-Vos que sos experto en búsquedas...-empieza su mejor amigo entre adulador y sincero.
A la introducción le sigue un requerimiento de esos insoslayables, que sólo los mejores amigos pueden pedir y que sólo sus pares pueden cumplir.
Ahora siente una inquietud de origen indefinido, aunque se siente motivado ante la home page de Google, tan inexpresiva como siempre pero, como siempre, tan llena de promesas. Deja a un lado la inquietud, sin ignorarla pero sin darle el dominio de la escena.
Empieza a analizar. “Uno de los primeros signos es que, de pronto, esa persona te parece súper especial, única, incomparable”. Copia el párrafo entero y lo pega en un bloc de notas. Nunca presenta una conclusión sin respaldarse en sus papeles de trabajo.
Sigue investigando y encuentra “... es una emoción con tres raíces fundamentales: la admiración, la atracción física y psicológica, y la necesidad de compartir el tiempo”.
Profundiza: “Se genera una compulsión a compartir con la otra persona todo tipo de vivencias individuales, incluso las más intrascendentes.
La foto de un plato de comida, la de un cartel gracioso, la letra de una canción o la vista de un atardecer son elementos perfectamente aptos para proponerle al otro que lo viva también, a nuestro lado”.
Su inquietud no lo abandona, al contrario. Cada fuente que consulta le va confirmando lo inexorable de la conclusión, que ya adquiere forma definitiva en su mente.
Agrega a su bloc de notas “La unión emocional es más importante que la sexual. Aunque existe atracción sexual y un aumento de la libido al estar con esa persona o pensar en ella...”.
Ya está, piensa. La inquietud se expresa ahora en toda su potencia. Su amigo estaba bien orientado, a pesar de lo torpe y vago de sus descripciones.
Se lo tiene que decir, urgente.
Escribe la frase en el WhatsApp y antes de enviarla la relee, un poco incrédulo pero seguro: “Enamoramiento masivo con compromiso emocional severo”.