El deseo de ayudar es también un deseo de muerte

El deseo de ayudar es también un deseo de muerte

Hay que someterse, pero siempre a alguien más perdido que uno.

Eso es demasiado fácil, reflexiona la cebra mientras recorre la pradera con su mirada; nadie confía en su saber porque no es tradición entre las cebras ser sabias, ellas sólo están para mantener, con su bicromía, la belleza de los demás colores en la naturaleza.

Eso es demasiado fácil, repite, porque estamos permanentemente rodeados no solo de seres más estúpidos que uno mismo, sino de seres más dispuestos a lo que venga y mucho más perdidos; de fanáticos que solo ejercen para sí mismos sin importar el ídolo, así como en una religión digna no importa la forma del ritual, importa el ritual.

¿Por qué la debilidad de los fanáticos se ha convertido en un hecho cultural, mientras que el hecho mucho más espantoso de la estupidez cotidiana no altera a nadie?

¿Cómo conjurar la perdición sino con una perdición superior?

La cebra tiene dos amigas, una por color; la primera es muy viva, la segunda es muy tarada. La tarada es capaz de modificar su punto de vista del mundo en un 100% en el lapso de minutos y/o segundos; la viva jamás podría hacerlo, la viva depende de su coherencia, de la construcción paciente de una personalidad que deberá mantener a riesgo de transformarse en esclava de sí misma. La tarada, en cambio, es impune, danza por las praderas, cambia, se metamorfosea como un camaleón.

Ella lo llama reinventarse (como si fuera posible inventar algo que ya existe): cambiar el color del pelo, modificar atuendos, aprender algunas palabras que empieza a repetir (spoiler, procastinar, selfie), también es capaz de modificar sus ideas y aunque en teoría esto suene bien, en la práctica lingüística y social es un infierno para los demás; súbitamente defiende a los animales, lucha por su dignidad, se muestra indiferente ante el sufrimiento de las personas pero colapsa su corazoncito frente al gato flaco y callejero.

Postea muchas fotos de perros destrozados, con los órganos afuera, los huesos astillados, el rostro explotado desde afuera hacia adentro, postea fotos del oso Arturo sufriendo los fuegos artificiales de la vendimia.

Entonces la cebra, a quien discriminan porque no es poeta, tiene que decidir, porque no se puede tener dos amigas tan antagónicas, porque se acercan las celebraciones de las cebras y ella tiene que elegir con cual amiga se queda.

Será por un licuado de palta y ananá que la cebra ha tomado en el barrio chino, será por su constitución porosa y bicolor, esa noche la cebra elige a la amiga tarada, porque es más fácil de llevar, porque la mentira no está en las palabras, está en las cosas.

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