Deseo hablar con usted de silla a silla

Este 20 de junio, día del ilustre patriota y fundador de la Patria Manuel Belgrano, recordamos su legado, sus principales enseñanzas y su amistad con el Libertador de América José Francisco de San Martín.

Deseo hablar con usted de silla a silla

"Lo contemplo a usted en los trabajos de la marcha viendo la miseria de nuestros países y las dificultades que presentan con sus distancias, despoblación y por consiguiente la falta de recursos para operar con la celeridad que se necesita (...) Deseo mucho hablar con usted, de silla a silla, para que tomemos las medidas más acertadas y formando nuestros planes, los sigamos sean cuales fuesen los obstáculos que se nos presenten, pues sin tratar con usted a nada me decido", escribía desde Jujuy el 2 de enero de 1814, el General en Jefe del Ejército del Norte Manuel Belgrano a su futuro relevo el Coronel del Regimiento de Granaderos a Caballo, José Francisco de San Martín.

Pocas palabras le bastaban al experimentado Manuel para describir a su ya compañero de causa, la realidad por la que atravesaba la Revolución iniciada aquel lejano 25 de mayo de 1810.

El otrora vocal de la Primera Junta, abogado, economista, escritor y periodista, devenido luego en conductor de los ejércitos de la Patria, anhelaba la llegada de aquel a quien consideraba uno de los pocos líderes en quien confiar y con el que “de silla a silla” podría planear el futuro de la Independencia.

La prematura muerte de sus amigos Mariano Moreno -1811- y Juan José Castelli -1812-, con quienes encarnó el partido revolucionario, lo habían dejado en una absoluta orfandad de causa e ideas; sintiendo el peso de más de tres años de lucha con pocos cofrades con los que contar, describía sus penurias a San Martín con estas palabras: “Soy solo; esto es hablar con claridad y confianza: no tengo ni he tenido quien me ayude y he andado los países en que he hecho la guerra como un descubridor, pero no acompañado de hombres que tengan iguales sentimientos a los míos, de sacrificarse antes que sucumbir a la tiranía...”.

La llegada de San Martín con los refuerzos para el Ejército del Norte significaron para Manuel el alivio y la esperanza que necesitaba, no tanto desde el plano militar sino por contar con un compañero de causa en quien confiar: “No sé decir a usted lo bastante cuánto me alegro de la disposición del gobierno para que venga de jefe.… vuele usted, si es posible; la patria necesita de que se hagan esfuerzos singulares y no dudo que usted los ejecute según mis deseos, para que yo pueda respirar con alguna confianza y salir de los graves cuidados que me agitan... Crea usted que no tendré satisfacción mayor que el día que logre (...) estrecharlo entre mis brazos y hacerle ver lo que aprecio el mérito y honradez de los buenos patriotas como usted”.

Lo cierto es que hasta ese momento ambos libertadores no se conocían personalmente y sólo habían enriquecido su amistad y coincidencias políticas a partir de su correspondencia, iniciada posiblemente a poco de llegar San Martín al Plata en marzo de 1812.

Finalmente, desde fines de enero de 1814 ambos jefes dedicaron largas jornadas en platicar sobre la revolución, intercambiando experiencias y conocimientos, “transmitiendo, el uno, todo lo aprendido en una guerra sin recursos durante una revolución altisonante pero ininterrumpida desde el grito de Mayo indicando al futuro Libertador de América quién es quien en Buenos Aires y por tanto dónde depositar su confianza y dónde no;  y el otro todo su saber y profesionalismo obtenido por más de 20 años al servicio de los ejércitos españoles, y lo aprendido en lo relativo a política europea a la luz del ejercicio de las ideas de la Revolución Francesa”. Finalmente Belgrano, una vez más desacreditado por el gobierno de Buenos Aires, deberá partir dejando a San Martín en contacto con caudillos del norte, entre ellos Martín Miguel de Güemes.

Ambos hombres forjaron en pocos meses una verdadera amistad, cimentada durante los años venideros en grandes coincidencias de pensamiento y acción.

Así las ideas económicas plasmadas por Belgrano durante sus años al frente del consulado, cuando aseguraba que “Fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio, son los tres importantes objetos que deben ocupar la atención y el cuidado de los gobernantes”, fueron ejecutadas por San Martín casi de manera idéntica desde la Gobernación Intendencia de Cuyo, primero, y luego como Protector de los Pueblos Libres del Perú.

Respecto de la educación, ambos líderes, la consideraban fundamental para el desarrollo de los pueblos; y mientras Belgrano se preguntaba: “¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, y que el Gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?”, muchos años después San Martín aseguraba: “La creación de una biblioteca nacional perpetuará para siempre la memoria de esa municipalidad: la ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos; (...) yo deseo que todos se ilustren en los sagrados libros que forman la esencia de los hombres libres”. Tal como estos ejemplos, muchas otras son las coincidencias que podemos encontrar entre Belgrano y San Martín, aquellas que compartieron “de silla a silla”.

Coincidencias a las que podemos agregar las ideas-fuerza de Libertad, Independencia y República, a las que adherían plenamente, junto con un estricto sentido de la disciplina y el orden, identificación con el trabajo y el esfuerzo, una absoluta claridad de metas y objetivos, la subordinación de sus intereses personales a la misión suprema que consagraron su existencia; un estricto código de honor, rectitud, honestidad y transparencia que guiaba sus actos de gobierno y por sobre todas las cosas una coherencia, credibilidad y persistencia entre sus pensamientos, palabras y acciones que los distinguieron por sobre los hombres de su tiempo.

Virtudes que estos líderes nos legaron y que debemos retomar en nuestra vida diaria y transmitir, en especial a los jóvenes, para que el esfuerzo que ellos, los Padres Fundadores, realizaron,  finalmente no haya sido en vano.

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