Los millennials son fans de “Los Simpson” a un nivel sorprendente: pueden ver el día entero a la familia amarilla desde su compu, una y otra vez. Y parece que ahí nomás quedará el logro de Matt Groening en materia de contenidos.
En 1989, cuando se estrenó el primer capítulo de esta serie animada, arrancó un nuevo tiempo para el dibujo 2D, que estaba en sintonía con su contexto político, económico, social y cultural: el inicio de la globalización, del imperialismo multipolar, de los consumos masivos mediados por la tecnología. Era el momento de hablar del desencanto. Y Groening, con “Los Simpson”, lo hizo como ninguno.
Pero llegando al tercer milenio, ya con las nuevas generaciones atravesadas por ese tipo de consumo y con los efectos de la globalización y los poderes concentrados a pleno, “Los Simpson” comenzó a lavar su acidez y a convertirse en una parodia livianita como reflejo pobre de lo que antes fue pura mordacidad inteligente.
Con “Futurama”, que surgió cercana a este último viraje (1999), Matt Groening dejó en claro que en su cosmovisión del mundo contemporáneo no hay lugar más que para la permitida incorrección política que todo buen estadounidense democrático tiene que ostentar.
Paralelo a ese discurso, ya casi estándar de Matt, llegaron otros que le dieron un impulso nuevo al 2D, tanto al concepto formal como al contenido. Fue por Cartoon Network y no por Fox (la casa-madre de la factoría Simpson) que llegó el cambio. Y vaya la paradoja, porque uno de esos renovadores fue el ruso moscovita Genndy Tartakovsky, que sacó de su bolsillo las maravillas que fueron “El laboratorio de Dexter”, “Las chicas superpoderosas” y “Samurai Jack” (estrenó capítulos para adultos en estos últimos meses). También “Oye, Arnold!” (de Creig Bartlett, Steve Viksten y Joe Ansolabehere) o “Rugrats” (de Paul Germain, Gabor Csupo, Arlene Klasky) cimentaron el nuevo panorama de poéticas animadas.
A casi 20 años de estos sucesos, Groening patea el tablero: se va de Fox –ahora es parte de Disney (la concentración de la industria audiovisual se está volviendo alarmante en tren de pensar en la homogeneización de audiencias)– y estrena: “(Des)encanto”.
La historia de la princesa –a la que él consigna como una trama feminista, pero que solo lo es en superficie– viene a cuento de la afición que los millennials tienen por las épicas medievales. Y seguramente le rendirá bien: el dibujo, con el mismo sello de sus antecesores, es de altísima calidad; el guión es divertido, los personajes son pregnantes... Pero, ya fuera de los ojos de un fan, no trae absolutamente nada nuevo a lo que ya propuso con “Los Simpson” o “Futurama”.
Es un desencanto, sí, para aquellos que esperaban del inmenso Groening un cambio epocal. Ha quedado claro que el hombre está interesado en captar audiencias, y en no mucho más.