Para redondear, tomemos como referencia un dólar norteamericano de $ 18,90 a inicios de este año 2018, y que alcanza un valor actual del orden de los $ 40, lo que significa un aumento del 116%. Por otro lado, estimamos una inflación en dicho período del orden del 35%, aclarando que no importa tanto la inflación general como la particular de cada agente económico.
Estos cambios drásticos en las variables que se comportaban con cierta estabilidad, dejando de lado la tasa de interés, generaron y generan cambios en las conductas de los proveedores y clientes, según el lado del mostrador en que estemos en cada operación, llevando a tomar una rápida cobertura, los que pueden, frente a estos incrementos en el dólar y la inflación.
Pero ¿tenemos que aceptar que los proveedores mantengan los precios dolarizados luego de una devaluación tan grande?
Mecanismos de traslados de devaluación a precios
Los productos cuyos precios normalmente estaban en dólares antes de la devaluación, los proveedores los siguieron cotizando en dicha moneda, a los que se sumaron proveedores que antes cotizaban sus bienes o servicios en pesos argentinos y que, luego del cambio de escenario macroeconómico, comenzaron a cotizar también dólares.
Insumos agrícolas, repuestos, materiales, insumos enológicos, tecnología informática, etc., son algunos de los rubros "dolarizados".
Generalmente estamos acostumbrados a cotizar, vender, cobrar, comprar y pagar estos rubros en dicha moneda norteamericana o su equivalente en pesos argentinos.
Pero con la fuerte devaluación, esto implica una transferencia de recursos a los "proveedores dolarizados" que no siempre es justa, y es aquí en donde se requiere el poder de negociación y acuerdo entre las partes.
¿Por qué no es justa?
Por las estructuras de costos de las empresas proveedoras que venden sus productos en el mercado local en dólares norteamericanos.
En efecto, el proveedor puede adquirir los insumos, materiales, etc., por medio de importaciones o importadores, quienes le facturan estos bienes en dólares, pero el proveedor, a su vez, para poder dar el giro a su negocio, paga sueldos y jornales, servicios locales, energía y combustibles, honorarios a profesionales locales, etc., además de cargar su utilidad en la operación, y todos estos últimos "no se adquieren ni pagan en dólares sino que en pesos a distintos ritmos de sus inflaciones particulares".
Por lo que el traslado de la devaluación a precio, en principio, debería ser solo por la componente del precio referida a los insumos importados, y no a la totalidad de los costos.
Por ejemplo, un insumo que en enero de 2018 costaba U$S 100 a un tipo de cambio de $ 20,00; implicaba un costo total de $ 2.000.
Si suponemos que la estructura de costos y utilidad del proveedor es la siguiente:
Insumos importados = 50%
Sueldos y cargas sociales = 20%
Resto de gastos = 15%
Margen de utilidad = 15%
Para formar el 100% del precio, y suponemos que tanto los sueldos y jornales como el resto de gastos han tenido una inflación del 30% en el período, las cuentas del proveedor, para ser un "traslado técnico" deberían ser:
Insumos importados: aumento del 116% con participación del 50% = 58%
Resto de gastos: aumento del 30% con participación del 35% = 11%
Utilidad: aumento del 25% supuesto sobre el 15% de participación en el precio = 4%
Si sumamos todos estos aumentos ponderados (58% + 11% + 4% = 73%), el precio ajustado del proveedor debería ser igual a los $ 2.000 de enero más el 73%; lo que arroja un importe de $ 3.460; que convertidos a dólares a un tipo de cambio de $ 40 significan U$S 86,50 y no U$S 100; mientras que si dolariza el precio completo sin tener en cuenta la estructura de costos y la utilidad, el importe actual sería de $ 2.000 por el 116% de la devaluación, $ 4.230; lo que significa un 22% mayor que el método técnico que mantiene en equivalencia los incrementos en cada componente del costo.
En el caso en que el proveedor quisiera seguir manteniendo sus precios en dólares, debería ofrecer un descuento en dicha moneda con respecto a sus precios antes de la devaluación, caso contrario, si volvemos sobre los cálculos anteriores, la diferencia es un incremento neto en su utilidad.
Difícilmente, al trasladar toda la devaluación a los precios, el proveedor pague los sueldos y jornales en dólares, al igual que los impuestos y resto de servicios locales y otros gastos.
Conclusión
En este contexto de cambio abrupto económico, deben revisarse y renegociarse los precios de aquellos bienes y servicios dolarizados, de tal forma de no sufrir el traspaso de la devaluación de los precios de los insumos en su totalidad, más cuando, por el otro lado, las ventas son el mercado local sin la posibilidad de dolarizarse y, en la mayoría de las veces, ni siquiera ajustarse por inflación.