La tristeza fue generalizada en ese salón en plena Cracovia, una de las ciudades más importantes de Polonia y a la que llegué por invitación de Mauricio, Anita y Gerardo (los dos primeros viven desde hace años acá). Ahí me encontraron los Octavos de final ante el seleccionado francés en un bar polaco lleno de argentinos esperando una nueva alegría.
Y en esta ciudad que alguna vez supo ser la capital polaca, son varios los argentinos que llevan adelante su vida. Claro, acá no hay inseguridad y todo funciona como un relojito; eso la hace aún más atractiva.
Lo cierto es que vía redes sociales y como ha sucedido cada vez que jugó Argentina, los de la comunidad albiceleste organizaron una juntada en un salón de un bar donde la mayoría éramos argentinos, y allí estuvimos.
Las sensaciones fueron cambiando a medida que se sucedían los hechos. El gol de penal llevó a la tristeza e incertidumbre. Pero los goles de Di María y Mercado nos devolvieron a la vida. Soñamos con el que estaba al lado, que podía ser de Buenos Aires, San Juan, Córdoba u otra provincia argentina.
Pero llegó el golpe duro. El de ese golazo Pavard y luego el mazazo con los dos goles de Mbappé. Fue tristeza hasta el final, caras largas y análisis, a veces con tintes exitistas, pero que en realidad lo único que buscaban una explicación... Argentina estaba afuera del Mundial y así se terminaba el proceso de una generación, o al menos de varios jugadores, que merecieron algo más. Será hasta Qatar 2022.