Hace algunos años, tal como afirma el periódico The Hufftington Post, genetistas descubrieron una variante, una alteración, de un gen llamado DRD4 (que está relacionada con la adopción de riesgos) íntimamente ligada a este tipo de comportamientos en el aspecto sexual, promiscuidad e infidelidad a la cabeza.
Siguiendo esta línea, el autor del libro “Genética, cómo puede cambiar nuestras vidas”, Jorge Dotto anuncia que recientemente en Finlandia se estudió el comportamiento sexual de 7400 gemelos y mellizos, descubriendo que las mujeres en pareja con mayor tendencia a infidelidad poseían una variante del gen AVPR1A.
Este gen es asociado a la hormona vasopresina, responsable de la regulación de líquidos y expulsión de orina en el organismo. Los científicos afirmaron que a quienes poseían esta alteración genética se les puede adjudicar un 40 por ciento de su comportamiento sexualmente arriesgado a la presencia de la misma.
Aunque esto no sea una excusa sino una explicación, no faltaran casos en que para justificar ciertos errores se diga que es culpa de la genética; a esto cabe lanzar una pregunta al aire, ¿nuestro comportamiento animal es motivo de la genética o del propio albedrío?
