuando la gente se fue, a Moyano no le quedó nada en las manos.
Con miras a futuro, le aparecen muchas nubes de tormenta en el horizonte. En el plano interno de la CGT, su convocatoria no sólo no ganó adeptos sino que provocó una dispersión absoluta. Muchos de los que lo siguieron durante años prefirieron dar un paso al costado y otros, como Luis Barrionuevo, estuvo con él, pero pocas horas antes decidió mantenerse al margen. "Lo que ocurre es que muchos están dispuestos a acompañarlo, pero sólo hasta la puerta del cementerio…", indicó un veterano dirigente sindical. La situación puede entorpecer las intenciones de Pablo Moyano, adjunto de Camioneros e hijo de Hugo, en posicionarse como futuro y único titular de una central obrera unificada, para lo cual ya está trabajando.
Pero deberá enfrentarse a grupos cohesionados, como los "gordos", que han logrado superar batallas mucho más duras y difíciles. De todos modos y valga la aclaración, Moyano también cuenta con algunas cartas en el mazo.
No le fue mejor a Moyano en el aspecto político. Los dirigentes del partido Justicialista, con José Luis Gioja a la cabeza, los gobernadores, muchos de los intendentes del conurbano y antiguos peronistas ortodoxos no criticaron pero miraron para otro lado y no se sumaron al reclamo. Sólo Máximo Kirchner dijo presente, pero sin exponerse demasiado, ya que ni siquiera subió al palco, como queriendo decir que estaba con el reclamo pero no con quien lo encabezaba.
Para el Gobierno, la marcha del miércoles debe constituir un severo llamado de atención. Si cree que ganó una batalla porque muchos no adhirieron a la marcha, se equivoca porque que un dirigente gremial, cuestionado, investigado por la Justicia, discutido por sus propios pares y con sólo un 2 por ciento de nivel de credibilidad, como dicen las encuestas, haya logrado la asistencia de más de 100 mil personas (contando sólo las cifras oficiales), significa que hay mucha gente descontenta. Parte de ellas enojadas porque votó al gobierno para apoyar su gestión y olvidar al kirchnerismo, pero poco después se encontró con subas de tarifas, inflación y medidas anti populares como la reforma previsional. Suele decirse que nadie es más fuerte que el primer día y es muy factible que Macri haya aprovechado el apoyo en las urnas para profundizar el bisturí en algunos rubros sensibles.
Pero necesitará de hombres capaces de dialogar en temas inquietantes, como puede ser el caso de las paritarias. Resulta difícil de explicar que el Gobierno intente poner un "techo" de aumento inferior al de la posible reconocida inflación sin que la dirigencia sindical imponga algún tipo de reclamo. Si Macri logra superar el problema de la inflación, habrá dado un paso más que importante y hacia ese objetivo parece encaminado el Gobierno. Si lo logra, bienvenido sea; pero si no lo alcanza, el panorama se le va a complicar.