Ha pasado más de una semana de aquel viernes de locos, lluvioso y agotador, en el que el Secretario de Cultura Diego Gareca tuvo que llamar a una conferencia de prensa de apuro para, pronóstico en mano, anunciar que la Vía Blanca se hacía, se hacía el Carrusel y se hacía el Acto Central de la Fiesta de la Vendimia.
Fue ese el último cronograma vendimial que a Gareca le tocó asumir como parte de la gestión para la que lo nombró Alfredo Cornejo, y no estuvo exento de problemas.
Sin embargo, pasó con éxito y, fuera de algún mal rato, nada se compara con aquella caótica fiesta de 2017 en la que 2 accidentes en el Frank Romero Day no sólo pudieron haber sido trágicos, sino que aun sin serlo podrían haberle costado el puesto al encargado de la gestión cultural de la provincia.
Por todas esas razones es que, como decíamos, se respira tranquilidad en el segundo piso del edificio del ex Banco Hipotecario. A Gareca, a su vozarrón, se lo oye hacer bromas con la gente de su equipo antes de recibir a Los Andes en su despacho. Está tranquilo y de buen humor.
Eso sí, ha puesto un toque de elegancia a su apariencia. Al acostumbrado peinado con gel hacia atrás y la barba con el largo incipiente siempre mantenido, le ha agregado un saco elegante sport de un azul indefinible, que da a su apariencia ese aspecto entre elegante y casual tan en boga.
Así que ahí, frente a la mesa en la que también recibe a todos los directores de Cultura de los departamentos, Gareca dispone el termo, la yerba y el mate que convidará en la extensa charla, revisa por última vez su celular (que lleva como fondo de pantalla un retrato en blanco y negro de Atahualpa Yupanqui) y se dispone a hablar con su verborragia habitual.
–Pasó la última fiesta de la Vendimia de su gestión. ¿Cuál es el balance que hacés de lo realizado?
–Nos toca producir una fiesta que tiene su historia. Y entendemos que hicimos modificaciones sobre el uso de recursos y eso en esta fiesta, última de nuestra gestión, ha dado buenos resultados. Hemos hecho un Vendimia con el mismo gasto que en la última de la gestión anterior.
¿Qué pasó para que pudiéramos gastar lo mismo que hace cuatro años? Bueno, la primera Vendimia que hicimos en 2016 fue de transición. Fue un desafío con los números: al recibirlos, en un momento en que la gestión anterior había dejado las cosas como todos saben, pensamos hasta que no íbamos a poder a hacerla. Así que desde ese momento la línea elegida fue la de cuidar los gastos, ya que se trata de una fiesta que tiene su correlato económico para la Provincia.
–O sea que, antes que todo lo "cultural", la primera decisión fue más bien económica…
–En donde nosotros pusimos el ojo fue en los procesos de licitación, en los gastos, de manera de reducirlos. Eso hace que hoy en día estemos en condiciones de pagar todo, a los artistas incluso. La complejidad de una fiesta así tiene pocas comparaciones. No es un recital. Son 2.000 personas con las que se trabaja durante tres meses.
–¿Y qué sienten con respecto a lo artístico que han dado estas fiestas?
–En cuanto a las propuestas seleccionadas también estamos orgullosos. Generamos transparencia. Debo recordar que una de nuestras vendimias fue dirigida por Vilma Rúpolo y Guillermo Troncoso, quienes han mostrado públicamente que su afinidad política no es con nuestro partido.
En resumen, ordenar la Vendimia ha sido la obsesión nuestra. Y eso lo va a ver quien me suceda en el cargo: encontrará todo ordenado.
–Cuando en 2017 se cayó una grúa en las gradas y luego una parrilla de luces sobre el escenario, apareció un importante apoyo del gobernador al ratificarte en el cargo. Si hubieras estado en la vereda opuesta, ¿no habrías pedido la dimisión del secretario de Cultura?
–Te puedo decir en qué cosas somos distintos en una gestión y otra. Yo estaba en la gestión de Cultura de Godoy Cruz cuando gobernaron Jaque y Pérez. Y jamás emití una opinión de ese tipo contra los encargados de Cultura, aunque tuviera una posición crítica. Yo les debo recordar a todos que cuando asumí lo hice con una deuda de 50 palos, que nos costó dos años pagar. Por eso digo que somos distintos.
–Pero volviendo a lo que pasó en esa Vendimia, algunos se sorprenden, justamente, de que no te haya costado el cargo. Ni hablar de que a todo se sumó el incendio del ECA.
–Fue muy fuerte, sin dudas. Fueron situaciones tremendas. Pero lo que pasó fue que estábamos bien porque nos agarró en el medio de la gestión. Cuatro años son muy poco para desarrollar una política cultural, y en ese panorama, el primer año lo dedicás a arreglar todo el desastre de lo que recibís.
