Día de la Antártida Argentina: el "mendocino" especialista en flora y fauna de las Orcadas

Aunque nació en Lanús, Diego Ferrer vive hace años y trabaja como guardaparque en Mendoza. Estará un año investigando en la Isla Laurie.

Día de la Antártida Argentina: el "mendocino" especialista en flora y fauna de las Orcadas
Día de la Antártida Argentina: el "mendocino" especialista en flora y fauna de las Orcadas

"Camino y me paro frente a los restos destruidos -pero visibles- de lo que fue la casa Omond, aquella que a principios del siglo XX fue la piedra fundamental para la soberanía Argentina en la Antártida de hoy. Pensar en ello requiere transportarme a 1903, cuando un grupo de escoceses, liderados por W. S. Bruce se aventuraron a las Islas Orcadas del Sur, en el fin del mundo. Lo hicieron con la intención de obtener datos científicos, entre otras desafiantes actividades".


El guardaparque Diego Ferrer toma nota de todo lo referido a animales y vegetación en ese sector de la Antártida Argentina. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
El guardaparque Diego Ferrer toma nota de todo lo referido a animales y vegetación en ese sector de la Antártida Argentina. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

En estas oraciones -escritas justamente desde las Orcadas del Sur como parte de toda una columna redactada por él y que llega a Mendoza en un intercambio de mails-, el guardaparque Diego Ferrer (de 41 años, nacido en Lanús, pero instalado en Coquimbito, Maipú desde hace 12 años)- intenta poner en palabras lo que más le impactó al llegar en enero a ese sector precisamente de la Antártida Argentina. Son más de 3.000 kilómetros los que separan a las Islas Laurie -donde se encuentra la Base Orcadas y donde vivirá Ferrer hasta febrero del año que viene- de Mendoza; pero no sólo la distancia es lo que marca la separación, sino también el paisaje, el clima y el Atlántico del Sur que da la bienvenida a la Antártida Argentina. Claro que en épocas de redes sociales y telecomunicaciones; enviar y recibir mails con y de Diego es tan simple como hablar cara a cara con él.

El lugar descripto por Ferrer es un antiguo refugio devenido en observatorio meteorológico  y que fue donado al Gobierno Argentino en 1904. Desde el 22 de febrero de ese año la bandera nacional flamea en el Continente Blanco, por lo que hoy se conmemora el Día de la Antártida Argentina al cumplirse 116 años de permanencia nacional en el lugar.


El cambio climático deja su huella; y donde antes había glaciares, hoy hay lagunas. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
El cambio climático deja su huella; y donde antes había glaciares, hoy hay lagunas. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

"Mi trabajo de guardaparque me tiene algo acostumbrado a estar lejos de la familia, en lugares distantes sin señal o internet. En este caso será un año entero y es cuestión de saberlo sobrellevar de la mejor manera. La Base está bastante completa como para hacer una vida 'normal' dentro de las limitaciones que imponen el clima y la geografía. Tenemos conexión de internet y eso permite estar en contacto con el 'mundo', además", destaca a Los Andes el mendocino por elección y adopción.


La base Orcadas, donde Diego Ferrer vivirá hasta febrero del 2021. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
La base Orcadas, donde Diego Ferrer vivirá hasta febrero del 2021. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

"Disfruto estar en contacto con la fauna y flora antárticas, ya que es algo increíble. Todo es distinto a lo que conocía, y observo todo lo que puedo para no perderme ningún detalle. Los paisajes a veces son tan imponentes que cuesta creerlos. Los restos históricos de las antiguas expediciones e invernantes tienen una conexión que nos influye a los actuales. Caminar por la base o mirar con los binoculares por el horizonte de las bahías, viendo las formas de los témpanos, todo me gusta", se explaya.

Las consecuencias del calentamiento global se evidencian cada vez más, sobre todo en el objeto de estudio de Ferrer. Y la creciente -aunque restringida- actividad del hombre también deja sus huellas. "Las altas temperaturas llevan al retroceso marcado de los glaciares. Donde antes había una masa incolumne de hielo turquesa, celeste o blanco; hoy tenemos una laguna y un frente glaciario que se desploma ruidosamente de a poco. Por ello, la investigación es clave para entender estos nuevos procesos", se explaya.

"Lo que más extraño es a mi novia, mis animales; el verde intenso de los árboles o del pasto. ¡Ver una hormiga, una araña o una polilla!. Y lo que menos extraño son las enfermedades, ¡acá ni te resfriás!. Tampoco extraño el estrés de la ciudad", concluye en su balance nostálgico.

