En materia de animales domésticos abandonados y librados a su suerte en la vía pública, insistimos en lo que expresábamos en un editorial publicado el lunes 22 de octubre de 2018, con respecto a este delicado problema.
En ese momento sosteníamos que “los ciudadanos que quieren a los animales domésticos ven, sin poder hacer demasiado, cómo prolifera en la vía pública una importante cantidad de perros y de felinos, aunque estos últimos en menor número. Son animales hambrientos, sin cuidados, que en general se reproducen sin control. Lo apreciamos en el Gran Mendoza y en otras zonas de la provincia. El Estado hace lo que puede, pero dista mucho de tener una solución definitiva o siquiera transitoria para la problemática”.
A esa posición añadimos que el Estado tendría que esforzarse por corregir el panorama descripto, contando para ello con la inapreciable colaboración de la gran cantidad de entidades que hay en el medio, que protegen a los animales, en especial a los canes.
Estas organizaciones civiles cuentan con muy pocos recursos y son sostenidas por personas altruistas que recogen perros de la vida pública, los atienden y curan y luego realizan diversos esfuerzos para darlos en adopción.
Es cierto que los municipios han desplegado una labor bastante intensa en la materia, atendiendo animales que están a la intemperie y realizando campañas de esterilización que frenan un poco la reproducción de las mascotas sin hogares.
Pero no es suficiente por la cantidad de canes que vemos deambular en los barrios, a los costados de las rutas, en el circuito de El Challao y también en las cercanías de Cacheuta y otros lugares del Gran Mendoza.
Mientras esto ocurre, las ONGs que están metidas de lleno en esta problemática, siguen desbordadas de trabajo y algunas han tenido que cerrar por falta de recursos económicos para sostenerse.
Se estima que los perros en refugios en la zona metropolitana son más de 7.000. Pero no se tiene un cálculo de los que viven en la calle, que son miles, como afirman las personas que sostienen los refugios.
En el radio de Ciudad se ven menos, pero apenas el observador se aleja, encuentra decenas en los alrededores.
Un dato que revela el grado de dificultad del voluntariado que defiende a los animales, es que muchas de estas organizaciones particulares evitan dar su dirección, sobre todo si están cerca de zonas pobladas, como forma de impedir que la gente abandone frente a sus instalaciones a los cachorros durante la noche.
Merituamos y valoramos que la Secretaría de Ambiente provincial realice acciones interesantes, como la derivación de animales que quedaban del desaparecido zoológico y los han enviado a donde tendrán mejor calidad de vida; o los programas de rehabilitación de animales autóctonos al hábitat natural o de adopción responsable de animales de corral.
Ahora hace falta el gran esfuerzo de dotar de subsidios o ayudar a mejorar las instalaciones de las ONGs protectoras, como una forma de ir superando el problema de los perros en estado de abandono.
Deberá emplearse la posibilidad de coordinación del Estado, junto con los municipios, que sí tienen una destacada intervención en el asunto desde sus direcciones de Zootecnia, para encarar una política de fondo que termine o alivie este preocupante asunto.
No para exterminio de los animales vagabundos sino con el fin de su reubicación en lugares seguros donde puedan ser atendidos y protegidos sanitariamente, y, por sobre todas las cosas, volver a militar la propuesta de no comprar mascotas sino acceder a ellas adoptándolo en los sitios donde ahora las contienen.
Y por supuesto insistir en que una de las claves de esta penosa realidad es practicar de manera orgánica y sistemática la castración masiva, una forma real de controlar la población canina existente.
