Pamela Pérez (37) y su pareja, Milton, son mendocinos. Desde hace más de seis años reparten sus actividades anuales entre Mendoza (cinco meses) y Calafate (siete meses).
Pero no lo hacen por una cuestión de capricho o mero disfrute, sino que entre ambas ciudades se distribuyen sus temporadas de trabajo. Además, tienen dos hijos, ambos nacidos y registrados en la ciudad santacruceña.
El aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por la pandemia de coronavirus sorprendió a la familia en plena temporada invernal en El Calafate y ahora son algunos de los tantos mendocinos varados en otras provincias que aguardan para regresar a Mendoza. Con un agregado que hace que la espera sea un poco más angustiante todavía, y referido a la salud de Juan, el papá de Pamela.
El hombre, de 74 años, está prácticamente solo en Mendoza. Ingresó a una residencia para mayores tras estar internado en el Hospital El Carmen y ha sido diagnosticado como maníaco depresivo, además de sufrir depresión e hipertensión.
"Tengo que viajar a Mendoza, necesito estar con él porque soy la hija que está más cerca y puedo hacerme cargo. Hemos completado todos los trámites de repatriación y estamos a la espera. Pero no tenemos precisiones aún", cuenta Pamela desde el sur argentino. "Acá al Calafate vienen muchos mendocinos a trabajar en temporada, y varios ya han podido regresar a Mendoza. Pero nosotros seguimos esperando. Y no es que sólo quermos, es que necesitamos regresar", enfatiza.
"Habilitan las reuniones familiares ahora, y dan prioridad a otras cosas. Pero hay personas que la estamos pasando mal. Estoy contrayendo una deuda impagable por alquiler sin tener trabajo y tengo mi casa en Guaymallén, pero no puedo ir", denuncia.
Una vida en dos lugares
En 2013, Pamela y Milton se mudaron a la ciudad patagónica por trabajo, y desde ese momento su vida transcurre entre los dos escenarios: su Mendoza natal y El Calafate que los adoptó.
Cada invierno, viajaban a Mendoza para aprovechar la temporada invernal y trabajar en estas tierras. Y, de paso, se quedaban cinco meses en el sitio que los vio nacer. Ya instalados en El Calafate, nacieron sus dos hijos (Patricio, de 5 años, y Julieta, de 2 años). Para poder trabajar en el lugar y que los niños pudieran estudiar, se radicaron en la ciudad de Santa Cruz.
Sin embargo, y a raíz de la pandemia de coronavirus, este año se frustró su llegada a Mendoza. Y esta vez no es solo el trabajo lo que los motivaba, sino cuestiones personales y familiares. "El 10 de mayo completamos el formulario para obtener el permiso e ingresar a Mendoza. Nos contactamos con el mail de 'Varados Mendoza' que han puesto a disposición para quienes tengamos que regresar y nos han dicho que tenemos que esperar a que el Gobierno de la Nación disponga de la autorización para que podamos viajar. En el formulario que llenamos se especifica que podrán viajar quienes domicilio en Mendoza y posean vehículo propio; y tenemos ambos. Pero no hemos tenido respuesta", agrega la mujer.
Pamela es guía de montaña y trabaja en una agencia de turismo en el Sur, mientras que Milton se desempeña en un restaurante, también por temporada. Tres días antes de que entrara en vigencia el aislamiento dispuesto por DNU en todo el país, el intendente de El Calafate dispuso el cierre y la anulación de todas las actividades turísticas y de otros rubros. Fue el 17 de marzo, luego de que el coronavirus "llegara" a esa ciudad con un contingente de turistas franceses.
"Desde entonces estamos sin trabajo, y a mi marido ni siquiera le completaron el pago entero del mes de marzo. Nosotros alquilamos de forma temporal, y por mes nos sale $18.000. A eso se suman entre $30.000 y $40.000 para poder comer y vivir. Estamos en situación de gastar nuestros ahorros y este mes elegí no pagar el alquiler para poder comer. Lo más extraño de todo es que nosotros tenemos nuestra casa en Mendoza, y no podemos viajar. Tenemos nuestro propio auto, hemos hecho la cuarentena en un lugar sin casos nuevos y ni así nos autorizan", se explaya Pamela.
La desesperada situación del padre
Juan Pérez (74) es el papá de Pamela. Tiene, además, una hija en España y otro hijo que vive en Mendoza. Sin embargo -y por distintas circunstancias particulares, es Pamela la única que está en condiciones de cuidar al hombre. "Necesito viajar y estar con él cuanto antes", repite.
“En 2018, mi papá enviudó. Desde que falleció mi mamá, él no pudo salir nunca del todo y entró en un pozo depresivo. Y encima, con los hijos lejos, fue descuidando su salud. El 15 de marzo quiso quitarse la vida, y quedó internado en el Hospital El Carmen. El 19 recibió el alta, y el 20 tomamos la decisión de que fuera a un geriátrico. Desde entonces está con tratamiento. Le hago videollamadas a la encargada del lugar y así puedo hablar con mi papá. Pero está muy solo. El otro día casi se escapa para ir al banco por su cuenta”, continúa la mujer. Y acota que es esta la mayor urgencia que tiene para regresar a su provincia.
En Mendoza, y también por temporada -en circunstancias normales-, la pareja trabaja en centros de esquí. No obstante, este año ya fue confirmado que estos complejos no serán habilitados como consecuencia del Covid-19. Pero la familia varada en El Calafate aún espera que el ministerio de Turismo local resuelva el problema que los tiene, como a otros mendocinos, aún sin poder volver.
"No queremos ayuda económica del Estado. Más allá de que nosotros nos estamos gastando los ahorros, incluso los que teníamos para pagar la nafta hasta Mendoza, lo único que queremos es que nos autoricen a regresar a nuestra casa", concluye.