"A quince años de la desaparición física, su familiares directos, hijos, nietos, sobrinos, queremos rendir por este medio un humilde homenaje a quien fuera verdadera gloria del deporte de Mendoza, maestro de maestros, pilar básico de lo que en su momento se llamó la Escuela Mendocina de Boxeo, verdadero caballero del deporte recordado por todos los que lo conocieron, admiraron y apreciaron en su larga trayectoria y prolífica vida", dice una publicación de Los Andes que pinta de cuerpo entero a este verdadero maestro y que por eso la reproducimos textual..
En una época difícil la historia de Diego Rodríguez (“Corrientes”), como boxeador primero y manager después, estuvo siempre impregnada de éxitos.
Nada le fue regalado y los logros obtenidos fueron el resultado de su fe e inquebrantable optimismo, perseverancia y, fundamentalmente, el profundo "amor por la vida, por su familia y por el prójimo", atributos que le valieron el respeto de amigos y adversarios.
Su espíritu emprendedor y de abnegado sacrificio lo llevaron a abrazar a la quizás más exigente de las ramas del deporte: el box, razón inobjetable de su existencia. Comenzó en 1932, casi niño, en el club Justo Suárez bajo la supervisión de don Carlitos Suárez. En 1934 se consagró campeón mendocino pluma.
En 1936, representó a Mendoza en el torneo selectivo pre-olimpíada de Berlín, con destacadísima actuación, cayendo en la final ajustadamente ante Oscar Casanova (luego campeón olímpico y medalla de oro). Luego lo vencería en merecida revancha. Supo compartir las carteleras del Luna Park junto a los nombres más populares del boxeo nacional.
Disputó ciento diez (110) combates, de los cuales sólo perdió ocho (8). Por su notable velocidad y precisión, fue considerado oportunamente como el pugilista más rápido de la categoría. Fue brillante boxeador. Don Diego plasmó todo su talento y sapiencia como profesor de box, logrando transmitir conceptos a sus discípulos como sólo lo hacen quienes aman su profesión.
Su gran capacidad pedagógico-didáctica le permitió ocupar prestigiosos cargos docentes en reconocidas instituciones provinciales: en 1952, ganó por concurso el cargo de profesor del Liceo Militar General Espejo, superando en la selección a destacados profesores del medio. Luego fue profesor del club Gimnasia y Esgrima, de la Escuela de Cadetes y de la Escuela de Suboficiales y Agentes de Policía.
También lo fue de la Universidad Nacional de Cuyo. Ejerció la dirección técnica del Club Justo Suárez que luego fungiría en el "Luis Ángel Firpo", empresa que no abandonaría hasta sus últimos días.
Verdadero "hacedor de campeones", forjó excelentes boxeadores amateurs y profesionales. En 1950, se destacaban William Diamant (welter); Juan Carlos Muñoz (mediano) y al recordado Alejandro Lavorante -los tres campeones argentinos en el Torneo de Trabajadores del año mencionado-.
También forjó, entre otros, a Héctor Mora, Roberto Agüero, Manuel Martínez, Juan Domingo Corradi, Miguel García, Roberto "Manopla" Sosa, Juan "El Gigante de la Feria" Figueroa, Pablo Noé Castellino, Patricio Díaz, Alfredo Recabarren, y tantos otros que es imposible nombrarlos a todos.
En las décadas de 1960 a 1980, más de cincuenta púgiles se entrenaban a diario bajo su tutoría en las instalaciones del "Luis Ángel Firpo", siendo imposible mencionarlos, tanto por su número como por la variedad de lauros conseguidos.
También merecen señalarse, como hitos deportivos trascendentes, sus designaciones como director técnico del equipo argentino a numerosos torneos panamericanos y olímpicos (San Pablo, Winnipeg, Montreal, etc.).
Y, por fin, se destaca en 1978 la obtención, por parte de Hugo Pastor Corro, del título de campeón del mundo, ante Rodrigo Valdez, bajo su dirección.