La seguidilla de fechas con connotaciones espirituales y que combina lo pagano con lo religioso se apropia del calendario a fines de octubre y comienzos de noviembre. Así, por ejemplo, llega el 31 de octubre en que se conmemora la Noche de Brujas (popularizado como Halloween y cuyos orígenes son celtas), mientras que el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos, una celebración que nació como una contrapartida religiosa ante la celebración pagana de la Noche de Brujas. La tercera de estas fechas es el 2 de noviembre, con un fuerte peso y conmovedor significado dentro del calendario católico apostólico romano, pero también desde lo sentimental. Y es que ese día se conmemora el Día de Todos los Fieles Difuntos, popularizado como Día de Todos los Muertos. Como parte de esta tradición, son muchas las personas que se acercan a los cementerios y visitan a sus seres queridos, quienes ya no están y descansan en paz. En México, por ejemplo, es una de las celebraciones más populares.
“Es el día en que más gente viene a las visitas del cementerio, por encima incluso del Día de la Madre”, resume el director del Cementerio de Mendoza, José Curia al describir cómo se vive cada 2 de noviembre en este espacio sagrado la conmemoración del Día de Todos los Muertos. Y agrega que dentro del top 3 -por definirlo de algún modo- de cantidad de visitantes en el lugar, el lugar restante (y tercero) lo ocupa la Navidad.
“Ya no es como ocurría a comienzos y mediados del siglo XX, que venían las familias enteras y se quedaban a hacer una especie de picnic o camping en el lugar para compartir el día con sus seres queridos que ya no estaban. Pero sigue viniendo mucha gente, sobre todo gente muy mayor”, explica Curia.
Cada 2 de noviembre, el Cementerio de Mendoza permanece abierto para visitas en su horario habitual, de 8 a 18. Sin embargo, la cantidad de personas que deambulan por los pasillos con flores, fotos u otras ofrendas es más alta que lo normal y el paseo público se encuentra más concurrido que en otras jornadas. “Por lo general suelen ser mujeres ya grandes quienes mantienen esa ‘bandera’ del 2 de noviembre y de venir al cementerio cada Día de Todos los Muertos. Suelen acompañarlos los hijos o hijas -de entre 55 y 60 años- que vienen para que no estén solas y como muestra de respeto, mientras que casi ni se ve gente más joven”, explica el encargado del cementerio mendocino.
De hecho, son estas personas ya ancianas quienes visitan las tumbas y nichos de sus padres, hermanos o esposos / esposas que se fueron antes para recordarlos cada 2 de noviembre. El detalle es que entre personas de menos de 60 años, a excepción de aquellas que acompañan a sus padres o tíos y visitan el cementerio más que nada por obligación, esta tradición ya casi no se mantiene.
“Es una tradición que se perdió ya. Yo crecí con ella, la costumbre de ir cada domingo -no solamente el 2 de noviembre- al cementerio. Y era toda una ceremonia, una especie de fiesta, porque nos la pasábamos jugando con mi hermano. Mi mamá y tía iban, llevaban flores y fotos. Y es lo que se mantiene ahora, de gente grande que va, pone y cambia flores, limpia las tumbas. Pero cada vez hay más que están descuidadas. Y la gente casi ni va”, destaca a su turno el investigador, profesor de historia y guía del Cementerio de Mendoza, Juan Carlos González.
La aparatosa ceremonia para “llevar” a los muertos al Paraíso
A diferencia de lo que ocurría a comienzos del siglo XX y que se mantuvo, incluso, hasta pasada la década del 60, la gente que llega el 2 de noviembre al cementerio en la actualidad no lo hace como parte de una elaborada ceremonia, que incluía a familias enteras -vestidas de luto- que se acercaban a las tumbas o mausoleos y rezaban junto a los curas, previo haber acomodado coronas o ramos de flores.
La profesora e historiadora del arte, Rosana Aguerregaray se ha dedicado desde hace ya varios años a estudiar la conmemoración del Día de Todos los Muertos y cómo mutó desde hace más de un siglo hasta la fecha.
“Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, cada 2 de noviembre los familiares y deudos asistían a los cementerios para homenajear la memoria de sus difuntos. Este espacio se convertía en una verdadera romería de carruajes y peatones de todas las edades, sexos y nacionalidades. Las mujeres asistían enlutadas con la típica ‘alfombrita’ y allí, ante la tumba de los muertos, recitaban las plegarias cristianas junto a la vacilante llama de las bujías (velas) y dejaban pruebas de cariño que consistían en ramos y coronas de diversas formas, dimensiones y materiales”, describió la investigadora a Los Andes.
Incluso, los sacerdotes también asistían en esa época al cementerio y participaban recitando responsos, que consistían en una oración compuesta de secuencias de Padre Nuestro y Ave María.
“Esto se hacía en beneficio del alma del difunto. Todo costaba centavos, y cuando el sacerdote pronunciaba las preces era rodeado por personas de diversos sectores, quienes lo acompañaban con fervorosos rezos. Además, se celebraban misas cantadas en capillas improvisadas en el establecimiento”, detalló Aguerregaray.
Mientras transcurrían aquellas ceremonias, los parientes de los difuntos adornaban las tumbas con coronas de mostacillas negras, lilas o blancas, y flores como pensamientos morados o rosas blancas -naturales o artificiales-. En tanto, las tumbas de “los angelitos” (como se conocía a los niños fallecidos) se ornamentaban con guirnaldas de flores blancas, ya que eran emblema de inocencia y pureza.
En tanto, los sepulcros pertenecientes a los sectores más acomodados de la sociedad, se encontraban lujosamente adornados y presentaban el aspecto de capillas. Eran cubiertos con coronas de flores, cruces y emblemas violetas, velas y cirios colocados en candeleros de cristal, metal o cobre que alumbraban estos “monumentos”.
