“Nadie tiene amor más grande que es el que da la vida por sus amigos, vosotros sois mis amigos”. Este es el mandamiento que Jesús expresó cuando dijo “que os améis unos a otros, como yo os he amado”, según un párrafo de la Biblia para felicidad del Día del Amigo.
Para mí es una fecha muy especial, ya que siendo una persona que ha llegado a los 98 años, poder contar con distintos grupos de amigos, con los que me reúno periódicamente, es un bálsamo, una caricia para el alma y una oportunidad que estimula a seguir viviendo en paz y con optimismo.
En los últimos años, el Día del Amigo ha creado la oportunidad para que compañeros de trabajo, colegas, vecinos del barrio y conocidos de toda la vida se junten en una comida a fin de renovar los afectos, abrazos y buenos deseos.
En los tiempos actuales, estas reuniones se hacen en confiterías, clubes, restaurantes y también por supuesto, en las casas de familia. Si no se han hecho reservas, resulta muy difícil conseguir locales para los encuentros porque todos han sido tomados. Las citas por este motivo son tan amenas, que frecuentemente se hacen promesas de próximas reuniones sin esperar tanto tiempo.
Pienso que el tema del Día del Amigo se ha instalado con fuerza porque es un momento de encuentro con el otro, con los otros y, ¿porqué no?, con uno mismo, que permite romper la rutina temporal para unir presente, pasado y futuro.
Todo esto me recuerda una frase del filósofo inglés Francis Bacon, que dice: “El amigo duplica las alegrías y divide las tristezas por la mitad y es así por eso que la gente celebra su existencia”.
La verdad que compartir con amigos el mayor tiempo posible te ayuda a vivir mejor frente a las sorpresas e imprevistos de los últimos tiempos.
Por último un recuerdo para el creador del Día del Amigo en nuestro país, el odontólogo porteño Enrique Febbraro, ya fallecido, quien se inspiró para dar vida al acontecimiento en la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969.
Julio César Bac
Publicista