Descontrolado

El Tomba falló cuando no debía hacerlo. No supo jugar el clásico y terminó desbordado desde lo emocional, desdibujado y con expulsados. Ahora va por el segundo premio: el pasaje a la Copa ante Estudiantes, el sábado en Córdoba.

Descontrolado

Nervios. Desesperación. Condimentos extras. Todo eso fue un cóctel que el Tomba no pudo digerir nunca en San Juan. Y más cuando debía tener la mente fría y el corazón más caliente que nunca para disputar una final. Porque el clásico tenía ese significado. Para todos era "el encuentro".

No quedaron dudas de que el conjunto del Gallego Méndez no supo cómo jugarlo, de principio a fin. Desde la cabeza y en el plano futbolístico. Siempre se vio un equipo con la tensión alta, por momentos demasiado “sacado”.

Algo que no le sienta bien a este Expreso, que pierde el foco cuando entra en lo que no le conviene. El cierre fue la postal exacta, con Ayoví pegando una patada incomprensible y jugadores a los manotazos con los contrarios. No era lo que merecían estos muchachos después de una campaña tremenda.

¿Y el fútbol? Lejos estuvo Godoy Cruz de mostrar su mejor versión. Es verdad que en gran parte del partido le alcanzaba con un gol para instalarse en la cita de Córdoba -ya todos sabían que San Lorenzo empataba su partido-, pero esa poca diferencia en el resultado contrastaba con lo cuesta arriba que estaba en el desarrollo del encuentro. San Martín lo ganó en cada cruce, en cada pelota dividida y con la cabeza.

Esta vez las individualidades que aparecieron durante el campeonato cuando el equipo flaqueaba, no resaltaron y el elenco lo sintió demasiado. La luces se apagaron y Zuqui, Silva y Pol Fernández carecieron del fútbol de otras tardes. Encima el Morro García vio la roja cuando quedaba resto para encontrar la igualdad. Justo él, uno de los de más rodaje y quien podía encender la ilusión con algún toque goleador de jerarquía en el área.

Nadie podrá reprocharle algo a estos futbolistas. Aún con carencias fue con el alma y convirtió a Luis Ardente en figura. Hasta el final lo buscó, entregando todo y sin guardarse nada.  Fue tal vez el mazazo más duro de los últimos tiempos. Por la chance perdida, porque el rival menos deseado lo dejó con las manos vacías. Porque acarició el pasaporte para verle la cara a Lanús, frente a a frente. Porque descarriló cuando no debía.

Ahora el Tomba debe barajar y dar de nuevo. Ahora empieza otra historia. Tiene que escribir un capítulo diferente, golpeado y con bajas (Ayoví y García) que resienten la estructura del equipo. Ahora debe ir por el otro premio, un lugar en la Copa Libertadores.

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