El partido se vivió con locura, como pocas veces en este Mundial. El Estadio Castelao fue un rugido constante, con esascasi 50 mil almas enmudeciendo a los pocos colombianos y algún que otro extranjero amante del fútbol que decidió presenciar el duelo.
Un rugido constante, de gritos y silbidos, sumado a algún tema rítmico con palmas, que resultó verdaderamente ensordecedor, superó los límites tolerables del oído, sin que la bulla se detuviera un segundo.
Los goles fueron celebrados con la furia de quien se desahoga. Brasil despertó y quiere que el viaje finalice el 13 de julio.