El fútbol argentino reclama un master en finanzas. Los números de las tesorerías están en rojo. Con abundancia de ceros y escasez de billetes. La burbuja económica iniciada en agosto de 2009 con el Fútbol para Todos parece haber comenzado a pincharse.
El colapso de Colón SF reabrió el debate sobre el manejo de las economías. El tercer piso del edificio de la AFA fue testigo de un encendido reproche -uno más- de Julio Grondona hacia los dirigentes. Los instó -una vez más- a manejar con cautela los recursos. Les recordó -una vez más- que quien tenga atrasos en los pagos no podrá contratar refuerzos. Los dirigentes asintieron. Una vez más.
Una cadena de disparates económicos en los últimos años fue el caldo de cultivo de la crisis actual. Contra todas las promesas oficiales, desde la incursión del Gobierno como socio de la AFA, los pasivos de los clubes aumentaron un 47%. El más endeudado es River (pasivo de $ 297,8 millones; se estima que el número trepará a $ 400 millones en el ejercicio 2012-2013).
La actualización de los números (los ejercicios 2012-13) no aporta buenas señales: el pasivo estimado de Colón es de $ 128 millones. Otro club que hacía gala de su pulcritud financiera, Vélez, perdió $ 42,8 millones. Y su pasivo sube a $ 171 millones (un aumento de $ 74 millones en relación con la temporada pasada). Los dirigentes de Vélez y Colón fueron dos de los elegidos por Grondona para negociar con Cristina Fernández de Kirchner el convenio del Fútbol para Todos. Era agosto de 2009.
“Así como está, el fútbol argentino explota”, comenta un dirigente. Hace rato que los libros contables dejaron de cerrar. ¿Por qué? En primer lugar, fracasan los controles. Por más que los clubes envíen a la AFA un archivo cada tres meses con el detalle de sus gastos en ese lapso y la evolución del presupuesto, no hay sanciones para el que se excede.
La famosa ley de premios y castigos, anunciada en 2009 cuando el fútbol no arrancaba, jamás se aplicó. Los certificados de libre deuda para poder contratar y utilizar a los refuerzos se firmaron, muchas veces, con compromisos de pago a futuro. La bicicleta financiera de la pelota.
Un integrante del comité ejecutivo habló el martes de la fuga de capitales en el fútbol argentino. Y se explayó: “Hicimos el cálculo. Se fueron cerca de $ 280 millones entre intermediarios, representantes y servicios financieros”.
Siguieron otros dirigentes, con otros datos desalentadores: la pérdida promedio por partido es de alrededor de $ 150.000, por los gastos fijos (controles, seguridad, entre otros). La escasez de transferencias al extranjero también ayuda a enrojecer los balances. Se habló -una vez más- de un techo salarial, para evitar pagar contratos inasumibles. Se avanzó -una vez más- en un contrato de palabra para que los clubes no pujen por el mismo jugador, algo que encarece su precio.
Grondona, que en agosto de 2009 consiguió una bomba de oxígeno financiero gracias al Fútbol para Todos, volvió a insistir en la posibilidad de reformar el torneo “para maximizar los ingresos”. Y por eso los dirigentes se llevaron una carpeta. Era la misma que habían recibido en 2011, con aquel famoso torneo de los 38 equipos. Todo vuelve.