En la tanda de penales, Martín Pucheta fue el encargado de patear el segundo disparo del Globo. Ya ganaba Huracán 1-0 porque Minich había concretado y Bonacci se había lucido en la ejecución de Lobarbo. El defensor ex Talleres e Independiente Rivadavia tomó el balón con sus manos, acomodó la pelota, retrocedió tres o cuatro pasos, más no, esperó el silbatazo, caminó nuevamente hacia la redonda y sacó un derechazo fulminante. Fue un misil. Inatajable. Es más, rompió la red y la pelota dio contra el alambrado.
l estadio se puso de pie, creyendo que lo había desviado. Sin embargo, ese verdadero sablazo se clavaba en el corazón del arco. Ese zapatazo fue el fiel reflejo de cómo jugó Huracán este encuentro en rodeo ajeno. Fue una verdadera final y la jugó como tal. Con dientes apretados y el corazón en la mano. Sin dudas, la estética quedó de lado.
Era un partido para hombres. Atrás quedó esa inesperada (para muchos, otros no tanto) salida de Aldo Bolado de la dirección técnica y la derrota con Gutiérrez del último fin de semana. Había sed de revancha. Y lo demostró en cada pelota dividida. Porque metió, presionó y provocó un error en la defensa local y Guerra reventó el arco de Fontemacchi. Pero, falló Bonacci y la “Joya” Jofré dibujó una chilena magistral para igualar la historia. El dueño de casa tuvo mayor vocación ofensiva, pero el coraje del jugador del Globo no fue vulnerable. Por ello, tuvo su premio desde los doce pasos. Que pase el que sigue...