Cuando querés empezar a aplicar tus políticas, lo tenés que hacer en el segundo año, que fue cuando a nosotros nos pasan esos dos hechos. Habíamos ya delineado nuestra política y nos sentíamos fortalecidos. Por supuesto, fue importante el apoyo de un gobernador que entendió que lo que había sucedido era accidental. Pero creo, honestamente, que si hubiera sido otro el gobernador, me hubiera pedido la renuncia.
–Hablabas de la obsesión de tu gestión por no malgastar. Pero eso tiene riesgos. Por ejemplo, se eliminó una repetición de Vendimia y, cuando se apostó en una de las ediciones a contar sólo con artistas locales, se criticó la escasez de público…
–Hubo poco público porque tenés 17.000 gradas y metés a 8.000 personas… Y justamente con una de las recetas que más se solicitan: la de tener artistas locales.
Nosotros entendemos que hay una lógica de mercado que hace casi imposible que hoy un escenario de la Vendimia pueda tener solamente artistas locales. No existe hoy un artista mendocino capaz de convocar por sí mismo a 17.500 personas.
Los Enanitos tocaron en una noche ante 12.000 personas. ¡Es muchísimo, igual! Cuando en el Le Parc hacés un evento ante 5.000 personas, es un éxito. Pero en el Frank Romero Day, ves la inmensidad y te parece que no estuvo lleno. Nosotros pudimos buscar un equilibrio.
–¿Cómo?
–Negociamos con muchos artistas convocantes que querían estar en la Vendimia. Pero algunos querían cobrar tres palos, tres palos y medio. Y decíamos que no. Estábamos en otra búsqueda: teníamos como parámetro una fiesta en la que había actuado Romeo Santos…
Yo estoy convencido de otra cosa: para mí es más importante la fiesta que cualquier artista que pueda traer para acompañar ese espectáculo en las repeticiones.
–En esa lógica, quizá sólo el espectáculo vendimial, por sí mismo, no llenaría el Frank Romero Day en las repeticiones.
–Exacto. Por eso digo que se cumple una lógica de mercado. El mercado manda hoy a consumir artistas como los que vimos en Capital, Paulo Londra. ¡Artistas que no tienen ni un disco y que convocan a esa cantidad de gente! Pero ese es el fenómeno que se está viviendo y son los que cumplen la lógica de consumo de hoy. Personajes de YouTube, de internet… Ahí es donde uno debe parar la pelota y preguntarse: “¿Debe el Estado pagar por un fenómeno como ese, o debe estar más bien dedicado a privados, con una entrada paga?”.
–A Paulo Londra lo pagó Capital.
–Creo que son… distintas propuestas. A lo largo de estos años yo he ofrecido un montón de propuestas. Nosotros apostamos para este 24 de marzo traer a representantes de la Trova Rosarina. Son conceptualmente propuestas muy distintas. Y volviendo a la Vendimia, creo que en el afán de meter público, la lógica de otra gestión era apostar a esas cosas y poner mucha plata para hacerlo.
–Tu gestión abrió la puerta para que candidatas trans pudieran aspirar a la elección general de reinas. ¿Cómo creés que tomó el grueso del público seguidor de Vendimia esa decisión?
–La Vendimia es una fiesta que surge como una fiesta de vanguardia, y después de más de 80 años es una fiesta tradicional y costumbrista. Metimos muchos cambios. Permitimos que desfilara en Vía Blanca y Carrusel el carro de la Vendimia para Todos, después de que se lo negaran durante años. Quizá por mi formación, no es un problema.
A esta altura, pensar que no podían participar era increíble. Creo que han sido avances, pero sobre cómo lo han tomado, hay visiones opuestas. Lo mismo pasó cuando incluimos a la reina de Capital entre las candidatas que participan por la corona nacional. Son cambios que se van dando y otros que van a venir.
–¿Te imaginás una Vendimia sin reinas, como propician algunos?
–La verdad que es algo que he pensado. A la conclusión a la que he llegado es que la Vendimia tiene un significado histórico. A la Vendimia la salva el peso de su historia, una historia genuina, no algo de laboratorio. Es una fiesta que se fue conformando así y así es como es capaz de convocar a más gente que cualquier manifestación social, política o de otra índole. Pero yo digo algo a favor de las reinas: son mujeres con historias personales como cualquiera de nosotros. Las historias de sus vidas se parecen a las nuestras y a las de las mismas personas que dicen que no deben elegirse más reinas. Entonces yo no sé si cargarle a una piba de 18 años esa mirada que dice que está cosificando a la mujer.
–Se comenta que en tu fuero íntimo la Vendimia no es algo que te apasione con locura, ¿es así?
–A mí lo que no me gustan son algunos manejos, algunas personas que quieren sacar su tajada con esto. Eso me resuelve el estómago. Pero, por contrapartida, veo a los productores que ven la fiesta por primera vez, al público turístico que se queda encantado más allá de las devoluciones con las que nos autoflagelamos los mendocinos sobre el espectáculo, veo a los artistas que hacen una fiesta bajo la lluvia y arriesgando todo, y me quedo con esa Vendimia.
