En 1954, Elvis Presley era un chico común y corriente de Memphis (Estados Unidos). Su ambición era ahorrar unos dólares para pagarse una grabación amateur (de acetato barato) para regalársela a su madre. Aunque muchos sostienen que era solo un pretexto, porque aquel día que se acercó al estudio Sun Records por primera vez, su verdadero objetivo en realidad era llamar la atención del dueño, Sam Phillips.
Sin embargo, no es a él a quien le debemos el fichaje de quien sería el rey del rock and roll: se lo debemos a la recepcionista que estaba ese día, quien cayó cautivada por la voz sensual y varonil del joven y le dejó a su jefe una copia del acetato, con una notita que decía "Buen cantante de baladas. Contratar".
Phillips tomó la sugerencia, pero también tenía otras secretas intenciones. "Tengo que conseguir un hombre blanco que cante con el sentimiento y el carisma de los negros. Así me haré rico", se habrá dicho muchas veces entre sesión y sesión de ese estudio, hoy convertido en atracción turística y especie de museo.
Phillips lo citó para "probarlo" y fue en principio algo bastante fallido, puesto que Elvis se moría de nervios y cantó de una forma bastante conservadora y tradicional. La prometedora estrella parecía ser un acartonado. Cuando vio que la cosa no estaba funcionando, decidió relajarse cantando una canción que conocía desde niño, sacándole tensiones a los músculos, moviéndose libremente y hasta haciéndose el payaso. Su libertad fue lo que Phillips estaba buscando; y esa canción, "That's All Right", sería su primer mantra, un pasaporte al éxito.
Lo que siguió muchos lo saben: cuando estrenó esa canción, la gente enloqueció. ¿Quién era este Elvis? Pidieron que se pasara esa canción hasta quince veces de forma ininterrumpida. Y es más, esa misma noche tuvo que ser citado al estudio para que le hicieran una entrevista. El rey nacía y se hacía grande en cuestión de horas. Pocos años después, no habría persona en occidente que no conociera su nombre y su mito.
Un año después, un tal Richard Penniman audicionó frente a Robert Blackwell, de la discográfica negra Specialty Records. Tenía solamente 22 años y quería un trampolín que lo pudiera dar a conocer en todo el país. Pero la cosa no estaba funcionando: al igual que Elvis, se presentó cantando de la forma más segura y "profesional" que podía. Blackwell giraba la cabeza, en señal de desaprobación, por lo que decidieron ir a un bar cercano para distenderse un poco.
Después de unas copas, Penniman se sentó en el piano del lugar y desató un rabioso e incomprensible grito: "¡¡A-wop-bom-a-loo-mop-a-lomp-bom-bom!!", a lo que siguió una canción desparramada, bailable y descarada, de esas que entretenían a los lúmpenes de los antros donde lo contrataban.
Así Richard Penniman se mostró tal cual era: el muchacho débil y afeminado que huyó de su familia religiosa a los 14 años, que había trabajado en ferias, cabarets, que había hecho desde vodeviles hasta números drag y que había perfeccionado su piano con los secretos del rhythm & blues, que siempre había querido aprender pero que su familia se lo prohibía por considerarlo pecaminoso por sus temas, que versaban drogas, alcohol, mujeres y cuanto vicio trasnochado hubiera. Un outsider.
Con ese grito inicial de "Tutti frutti", que pasó a la historia como un alarido de guerra del rock and roll a la sociedad pacata (y blanca), nacía también Little Richard, quien murió el pasado sábado a los 87 años, víctima de un cáncer. "Tutti Frutti, buen botín / Si no entra, no lo fuerces / Podés engrasarlo, así es más fácil", decía la letra de abierta referencia sexual, que tuvo que ser cambiada para poder ser difundida minutos después de esa revelación en el bar.
"No hay Jimi, no hay Beatles, no hay Bowie, no hay Bolan, no hay glam, no hay Freddie, no hay Prince, no hay Elton, no hay Preston, no hay Sly, no hay Stevie, sin Little Richard", tuiteó con total efectividad el guitarrista de Living Colour, Vernon Reid. Stephen King, Jimmy Page, Spike Lee, Jon Bon Jovi y hasta Ringo Starr le dejaron un saludo en la misma red: "Dios bendiga a Little Richard. Uno de mis héroes musicales de todos los tiempos".
