Devuélvannos a nuestras niñas

Docenas de terroristas fuertemente armados entraron por la noche en el pequeño pueblo dormido, en un convoy de camiones, autobuses y camionetas. Así llegaron al internado de niñas.

Las chicas de preparatoria se encontraban en el dormitorio y se despertaron con el tiroteo. Los hombres atacaron la escuela, le prendieron fuego y, según los residentes, metieron a cientos de las aterradas chicas en los vehículos que después echaron a andar y desaparecieron.

Eso ocurrió el 15 de abril en el norte de Nigeria. Las chicas fueron secuestradas por un grupo extremista musulmán llamado Boko Haram, que en lengua hausa significa "la educación occidental es un pecado".

Esas niñas, de 15 a 18 años de edad, cristianas y musulmanas por igual, conocían los riesgos de querer estudiar. De hecho, en marzo las escuelas de la región habían cerrado por temor a los ataques terroristas. Pero esta escuela había reabierto sus puertas para que las chicas -las estrellas de su familia y de su aldea  pudieran presentar sus exámenes finales. Esperaban ser maestras, médicas, abogadas.

En cambio, se dice que están siendo subastadas por el equivalente de 12 dólares por cabeza, para ser "esposas" de los terroristas. Unas 50 niñas lograron escapar pero la policía dice que hay 276 desaparecidas. Y el gobierno nigeriano prácticamente no ha hecho nada para recuperarlas.

"Ahora estamos pidiendo que intervengan las potencias mundiales", me dijo por teléfono el desesperado padre de una muchacha de 18 años, Ayesha. Señaló que los padres ya perdieron la esperanza con los funcionarios del gobierno nigeriano -"solo están mintiendo"- y ahora piden que la comunidad internacional ejerza presión para rescatar a las chicas.

Los padres persiguieron a los secuestradores, llevando flechas y arcos para enfrentarse con terroristas armados con fusiles AK-47, pero finalmente tuvieron que dar la media vuelta y regresar. El padre, que pidió no ser nombrado por miedo a las represalias, señaló que los padres de las muchachas ahora le están rezando a Dios para que Estados Unidos y la Organización de Naciones Unidas les ayuden a recuperar a sus hijas.

En el caso de las personas desaparecidas en el vuelo 370 de Malaysian Airlines hubo una importante búsqueda a cargo de varios países y en los noticiarios no dejó de hablarse del tema. Pero en el caso de las estudiantes secuestradas, aun en mayor número, no ha habido ninguna búsqueda significativa.

Hablé por teléfono con el secretario de Estado, John Kerry, que precisamente está de visita en África, y le pregunté si Estados Unidos podría hacer que las autoridades de Nigeria hicieran más para encontrar a las muchachas.

"Las estamos presionando (...) por la situación de las chicas", dijo Kerry. "¡Oh, por Dios, sí, absolutamente!". Y agregó que no se trataba "de un acto de terrorismo sino de un grotesco caso de tráfico masivo de personas".

Le pregunté si Estados Unidos podría usar satélites o agentes de inteligencia para localizarlas. "Estamos comprometidos y cooperando", respondió, sin querer entrar en detalles.

Kerry también hizo énfasis en el intento por desbaratar a Boko Haram y sus flujos financieros, ayudando al mismo tiempo a las autoridades de Nigeria a responder a los ataques terroristas sin violar los derechos humanos. "Estamos mejorando el juego con ellas", aseguró.

Con la esperanza de extender la presión sobre las autoridades nigerianas para que éstas se esfuercen por recuperar a las chicas, en internet se lanzó la campaña "Devuélvannos a nuestras niñas", en el sitio de la Casa Blanca, en Change.org y en Facebook, para exigir su recuperación. No sabemos si esto ayude pero vale la pena tratar.

El ataque en Nigeria es parte de una reacción global de los extremistas en contra de la educación de la mujer. Los talibanes de Paquistán le dispararon en la cabeza a Malala Yousufzai, a los 15 años de edad, porque ella abogaba por la educación de las mujeres. En Afganistán, a las chicas que van camino de la escuela los extremistas les lanzan ácido al rostro. Y en Nigeria, los terroristas destruyeron 50 escuelas tan solo el año pasado.

Si no se rescata a las muchachas nigerianas, "ningún padre permitirá que sus hijas vayan a la escuela", me advirtió por teléfono Hadiza Bala Usman, que encabeza las protestas en Nigeria a nombre de las chicas desaparecidas.

El norte de Nigeria es una región muy conservadora, y si se rescata a las chicas les será difícil casarse más adelante ya que siempre pesará sobre ellas la sospecha de que no son vírgenes.
Aunque las fuerzas armadas nigerianas han mostrado poco interés en rescatar a las chicas, en los últimos años ha lanzado una brutal campaña de contrainsurgencia en reacción a los bombazos de Boko Haram. Ambas partes han sido despiadadas.

El mejor instrumento para combatir el extremismo es la educación, especialmente de la mujer. Y eso significa ver la forma de que no sea peligroso ir a la escuela. A la larga, la mayor amenaza contra los terroristas no son los drones sino las mujeres armadas de libros de texto.

"Esas estudiantes secuestradas son mis hermanas", me dijo Malala en un mensaje de correo electrónico desde Gran Bretaña, donde ella se está recuperando del ataque de los talibanes. "Y exhorto a la comunidad internacional y al gobierno de Nigeria a tomar medidas para salvar a mis hermanas". Y agregó: "Nuestro deber es hablar en nombre de nuestros hermanos y hermanas de Nigeria, que están en una situación muy difícil".

Malala tiene razón. Más de 200 chicas adolescentes han sido esclavizadas por haber tenido el valor y el espíritu de aspirar a ser maestras o médicas. Merecen un serio esfuerzo internacional para rescatarlas.