Asombrado

Diego Ferrer es guardaparque dentro del sistema de Áreas Protegidas de Mendoza, con estudios de posgrado en Manejo de fauna. Fue esta especialización la que lo llevó a la base Orcadas, para colaborar con las tareas de monitoreo del ecosistema y aportar a los investigadores de Instituto Antártico Argentino. "Generamos la valiosa información de base para poder proteger más aún este continente, consagrado únicamente a la paz y la ciencia por el Tratado Antártico. Pero no estoy solo, lo hago en compañía de otras personas que pertenecen a la Armada Nacional, al Ejército y la Fuerza Aérea, a la cual se suman además profesionales, como técnicos electrónicos o informáticos, y del Servicio Meteorológico Nacional", se explaya.


Lobos, elefantes marinos, focas Weddell, pingüinos y otras aves son parte de la fauna en estas islas del sur.  | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
Lobos, elefantes marinos, focas Weddell, pingüinos y otras aves son parte de la fauna en estas islas del sur. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

En total, son 16 las personas que están en la base de la Isla Laurie, entre las fuerzas armadas y civiles. Si bien cada uno tiene su especialidad y sus tareas, a la hora de realizar actividades -como las que encara Diego- todos están dispuestos a colaborar. "Todos sabemos que es un año, y depende de cómo nos llevemos en lo cotidiano se hará largo o muy corto", resume.

En la Base Orcadas trabajan solamente argentinos -dos personas por la Dirección Nacional del Antártico e Instituto Antártico Argentino, una del Servicio Meteorológico Nacional, y el resto de las Fuerzas Armadas-. Durante la campaña de verano llegan al lugar además científicos de otras disciplinas y otros países, aunque no realizan la invernada.

Diego llegó a las Orcadas en el Rompehielos Irizar con la misión de hacer durante un año el monitoreo del ecosistema antártico en la Isla Laurie. "Se realizan censos y relevamientos semanales de la flora y fauna de la isla durante el verano y el invierno. También controlamos los equipos de geodesia y sismología, que registran datos diarios y los envían a Buenos Aires y a otros países", describe sobre su trabajo.


Lobos, elefantes marinos, focas Weddell, pingüinos y otras aves son parte de la fauna en estas islas del sur.  | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
Lobos, elefantes marinos, focas Weddell, pingüinos y otras aves son parte de la fauna en estas islas del sur. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

La rutina de Diego tiene una mecánica bastante aceitada, pero bajo ningún punto de vista podría considerarse monótona. "Antes que nada, revisamos la meteorología para saber si vamos a poder salir embarcados para realizar los censos o vamos a tener que llegar caminando hasta los sitios de estudio. Desayunamos a las 7, a las 7.55  nos formamos y se iza la bandera nacional, y luego nos aprestamos a salir. Una salida nos puede llevar desde tres horas hasta diez o 12, dependiendo la lejanía del lugar y el acceso por tierra de las zonas. Por la tarde volvemos y pasamos los datos. Luego quedamos libres y en la base tenemos gimnasio, televisión, pool, ping pong y una nutrida biblioteca . A las 20 cenamos y a las 22 es el horario del fin de actividades. Los sábados si no tenemos salidas nos dedicamos a la limpieza general de la base y por la noche nos juntamos todos para cenar. Y los domingos son libres, salvo actividades programadas", describe el guardaparque.

Cada salida es también un mundo aparte. Ferrer va siempre listo, para relevar especies de aves y mamíferos marinos en la costa de la isla. Tres capas de abrigo -al menos- es lo que necesita para iniciar. Suele agregar una cuarta, "para estar lo más confortable posible". Libreta, lápiz, binoculares, cámara y GPS conforman el equipo básico para desarrollar la tarea. "Si saliéramos embarcados en un bote tipo Zodiac por las bahías, debería calzarme un pesado e incómodo traje anti exposición. Es necesario usarlo, ya que es capaz de mantener la temperatura del cuerpo si por accidente cayera a las gélidas aguas antárticas. A ello le sumo una baliza y un sistema para estar a flote", acota.

En un día de trabajo -y de acuerdo a lo que describe con sus palabras-, con suerte avistará pingüinos de Adelia, Papúa o Barbijo, quienes tienen colonias cerca de la base. O pasarán volando escuas, petreles o las "oportunistas palomas antárticas, similares físicamente sus primas citadinas, pero blancas en su totalidad y adaptadas el rigor que impone estar al sur de los 60 grados".

