A diez años del histórico ascenso de una mendocina al Himalaya

Familiares y amigos de la fallecida andinista Nancy Silvestrini plantaron un árbol en el parque San Martín para recordarla "erguida y apuntando hacia arriba". Fue la primera argentina en llegar a la cima de un "ochomil".

A diez años del histórico ascenso de una mendocina al Himalaya
A diez años del histórico ascenso de una mendocina al Himalaya

Diez años pasaron de aquel histórico día. Ese que transformó a

Nancy Silvestrini (31)

en la

primera argentina en hacer cumbre en el Himalaya

, pero que al mismo tiempo sumó a ese capítulo un trágico final, ya que mientras la andinista descendía de la cima soñada, una ráfaga de viento la arrastró y su cuerpo quedó enterrado a 6.500 metros de altura. Por eso, hoy sus familiares y amigos plantaron un árbol en el Parque General San Martín con la intención de generar un espacio donde se la pueda ir a recordar.

“El árbol es un símbolo de vida por excelencia, que se mantiene fuerte, erguido y apuntando para arriba. Siempre subiendo. Todas estas cualidades personifican el espíritu de Nancy”, explicó a

Los Andes

la hermana de la andinista, Elena Silvestrini, quien junto con su otro hermano, organizó el homenaje que se realizó este mediodía en el Prado Español. La deportista también tiene desde 2006 una placa que la recuerda en el Cementario de Andinistas de Puente del Inca.

La mendocina era una de las mejores guías de montaña del país, según recalcan quienes la conocían. Trabajó varios años con el referente local Fernando Grajales (hijo) y pese a que sólo tenía 31 años, en su currículum sobresalían seis cumbres al Aconcagua y varios ascensos a montañas de Perú, Bolivia y España. Fue justamente en tierras españolas donde conoció a los otros seis andinistas de ese país que la acompañaron en su travesía a Pakistán.

El 30 de mayo de 2003, Nancy dejó su hogar en Guaymallén para cumplir con una de las metas más anheladas por los deportistas de montaña, pisar la cima de un ‘ochomil’. Se trata de picos de más de 8 mil metros de altura, que están todos ubicados en el Himalaya, repartidos entre Nepal, Tibet (China) y Pakistán.

Nancy y su equipo de escaladores eligieron el Gasherbrum I, de la cordillera Karakorumen, de 8.068 metros de altura, de características técnicas dificultosas aún por la ruta normal. Seis de ellos lograron alcanzar el objetivo el 5 de julio de 2003. Pero cuando estaban festejando la hazaña, una feroz tormenta se desató de repente obligándolos a descender, pero las ráfagas la empujaron al vacío y perdió la vida en una caída de 900 metros poco antes de alcanzar su campamento.

Sus compañeros continuaron bajando, pero a los 7.200 metros se encontraron con el séptimo andinista del grupo, que no había podido llegar a la cumbre. El joven estaba muerto, se llamaba José Manuel Buenaga y tenía 29 años.

“La recordamos con orgullo y dolor. Hoy es un día difícil. Su cuerpo no pudo recuperarse porque quedó en un lugar de imposible acceso, donde ni siquiera pueden llegar los helicópteros”, contó Elena a este diario.

La joven llevaba tiempo preparándose para cumplir con su meta. De hecho, su hermana cuenta que estaba tan bien entrenada que hasta cargó durante su ascenso con varios elementos de montaña de la otra mujer española que llegó a la cumbre con ella.

"Era muy buena. Era la única mujer que escalaba a la par de los hombres en el Aconcagua", contó en su momento a un diario nacional, Ulises Corvalán, su entrenador y pareja durante cuatro años.

Sus conocidos la recuerdan como una mujer valiente, apasionada por la montaña y muy optimista. Y su amor por el Aconcagua fue contagioso, tanto que Jorge Gocheaga, uno de los españoles que participó de la proeza en el Himalaya junto a Nancy y el encargado de entregar sus pertenencias a la familia Silvestrini pocos días después del accidente, volvió otra vez a Mendoza en 2007 para escalar el Coloso de América como una forma de homenajearla.

“… Para mí esta vida también es para aprender algo más que todo eso, algo que solo descubrimos siguiendo a nuestro corazón y jugándonos todas las fichas por ese camino que sentimos desde adentro y nos marca lo que realmente somos aunque no sea lo común, lo que está escrito en las reglas sociales…”, escribió alguna vez Nancy.

Por eso su hermana rescata su espíritu soñador. “Cuando terminaba la temporada en el Aconcagua, migraba hacia otros países. Siempre en busca de cumbres desafiantes. Ella estaba muy entusiasmada con este viaje y cada vez que se iba nos decía una frase muy común entre los andinistas: la montaña de alguna u otra forma te reclama. Y así fue, ahora Nancy es parte de ella”, expresó Elena.

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