–La federalización de actividades fue algo que se propusieron desde el principio. Con la Bendición de los Frutos, con los programas culturales o con la Feria del Libro. ¿No les pasó que tenían eventos con poca gente?
–En los departamentos, casi nunca. A lo mejor acá, en el Le Parc, sí teníamos actividad con poca gente. Un fenómeno raro pero que, seamos sinceros, también lo vive la Feria del Libro de Buenos Aires, que es una de las más grandes que hay. Hoy en día hay que enfrentarse a la cultura del show. Pero una presentación de un libro no es sólo show.
–¿Vas a irte dejando el ECA y el Fader abiertos?
–Es lo que queremos. Lo del Fader es complejo y vamos muy bien, de hecho hasta sacaremos un libros sobre todo el proceso de restauración. Lo del museo ha sido un gran trabajo patrimonial, que nos mostró otras cosas. Te confieso que no teníamos presupuesto, pero por ese lugar y por otros edificios, aquí debería haberse declarado la emergencia patrimonial. Hemos arreglado numerosos edificios. Por otra parte, está lo que hicimos con el Museo Carlos Alonso (Casa Stoppel). Es una obra que estaba parada, con sólo el 3% de su realización. También abrimos el Museo Máximo Arias de fotografía, donde estaba el Hospiniño, que es un lugar que da espacio a una gran comunidad muy talentosa, que es la de los fotógrafos.
–¿Qué es lo que te hubiera gustado hacer y te quedaste con las ganas?
–A mí me gustaría ver más resultados de nuestro plan de federalizar la cultura. Hubo departamentos que avanzaron más y otros menos en esto. Ha sido muy importante el trabajo de los directores de Cultura de los departamentos.
–¿Dónde te ves el 10 de diciembre de este año?
–Yo me quiero volver a Godoy Cruz, esa es mi casa (risas). Me gustaría estar ahí, no sé si en Cultura, no lo creo, pero donde sea. Soy empleado de planta, así que ese es mi trabajo. Yo siento orgullo de ser empleado público, porque he podido vivir numerosos procesos que me ha permitido tener una mirada más amplia.
Objetos perdidos, peñas que no se hicieron y presupuesto
Desde que asumió, Gareca fue muy beligerante en sus declaraciones contra la gestión de Cultura del gobierno de Francisco Pérez, que encabezó Marizul Ibáñez. Y todavía mantiene su postura.
–Cuando asumiste tu cargo, diste a entender que hubo manejos poco claros en la gestión anterior y que iban a investigar.
–Hice algunas denuncias que tenían que ver con el nombramiento de personal y con objetos que se perdieron…
–¿Una computadora con datos, por ejemplo?
–Sí. La ministra anterior (Marizul Ibáñez) ante mi reclamo compró una computadora y me la trajo, como diciendo: “Ahí la tenés”. Nosotros vamos a cerrar administrativamente en octubre nuestra gestión para que en diciembre esté todo en orden.
Cuando asumí el 9 de diciembre de 2015 y tenía expedientes iniciados el 7 o el 8 de diciembre, por 60.000 pesos para, por ejemplo, peñas en el barrio La Favorita.
Llamamos allí nos dijeron: “Acá no se ha hecho ninguna peña”. Los expedientes decían eso. Así que decidimos no pagar. Cuando llegamos estaba iniciado el proceso de Vendimia y toda la plata del presupuesto se iba en eso.
Había áreas sin asignar, como la Biblioteca San Martín, que no tenían director. Modificamos la estructura, hicimos un inventario general, designamos funcionarios y a partir de ahí fue todo gestión.
Y ha sido una cartera que se ha mantenido con los mismos funcionarios con los que empezó.
–Muchos dicen que para que una gestión de Cultura se luzca, tiene que contar con un buen presupuesto. Vos mismo reconociste que tuviste como objetivo no tener gastos de más. ¿Eso te complicó las políticas? El Le Parc estaba plagado de actividades todos los días, y hoy tiene otro enfoque y en cuanto a espectáculos, los ofrece más salteados.
–Lo que nos complicó no fue eso, sino la deuda que nos dejaron en la gestión anterior. Arrancamos con un presupuesto de 114 millones de pesos, de los cuales 50 eran de deuda.
El primer año no hicimos la fiesta de los distritos culturales. Sacamos una noche de Vendimia. Se puso mucha cabeza en la fiesta para poner un tope. Cuando hablo con la gente que lleva las cuentas, les digo: ¿a qué número le ponemos la chicharra?. Tiene que sonar cuando estamos cerca del límite que nos hemos propuesto. Siempre pensé que la Vendimia no se podía devorar todo el presupuesto.
Hoy contamos con un poco más de 400 millones de presupuesto, de los cuales 120 son para Vendimia. Es razonable, aunque nos haya costado mucho por la situación económica actual.