Hasta el propio Little Richard se adjudicaba la paternidad de algo que, por su propia evolución y por la divergencia de opiniones entre los especialistas, parece no tener padre. "Soy el innovador, Soy el emancipador. Soy el creador. Soy el arquitecto del rock and roll", solía decir.
Un punto ciego
Ya mucho antes de que Little Richard o Elvis se hicieran famosos, andaba por ahí el término "rock and roll". Esta palabra era usada popularmente en el ámbito marítimo, donde era designado para referirse a la forma de tripular un barco: rock hacia adelante y hacia atrás y roll hacia los lados.
Pero fue hasta 1916 que se grabó por primera vez la palabra rock and roll en "The Camp Little Meeting Jubulee, Little Wonder". En 1934, las Hermanas Boswell presentaron su canción Rock and Roll y apareció en la película "Transatlantic Merry Go Round". Dos años más tarde, una periodista de la Revista Billboard empezó a describir como rock and roll a la música de Sister Rosetta Tharpe, como la canción "Rock Me".
Por esos años, la expresión, que hasta entonces flotaba en el aire, fue apropiada por el rythm and blues (un "blues tocado con ritmo"), aunque es imposible determinar en qué momento el género mutó hacia otra cosa. De hecho, para los mismos protagonistas de ese alumbramiento no existía tal diferencia: "Lo que llaman rock and roll es en realidad rhythm & blues y llevo quince años interpretándolo en New Orleans", dijo alguna vez Fats Domino, otro de los músicos negros que disputan la paternidad. El propio Little Richard, aseguraba muy sucintamente que "el rock and roll es rhythm & blues pero tocado más deprisa".
Lo cierto es que ese punto de partida es un amasijo de cruces y mixturas entre músicas negras y blancas, en un país profundamente racista y religioso, que le pedía a sus cantantes (que quisieran tener cierta difusión en los medios) un aura de compostura, prestigio y seriedad. Ese fue el paso en falso que tanto Elvis como Little Richard estuvieron a punto de dar en sus primeras pruebas en el estudio, como relatamos al principio de esta nota.
Pero en ese amanecer del rock hubo muchos músicos negros y muchos músicos blancos. La base musical es negra, pero ahí también están las músicas blancas como el country. En las emisoras sureñas, de hecho, adictas al country, Elvis sonaba demasiado negro, y en las emisoras negras, sonaba demasiado "country". Una prueba de que el rock and roll venía a suprimir estereotipos.
Por eso a muchos les gusta pensar que el ascenso del rock también es el camino hacia una unificación del gusto popular estadounidense. ¿Quién no imagina a Elvis, provocador, volviendo locas a las hijas de las familias blancas? ¿Quién no recuerda a blancos y negros bailando "Tutti frutti"? ¿Y la ira de los padres, ante esa ola de libertad sexual que no saben controlar?
La canción que dejó registrada Elvis ese día de 1954 es hoy considerada por la revista Rolling Stone la primera canción de rock and roll grabado, aunque originalmente databa de 1946 y era un rythm and blues de Arthur Crudrup, un cantautor negro.
Muchos ancestros
Antes de la eclosión, fueron muchos los músicos que vivieron la lenta transfiguración: desde el gran guitarrista Chuck Berry (primera influencia de Elvis y padre del rock para John Lennon) hasta todas esas bandas que hacían bailar a las juventudes negras con nombres de pájaros, como The Yardbirds, The Cardinals, The Crows y The Orioles. En el medio, Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran, Fats Domino, Buddy Holly y Bill Haley, entre tantos otros.
Pero sí hay un punto más o menos definido: el rock and roll como marca se lo debemos al locutor Alan Freed, que empezó a utilizarla para describir a ese género híbrido y movedizo que desafiaba al propio racismo. De hecho él, que llegó a obtener después de muerto una estrella en el Paseo de la Fama, emitía en su programa solo música negra.
¿Y qué hay de la paternidad de Little Richard? Quizás no sea el fundador ni el arquitecto del rock, pero sí fue la vanguardia de la vanguardia: imaginemos un negro bisexual de orígenes paupérrimos que, cual viento huracanado, hacía las canciones más bailables y agresivas que cualquiera haya publicado un disco hasta entonces. Él fue el dios de la energía, de las canciones desbocadas y de la tensión con los estereotipos. Una libertad sin fronteras: si Elvis era la virilidad más firme, Little Richard jugaba en los bordes con purpurinas y peinados procaces. Él es el padre de Prince y de David Bowie, por nombrar dos íconos. Con esos hijos, ya de por sí merece estar en cualquier libro de historia.