“Estábamos todos expectantes, cuando la perforación llegó a cierto nivel y saltó el chorro al cielo... parecían fuegos artificiales de agua”, recuerdan hoy con alegría los gestores del milagro. Aquella jornada de octubre de 2015 se convirtió en hito histórico para la comunidad de Calise, en San Carlos. Sucede que después de 30 años, los 94 alumnos de su escuelita rural ahora pueden gozar del derecho universal al agua potable.
Pero aún mejor que eso es que los niños de Calise saben que esta agua “casi mineral” -como promocionan- no brotó del patio de su escuela por arte de magia. Conocen bien que fue gracias a la lucha de sus papás y abuelos, que no renunciaron a ese sueño; de las celadoras, que adoptaron como propio el desafío; del equipo docente, que colaboró en todo, y de un grupo de vecinos (la asociación Crece desde el Pie) que elige involucrarse por el bien común a quedarse mirando desde afuera.
Hoy todos estos protagonistas celebrarán con un gran asado -o ‘chocleada’ (“lo que dé el bolsillo”)- este logro comunitario. Antes de que las trafics vengan a buscar a los niños, a las 12.30, la escuela 1-359 Tnte. Cnel. Francisco de Sales Torres se vestirá de fiesta. Y compartirán anécdotas de la hazaña y -envalentonados- se propondrán nuevas metas comunes y tendrán asegurado el brindis con “el mejor líquido”.
La cautela había obligado a posponer el festejo hasta tanto estuvieran los resultados de los análisis, que solicitaron a la UTN antes de que terminaran las clases. “Días atrás, recibimos el sobre y la confirmación de lo que suponíamos, que el agua es apta para consumo”, cuenta Damián Moreno, uno de los promotores de la obra e integrante de Crece desde el Pie.
Espera demasiado larga
Si hay alguien que agradece todos los días por el caudal que salta al abrir la canilla es la celadora Margarita Caviere. Hace 32 años que trabaja en la escuela, desde que comenzó a funcionar en un ranchito de adobe con 15 alumnos. Ella supo lo que es filtrar el agua en piedra para hacer los desayunos, lo que es acarrearla en baldes 20 metros desde la pileta o esperar ansiosa el camión municipal (hasta días atrás).
La escuela de Calise funciona con jornada extendida y, por su escasa matrícula, con secciones múltiples. Siempre contó con el comedor para sus alumnos y varias veces en la última década debió suspender las clases cuando el camión cisterna del municipio no podía asistirlos con la dotación de agua.
Las distintas gestiones escolares elevaron varias notas pidiendo este servicio esencial. “Venían del Gobierno, sacaban fotos, proyectaban, presupuestaban, pero nunca pasaba nada”, dijo un papá. Más de una vez se le atribuyó un presupuesto costosísimo a esta obra, que terminó costando no más de 20 mil pesos.
“Es porque la escuela está alejada que las soluciones llegan lento. No hay que subestimar a estos niños. Los que nos vienen a pedir que los peinemos o lavemos sus manos pueden ser nuestros médicos el día de mañana”, expuso la celadora Doris Gómez, a quien esta obra toca de una manera especial.
Tarea en conjunto
El principio de la solución se gestó hace un año y medio. Los chicos de Crece desde el Pie pidieron la escuela para reunirse con productores de la zona, en virtud de un estudio de Economía Social que estaban realizando. Allí se enteraron de esta carencia y decidieron hacer algo junto con los lugareños.
Justo por ese tiempo, la fundación Medifé lanzaba concursos para financiar proyectos sociales y la organización presentó esta iniciativa. “De todos modos, el germen del cambio se estaba dando y hubiéramos hecho la obra de todos modos. Comenzamos a reunirnos periódicamente”, acotó Alejandrina Zotelo de Crece...
El aprendizaje fue en comunidad. Los chicos trabajaron en un taller que el agua es un derecho humano prioritario. La organización también armó reuniones con padres, maestros y amigos de la escuela y todos se pusieron manos a la obra. Organizaron rifas, eventos, gestionaron recursos e incluso hubo vecinos -como don Durán- que recorrieron casa por casa del departamento pidiendo colaboración.
“Juntos hemos convertido una debilidad en fortaleza”, dijo la directora Antonia Casado. Contó que ahora, con tanta agua, proyectan hacer una huerta, plantar frutales y hacer dulces con las mamás. Los padres, por su parte, indicaron que quieren luchar por una ampliación, que supere las dos casillas donde hoy deben dar clases.
Sueño cumplido
El agua “de excelentes características”, según corroboró la UTN, sale de una surgente que se encuentra a 24 metros de profundidad y cerca de la pileta donde se acumula. “Fue una grata noticia descubrir que no iba a ser falta una bomba”, apuntó Moreno, “esto nos facilitó mucho el proceso”. Por estos días, el celador está realizando las conexiones y colocando las llaves de corte, “para no desperdiciar el agua”, señaló la directora.
Fue Carlos Adriazola, el esposo de la celadora Doris, quien vaticinó hace muchos años que por debajo del predio escolar pasaba una surgente. “Un día tendrán aquí agua mineral”, le dijo a su mujer, que se emociona al recordar las palabras. El hombre falleció sin poder ver concretado su vaticinio, pero su hijo (también Carlos) heredó la capacidad de poder detectar el paso de aguas subterráneas con un palo en forma de horquilla.
El hombre vive en Inglaterra, pero “vino a terminar el trabajo de su padre”, dice Doris. Fue él quien detectó la surgente, donde perforaron luego. Lo contratan empresas de distintos lados y cobra hasta 10 mil pesos por la tarea, que les hizo gratuitamente a los chicos de Calise. Además, donó un lechón para rifar y recaudar fondos.
Días atrás, vino de Inglaterra con su familia y “lo primero que hizo fue traer a sus hijos para hacerlos tomar un vaso de esta agua, que es tan significativa para nosotros”, apuntó Doris.