El calentamiento global abruptamente podría acelerarse por el descubrimiento de un gigantesco fenómeno climático, cuyo potencial térmico global es veintitrés veces mayor que el del dióxido de carbono CO2.
El peligro se conoció cuando científicos en un barco ruso declararon en setiembre de 2008 tener pruebas de haber registrado cómo columnas de millones de toneladas de gas metano subían a la atmósfera desde los fondos marinos del Océano Ártico.
En varias zonas descubrieron intensas concentraciones de metano e hidratos de metano en los fondos helados (permafrost) que cubrían miles de kilómetros cuadrados de la plataforma continental de Siberia.
Dichos gases ocultan un gravísimo potencial, a punto tal que al deshelarse un volumen de “hidrato de metano” equivaldría a 170 volúmenes de metano liberado, provocando el colapso del permafrost.
Por dichas causas el “hidrato de metano” proyectaría masivamente al metano disociado libremente hacia la superficie oceánica y directamente a la atmósfera.
Estos síntomas preanuncian que se está despertando como nuevo gigante climático dicho gas metano, omnipresente bajo los fondos marinos y oceánicos.
El peligro potencial se centraría en el calentamiento progresivo de las aguas marítimas, de donde podrían derivarse riesgos de impactos climáticos severos: por colapsos masivos del citado permafrost con emisiones nunca vistas de gas metano en aguas y atmósfera; también fuertes seísmos con desestabilización de mantos, corrimientos e “hinchazón” de estratos submarinos, precursores de tsunamis destructivos, etc.
Estas consecuencias también podrían ser originadas por las actividades del hombre, cuando con perforaciones petroleras en los fondos oceánicos desaprensivamente se instalan por intereses económicos, políticos, por ignorancia -o no-, como actualmente está sucediendo en el Golfo de México, puntualmente por la perforación del subsuelo marino de la petrolera británica BP, iniciando en cadena desde el 20-4-2010 una catástrofe ambiental en proceso activo -pues no se detiene- a partir de la gran explosión de su pozo, con un aporte de 40% de gas metano y matando a varios operarios.
Además de un vertido sin control de petróleo superficial y submarino contaminando a la Corriente del Golfo, posiblemente costas de Irlanda, Europa y a todas las áreas marítimas y en bordes continentales por su extensa influencia en escala global.
Pero esto no es todo: dicha catástrofe duraría entre 2 a 4 años y podría perjudicar la evaporación de las aguas marítimas, con impredecibles consecuencias climáticas de alcance global.
Simultáneamente a este escenario siniestro se ha sumado la “hinchazón” del fondo marino del Golfo de México haciéndolo subir 10 metros en una superficie de miles de km2, por la presión de una inmensa burbuja de gas metano, según cálculos científicos, de 32 km de largo.
La detección de diversas grietas en el fondo marino anunciaría como episodio precursor una nueva tragedia bajo el pozo de la petrolera BP: una catastrófica explosión de la burbuja de dicho gas colapsando el fondo marino. Y según científicos, dicho fenómeno produciría luego un tsunami que barrería gran parte de las costas del Golfo de México (Fuente: Terrence/GlobalResearch/Helium, en el artículo “¿Ruptura apocalíptica de la burbuja de metano?”).
En síntesis, estos últimos escenarios acelerarían el calentamiento global porque se sumarían a los gases de invernadero -GEI- que tanto nos preocupan.
Es presumible pensar entonces que hoy, al informarse de esta realidad, el pedestre ciudadano del llano se formule preguntas como las siguientes: ¿las expectativas de nuestro futuro?, ¿las de nuestros hijos y nietos?, ¿deberíamos culturalmente “prepararnos” y “prepararlos” ante una situación irreversible?.... pues “nuestra incertidumbre se expande cuando los horizontes siguen cubriéndose de silencios”.
Arq. Jorge López de Medina - DNI 6.861.764