Nada permite siquiera especular con que el Gobierno nacional pueda hacer efectivo un convite al diálogo a la conducción de la CGT a pesar de la contundencia de la primera huelga contra aspectos de su política económica y social realizada a dieciséis meses de administración. Tampoco que vaya a hacer cambio alguno sobre aquellos aspectos que fundamentaron la medida de protesta y que, por primera vez en las últimas semanas, fueron refrescados por el triunviro Juan Carlos Schmid en la conferencia de prensa de la media tarde de ayer en el histórico Salón Felipe Vallese del primer piso de la sede de la calle Azopardo.
Por el contrario, más por decisión de la Casa Rosada que del triunvirato de la central sindical, cuya autoridad se vio convalidada con el alto acatamiento de ayer al cese de actividades desde su elección en agosto pasado y sobre todo desde los incidentes que, aunque menores, pusieron en cuestión su representatividad hace hoy un mes, todo indica que la vuelta a un diálogo que pueda fructificar en cambios, está hoy tan lejano como anteayer.
El Gobierno nacional ha decidido poner en la misma bolsa a la dirigencia sindical en su conjunto, incluidos sin distingos los distintos sectores que conviven en la CGT, sobre todo desde las diferencias abiertas en los últimos tiempos y que desembocaron en el paro de ayer: que son parte de un juego político-electoral hacia octubre, como parte de una supuesta estrategia “destituyente” impulsada por el kirchnerismo; un discurso de difícil digestión, al que el triunvirato, sin embargo, se ve obligado a desmentir, como tuvo que hacerlo ayer: “No promovemos una fogata social (…) Sostenemos al Gobierno electo por la voluntad popular pero eso no puede significar resignación”, aclaró Schmid.
Pero lo cierto es que aun cuando en la conducción de la CGT convivan sectores distantes de la cocina político-electoral con otros que tienen un compromiso que no ocultan, el mayor interesado en hacer de la disputa una cuestión de ese tipo y no verlo como un reclamo legítimo de los sectores laborales afectados por su política, es el propio Gobierno. Polarizar, ensanchar la grieta que dijo venir a estrechar, es su estrategia.
Así empezó a demostrarse con el informe ante Diputados del jefe de Gabinete, Marcos Peña, pero se acendró esta semana, en la palabra del propio Macri, envalentonado con las manifestaciones oficialistas del sábado pasado. Desde entonces redobló día a día sus ataques al sindicalismo y ayer mismo ignoró desafiante el paro: “¡Qué bueno que estemos todos acá trabajando!”, dijo con sorna al abrir el Foro Económico Mundial en Puerto Madero.
Dentro de esta estrategia gubernamental, no cabe que el Presidente invite al triunvirato de la CGT a una reunión. El diálogo sólo estará abierto en los términos en que empezó a hacerse en enero pasado: sector por sector, para acordar medidas de flexibilización laboral (petroleros, mecánicos, construcción, textil), o paritarias en línea con sus números (20% que en definitiva será algo más de 18% con los empleados de comercio). Ni hablar de “paritarias libres” que puedan compensar la pérdida de poder adquisitivo 2016, ni de los otros cuatro reclamos que llevaron al paro y que ayer se puntualizaron a la hora del balance: inflación, aumento de emergencia para jubilados, solución nacional del conflicto docente y “revisión” de la apertura de las importaciones.