Mariana Dopazo y Ana María Careaga visitaron la provincia de Mendoza en el marco del 43º aniversario de la última dictadura cívico-militar de Argentina. Ambas son psicólogas y psicoanalistas; la primera es ex hija del genocida Miguel Etchecolatz, y la segunda, sobreviviente del terrorismo de Estado.
“Venimos a poner voz a décadas y décadas de silencio de lo más íntimo de esos progenitores genocidas. Quiero decir, de sujetos que nos lanzamos a lo social y a lo colectivo en un momento muy particular; porque, a contrapelo de toda una construcción social muy dificultosa y dolorosa, aparece un gobierno de signo negativo en torno a todo el desarrollo de los Derechos Humanos con el intento de instalar el dos por uno”. Así inició la charla Mariana Dopazo, psicoanalista y docente universitaria que en el 2014 logró la desafiliación del nombre de su progenitor, el excomisario Miguel Etchecolatz.
Las Facultades de Ciencias Políticas y Sociales, Educación, y Artes y Diseño de la UNCuyo, realizaron un histórico encuentro entre las dos partes de una historia de horror. La actividad "Universidad y Memoria: Pensar la formación en derechos humanos a 43 años de la última dictadura", realizada en el marco de la semana de la Memoria por la Verdad y la Justicia, unió a Mariana, ex hija de un genocida, y a Ana María Careaga, víctima y sobreviviente del Terrorismo de Estado.
Este encuentro significó, en muchos aspectos, la ruptura de más de cuatro décadas de un pacto de silencio. Es verdad, los autores del genocidio siguen sin hablar; pero son sus hijos e hijas quienes que se atreven a desobedecer ese mandato, contando sus propios procesos, al mirar de frente los actos de sus progenitores.
“La idea de que los genocidas, que son nuestros progenitores volvieran a ser parte del cuerpo social, marcó un momento en el cual aparecen esas voces inéditas. Salimos del silencio, no por una cuestión individual, sino por cierto límite que las políticas de Estado, hasta ese momento, habían garantizado a la sociedad toda: los genocidas debían cumplir su condena en una cárcel común. Esto hace que los hijos eleven su voz a modo de última valla, último recurso, para decir que esos progenitores genocidas habían sido la mano de obra del Terrorismo de Estado”, agregó Dopazzo en un relato tan crudo como conmovedor.
Tortura sin piedad
Por su parte, el relato de Ana María comenzó con la desaparición de Esther, su madre, quien fue secuestrada el 8 de diciembre al salir de misa. Unos meses antes, Ana María, con 16 años, había sido secuestrada y llevada al Club Atlético, otro centro clandestino, regenteado por el Ejército y la Policía Federal. La joven militaba en la Juventud Guevarista y estaba embarazada de tres meses cuando se la llevaron.
Durante dos meses la torturaron sin piedad; "Me preguntaban una y otra vez si estaba embarazada y yo lo negaba", contó. Del mismo modo detalló que, cuando la llevaban ante funcionarios públicos, debía responder que "no la torturaban". Pero un día decidió responder con la verdad, y dijo "sí".
Cree que eso le salvó la vida a ella y a su hija. Cuando volvió a casa, su madre la abrazó con fuerza pero decidió no abandonar las marchas de las madres que aún buscaban a sus hijos. Por eso, después de aquel 8 de diciembre, fue arrojada de uno de los vuelos de la muerte y sus hijos no volvieron a verla.
"Es importante interpelar las 'verdades absolutas', repreguntarse, en el marco de lo singular, desde las marcas originarias de uno mismo. Se trata de historias traumáticas cuya única reparación posible es a través de la tríada construida, por el movimiento de Derechos Humanos, que es Memoria, Verdad y Justicia", finaliza Ana María.
Antes el otro lado; ahora el mismo
Las más de doscientas personas que asistieron al auditorio Luis Triviño, de la UNCUyo, escucharon en silencio y conmovidas las palabras de estas dos valientes mujeres que se animaron a cruzar el límite del miedo y desobedecer los mandatos del Estado y, en el caso de Mariana, los paternos también.
Esta instancia de abrazo histórico fue posible gracias al trabajo de la Universidad Nacional de Cuyo, H.I.J.O.S. Mendoza, Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Mendoza, Asociación de Ex Presas y Presos Políticos de Mendoza y La Machi (Organización en Salud Mental y DDHH).
El encuentro de Ana María y Mariana es un pequeño paso de sanación para ambas, porque ahora están del mismo lado: el que exige y siempre exigirá MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.