El desendeudamiento es uno de los pilares principales del relato kirchnerista y, al igual que todos los demás, no resiste una confrontación con la realidad.
No tuvieron que pasar veinticuatro horas de la cuadragésimo segunda cadena nacional para que las palabras de la presidenta Cristina Fernández quedaran desautorizadas por su propio ministro de Economía, Axel Kicillof.
“Hoy la Argentina ha cerrado el último capítulo del endeudamiento”, exclamó el lunes 5 de octubre. El martes 6, el “nene” -tal como lo presentó la presidenta por cadena nacional- anunciaba la colocación de 669 millones de dólares en un nuevo bono, como inicio de un nuevo endeudamiento que se tradujo en tres bonos en una semana.
Pero la proximidad entre el discurso presidencial y la colocación de deuda no es una simple coincidencia. La lectura del Boletín Oficial puede ser un fastidio, pero es una tarea necesaria para comprobar que este Gobierno no ha dejado de emitir deuda con los instrumentos más variados, al grado de vaciar las arcas de varios organismos del Estado.
Un punto de inicio recomendable en este periplo podría ser octubre de 2008, cuando la euforia generalizada por la reestatización del sistema previsional no dejó ver a muchos el propósito oculto de la medida: disponer de una sustanciosa caja de recursos para financiar un déficit que, a la luz del impresionante crecimiento de los años posteriores, hoy sería una meta más que deseable.
Desde entonces, la suscripción de letras del Tesoro por parte de la Anses, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad y hasta el PAMI se prolongó hasta el presente. Hubo que esperar tan sólo 55 días desde el anuncio del fin de las AFJP para que se tomaran los primeros recursos, 1.600 millones de pesos, del reestatizado sistema previsional. Pero la ciudadanía tardó cuatro meses en saberlo: la resolución conjunta que formalizó ese endeudamiento se publicó en el Boletín Oficial el 15 de abril del año siguiente. El tiempo parece ser tan relativo como la publicidad de los actos de gobierno.
La síntesis de la deuda tomada del sistema previsional muestra compromisos acumulados por 4.736.974.313 dólares y 54.006.120.000 pesos, sin actualizar. En el caso del PAMI, entre 2009 y 2010 se suscribieron letras por 9.490 millones de pesos. Como muchos otros organismos, fue dejado de utilizar, tal vez por haberse quedado sin recursos para seguir financiando el creciente déficit del Estado.
En ese sentido, el listado de los entes que, como señala la formalidad de las resoluciones, suscribieron "voluntariamente" letras del Tesoro, muestra la inagotable creatividad de los funcionarios para financiar el déficit que ellos mismos generan.
Así, el Instituto Nacional de Reaseguros (Inder) no tuvo problemas en suscribir por lo menos cinco letras, a pesar de que se encuentra en liquidación hace veintitrés años. Cammesa, que en la última década requirió que el Estado le otorgara subsidios por más de 260 mil millones de pesos, aportó generosamente 2.085 millones de dólares en quince letras entre 2011 y 2014. Tampoco se entiende por qué el Instituto de Ayuda Financiera para pago de Retiros y Pensiones Militares debe ser asistido periódicamente con ampliaciones presupuestarias: suscribió seis letras por 950 millones de pesos. ¿Les falta plata o les sobra?
Por no hablar de la cantidad de fondos fiduciarios cuya finalidad, en definitiva, parece haberse limitado a colaborar en la emisión de deuda. Dentro de ellos, el Fondo Fiduciario de Reconstrucción de Empresas no tiene punto de comparación con los otros: veintisiete letras por un total de 7.200 millones de pesos y 347,1 millones de dólares.
En el final de su gestión, el Gobierno tuvo un 2015 particular, en el que abandonó su costumbre de endeudarse con diferentes organismos del Estado y limitarse exclusivamente a quitar recursos al sistema previsional. Allí se encuentra la razón por la que en este año se volcó a la colocación de bonos a tasas que más que duplican a las de cualquier país vecino: los organismos se quedaron sin fondos y el Ministerio de Economía se quedó sin letras.
Pero la suma de curiosidades no es nada si se toma conciencia de la cabal dimensión del endeudamiento acumulado en los últimos siete años. Letras, bonos, pagarés, son los instrumentos elegidos para financiar a un gobierno que se retira con un déficit que se estima equivalente a siete puntos del PBI. Y una emisión de deuda que sólo considerando los últimos siete años de la docena kirchnerista, supera los 125 mil millones de dólares.
El cálculo es complicado, debido a que los 358.652,4 millones de pesos se distribuyen entre más de un centenar de letras entre 2008 y 2015, con diferentes paridades cambiarias en cada caso. A ellas deben sumarse los 78.095,4 millones emitidos en dólares, entre los que las palmas se las lleva sin dudas el Banco Central, con letras por 57.398 millones. La suma no incluye el stock de Lebacs, que incrementaría los compromisos en más de 300 mil millones de pesos.
Al momento de cerrar este incompleto balance del endeudamiento sin fin no se cuenta con el resultado de las nuevas colocaciones de bonos ni, por supuesto, las que se realizarán en las próximas semanas. Es que, a pesar de los discursos, el capítulo de la deuda está más abierto que nunca.