"Acostados en la playa de piedras redondeadas, seguramente estarán lobos de dos pelos antárticos y elefantes marinos, y con un poco de suerte alguna foca de Weddell, descansando despreocupada, sabiéndose protegida por normas internacionales que desde hace años consideran a la fauna antártica objeto de protección incondicional", continúa Diego desde el extremo austral.

Es que la explotación comercial durante los siglos XVIII y XIX incluyó a muchas especies, y los botines iban desde pieles y grasa hasta la carne de estas especies para el consumo personal, lo que las llevo prácticamente a su extinción. "Y aquí estoy, contando la cantidad de individuos que hay sobre la costa. Los números de sus poblaciones crecen basados en una lógica que siempre debería haber existido: la de cuidar los recursos naturales", reflexiona.


Una salida diaria puede tomar entre 3 y 12 horas, dependiendo si pueden navegar o deben llegar al lugar a investigar caminando. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA
Una salida diaria puede tomar entre 3 y 12 horas, dependiendo si pueden navegar o deben llegar al lugar a investigar caminando. | Gentileza: Diego Ferrer -DNA/IAA

En verano arriban a la isla multitud de pingüinos, aves voladoras; muchas de ellas para nidificar en colonias y tener sus crías. Las costas, en tanto, se pueblan de lobos y elefantes marinos. Los líquenes y musgos, en tanto, dejan de estar tapados y se pueden observar en el piso o en las paredes de rocas, donde sobresalen los verdes claro y naranjas. Ya en el invierno sólo quedan aquellas que están adaptadas al hielo, como la ya mencionada foca de Weddell, que tiene sus cachorros sobre el pack de hielo.

Dos tipos de campaña

Los trabajos en ese punto de la Antártida Argentina se dividen en dos tipos de Campañas Antárticas; las de Verano (CAV) y las de Invierno (CAI). "En las campañas de verano se aprovechan la logística y reabastecimiento de las bases que realiza el rompehielos Irizar para bajar en el lugar y llevar adelante trabajos científicos, de reparación y mejoras. Luego se retiran. Los invernantes, en tanto, realizamos todas las tareas que nos permite el verano antártico hasta la llegada del hielo. En el invierno, cuando se congelan las bahías alrededor de la isla, reducimos nuestras actividades. Pero empleamos otros medios de transporte como esquíes, raquetas o motos de nieve", destaca el guardaparques mendocino -nacido en Lanús- Diego Ferrer.

Por qué se conmemora el Día de la Antártida Argentina

Luego de que el buque de W. S. Bruce y "sus" escoceses quedara aprisionado por los hielos en la zona de las Orcadas del Sur en 1903, sus tripulantes debieron vivir un año en un refugio improvisado y devenido en observatorio meteorológico. En 1904 volvieron a Buenos Aires y ofrecieron esa instalación al Gobierno Argentino, quien lo aceptó.

El 22 de febrero de ese año se izó por primera vez la bandera celeste y blanca en el refugio, se dio continuidad a los trabajos que habían comenzado los escoceses y se instaló la primera oficina de correo postal en la Antártida. Desde ese momento, Argentina cumple con una presencia ininterrumpida -y la más antigua- en el Continente Blanco (116 años se cumplen hoy).

La base Orcadas se sitúa en la Isla Laurie, en una angosta franja de tierra o istmo y donde se encuentran dos bahías: una al norte denominada Uruguay (en honor a la corbeta nacional comandada por el Capitán Irizar) y otra al sur llamada Scotia (en homenaje al buque de los escoceses que llegaron a esa costa).

"Cuando el mundo pone atención en este continente, la Argentina siempre está presente para la comunidad internacional. Al ser uno de los firmantes originales del Tratado Antártico, el país tiene voz y voto en muchas de las decisiones que se toman. Por lo complejo de la geografía, el difícil acceso y la logística que requiere; lograr una continuidad de los trabajos científicos y presencia por más de 100 años es un ejemplo de compromiso que pocas veces se da", concluye Ferrer.

Homenaje a un Antártico histórico

El lunes pasado falleció el suboficial principal retirado y expedicionario al Desierto Blanco y al Polo Sur, Julio César Ortiz. Fue uno de los integrantes de la Operación 90, quienes llegaron el 10 de diciembre de 1965 al Polo Sur por vía terrestre.

Según informó la Fundación Marambio, el expedicionario tenía 88 años, y era catamarqueño. Prestó servicio en la Antártida Argentina en la campaña antártica anual, integrando la Dotación de la Base San Martín (1958), en la especialidad de mecánico motorista. Además, integró la expedición Operación 90.

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