“Algunos de los panteones permanecían abiertos, y sobre los altares se colocaban blancos manteles e imágenes de Cristo”, agregó la historiadora sobre esta tradición religiosa.
No solamente la conmemoración del Día de Todos los Muertos incluían toda esta ceremonia, sino que los días posteriores a la muerte de un ser querido también estaban envueltos de una ajetreada rutina. El encendido de velas, las oraciones, el ayuno y la dedicación de misas eran sólo algunas de las actividades, a las que se sumaba el luto que debían llevar los familiares o allegados del difunto, además de las privaciones a las que debían someterse durante el duelo.
“Estas prácticas, realizadas en el contexto de la celebración del Día de los Difuntos, tenían como objetivo conmemorar la memoria de aquellos que ya no estaban, pero principalmente buscaban acelerar su estadía en el Purgatorio, doctrina que aún seguía vigente en el imaginario social de la época. La población, que tenía una participación activa en el mundo de los muertos, desplegaba una parafernalia barroca para ayudar a sus muertos en el tránsito hacia el Paraíso y así otorgarles un descanso eterno”, explicó Aguerregaray.
Un cambio en la forma de recordar a los muertos
Si bien es muy difícil establecer una fecha exacta que marque el comienzo del fin de estas rutinarias y elaboradas actividades para conmemorar cada Día de Todos los Muertos, coincide un poco con la segunda mitad -ya avanzada- del siglo XX.
“En los 90 se intensificó mucho, cuando los cementerios comenzaron a mutar a parques de descanso. Allí se eliminó esa visión del dolor de tumbas, mausoleos y nichos; y se cambió por un espacio de mucho verde y naturaleza, con menos gris. Y luego tomó mayor protagonismo la cremación, que le permite a los seres queridos mantener en su casa las cenizas del difunto o esparcirlas en cualquier lado. Es como que hay otro tipo de compromiso con los muertos y el cementerio perdió esa función de antes”, destaca el guía del Cementerio de Mendoza, Juan Carlos González.
Incluso, contó que la tradición de las fotos post mortem se ha eliminado. “Antes se le sacaba una foto a la persona cuando acababa de morir para tener su recuerdo. Yo tenía un hermano que falleció antes de cumplir un año y como no le habían podido tomar una foto antes, lo vistieron y acostaron como si estuviera dormido -aunque ya estaba muerto- en los brazos de mi mamá y esa es la foto que se mantiene de él”, contó González.
El referente destacó que, además, la propia crisis social y económica repercuten en estos homenajes, puesto que el precio de las flores es cada vez más alto y los ramitos que quienes van al cementerio pueden adquirir para depositar allí son más chiquitos y humildes.
“La conmemoración del 2 de noviembre ya no es lo mismo. El diario Los Andes del 2 de noviembre de 1918 dedicó una página completa a la conmemoración del Día de los Muertos en el Cementerio de Mendoza, donde se veía la participación de la banda de la Policía, de los Bomberos y de los chicos exploradores. Era todo un momento festivo y masivo”, destaca González.
“Ha existido una transformación en esta práctica, acompañada por una transformación en el vínculo con la religión. Nuestros padres, de chicos, iban a cementerios o velorios. Pero hoy se busca deshacerse de todo lo más pronto posible”, indicó a su turno Rosana Aguerregaray, y destacó que el hecho de que cada vez sea más común la práctica de la cremación es un fiel reflejo de ello. “El vínculo con la muerte se ha secularizado”, sintetizó.
Una misa para el Día de los Muertos y visitas guiadas
El director del Cementerio de Mendoza, José Curia, destacó que -al igual que cada 2 de noviembre- este miércoles se celebrará una misa en memoria de los fieles difuntos en las instalaciones.
“Está organizada junto a la gente de la parroquia San Miguel Arcángel y los curas que participen de la misa de mañana van a recorrer los distintos sectores y bendecir las tumbas”, destacó Curia.
Además, los días miércoles, jueves, viernes y sábados se realizarán visitas guiadas y otras actividades en sintonía con la celebración. La primera de ellas será mañana, el mismo 2 de noviembre -Día de Todos los Muertos- y se denomina Rituales funerarios. Consistirá en una visita guiada que permitirá a los participantes conocer las formas en las que se despide y recuerda a los seres queridos según las diferentes culturas.
El jueves 3, en tanto y también a partir de las 20, tendrá lugar la visita denominada El lenguaje de las tumbas. La idea es repasar y descubrir los significados de la simbología funeraria utilizada en el cementerio. Mientras que el viernes 4 se celebrará una de las visitas patrimoniales más convocantes, Relatos de Crímenes. Durante la recorrida se repasarán las historias policiales más impactantes de Mendoza.
El cierre de la propuesta turística y cultural será el sábado 5 de noviembre con la actividad Cuentos en el Cementerio. Comenzará a las 20.30 e incluirá un recorrido por los pasillos del Cementerio, sumado a la participación de artistas mendocinos que llevarán a los participantes a participar de un viaje imaginario a través de relatos escalofriantes y misteriosos.
Las actividades del miércoles, jueves y viernes serán gratuitas y las entradas se pueden adquirir en www.entradaweb.com. En el caso de la actividad del sábado, Cuentos en el Cementerio, los cupones se pueden adquirir a través de la misma página, aunque tienen un costo de 900 pesos en general, de 450 pesos para mendocinos y estudiantes universitarios y de 315 para jubilados.
El punto de encuentro para todas las visitas es el Cementerio de la Ciudad de Mendoza (San Martín 1100, Las Heras).