Destrabajados

Dicen algunos empresarios: nuestra empresa le da trabajo a mucha gente. Mirémoslo al revés señor: porque usted tiene esa gente es que puede tener empresa.

Destrabajados

Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Vos lo tenés, hermano, y te sentís de alguna forma amparado, protegido, contenido tal vez. Tener trabajo es más allá de la guita del sueldo, una dignidad. Es sentir que a uno lo tienen en cuenta, que uno tiene un valor, que somos capaces. Sentirnos útiles, saber que servimos para algo y que hacemos, podemos hacerlo, para justificar nuestra existencia en el mundo, así de simple y de tremendo.

Estamos en el mundo para muchas cosas pero una de las fundamentales es que estamos para trabajar.Y volvemos a él todos los días, a justificar con las horas puestas en  nuestro tránsito por la vida. Puede ser que vos tengas un patrón considerado que te tenga en cuenta como persona y no sólo como un número en su lista de personal. Pero también puede ser que tus patrones sean insensibles y entonces te hagan sentir mal con cada mirada, con cada frase. Son ellos los que no se dan cuenta de dos palabritas que son la sustancia de cualquier emprendimiento: recursos humanos.

Puede que el día te resulte pesado porque no te gusta el trabajo que hacés, porque no te gusta el ámbito en el que se desarrolla ese trabajo, ni las relaciones que te conectan o desconectan con otros tipos como vos. A veces el trabajo es una expoliación y ninguno merece gastar la mayor parte de su vida en agrandar las arcas de aquellos a los que sólo les importa el negocio. Dicen algunos empresarios: nuestra empresa le da trabajo a mucha gente. Mirémoslo al revés señor: porque usted tiene esa gente es que puede tener empresa. Sí, a veces trabajar es alcanzar el suelo con las manos.

Pero bueno, al fin, en definitivas cuentas, es un trabajo. Yo quiero referirme a aquellos que mañana no podrán festejar porque no lo tienen, porque lo buscan todos los días y no lo encuentran, porque se pasan largas horas de plantón esperando que alguien los atienda con el curríulum encarpetado y una insatisfecha ilusión en sus ojos. A aquellos pobres del verbo pobre que sienten como un fracaso, como una deshonra volver a sus casas con las manos vacías para decirle al hambre de los que esperan, tal vez mañana, hijo, tal vez mañana.. A esos que ahora mismo me están leyendo en el diario  y no entienden nada si yo digo esperanza.

Un treinta por ciento de argentinos no va a tener qué festejar mañana, un treinta por ciento pertenece a ese nefasto asunto de la desocupación. En un país con recursos naturales como para que trabajen los que no son de este país, tranquilamente, una tonelada de compatriotas quedarán al margen de la celebración, apartados de cualquier consideración de los discursos o de las bellas palabras que festejan la existencia del trabajo. Ellos son el resultado de una injusticia que algún día alguien tendrá que pagar, porque no le podemos quitar el gran motivo de vida a quienes están sintiendo de que esto ya no es vida.

Es el día del trabajador, felicidades para todos aquellos que lo tienen, y para los que no lo tienen el deseo de que mañana, cuando todos salgan a trabajar, ellos salgan también, con la mirada limpia y las ganas invictas, casi, casi, como si fueran seres humanos. Pregunto: cuando el Fondo Monetario Internacional revisa las cifras de la pobreza en el mundo, lo harán con el estómago vacío o comiéndose una hamburguesa.

Mañana es el día del trabajo, para muchos mañana será un día injusto.

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