Reiteradamente nos hemos ocupado en esta columna del grave problema creado por el desenfrenado aumento del gasto público, del déficit fiscal y la presión tributaria. Lamentablemente, mes a mes la situación se agrava, principalmente en el gobierno nacional, pero también en provincias y municipios. Mendoza no es precisamente una excepción de esta verdadera enfermedad de los gobiernos.
El populismo económico kirchnerista, en pleno proceso electoral, carece de la más elemental prudencia en el manejo de los fondos públicos. El objetivo es retener el poder y los recursos públicos, el medio más eficiente para conseguir tal propósito.
Las consecuencias de esta irresponsabilidad es posible que recaigan sobre el próximo gobierno, que pueden ser los mismos que están ahora. Pero en realidad van a recaer sobre aquel sector de la sociedad que todavía se empeña en trabajar y producir, si sobrevive al pesado yugo impositivo que pesa sobre sus espaldas.
Algunos números impactan por el orden de magnitud que reflejan. En los cuatro primeros meses del año, el gasto público aumentó 46% mientras los ingresos lo han hecho al 27%. La consecuencia es una verdadera explosión del déficit. Sabemos que ciertas cifras resultan de difícil lectura pero hay que consignarlas.
En el primer cuatrimestre, el gasto alcanza 373.000 mil millones de pesos y el déficit 56.000 mil millones -equivale al presupuesto de la provincia de Mendoza-. Lo impactante es que ese déficit es nueve veces más grande que el registrado en igual período del año pasado.
Fuentes especializadas proyectan un rojo total para fin de año de aproximadamente 320.000 millones, lo que equivale a 5,7% del PBI; en la crisis del fin de la Convertibilidad esa relación era 3,5%. Saque cada uno las conclusiones de cómo pueden terminar las cosas. O mejor dicho, de la magnitud del esfuerzo que la sociedad y el gobierno deberán hacer para no repetir aquella historia.
Cabe preguntarse dónde están los agujeros negros por los que sale tanto dinero. Sin duda hay al menos dos que sangran al país, los subsidios a la energía y al transporte, en cuatro meses alcanzan 60.000 millones, antológicamente el mayor incremento, 140%, lo registra Aerolíneas Argentinas. Un buen ejemplo de la eficiencia administrativa de los jóvenes de La Cámpora y de por qué el ministro de Transporte es precandidato a la Presidencia de la Nación.
El segundo agujero es el desmesurado incremento del empleo público, a diario el Boletín Oficial publica decretos y resoluciones que crean cientos y miles de nuevos cargos; este fenómeno se repite en provincias y municipios. La discusión del “pase a planta”, que se da aquí en Mendoza es un buen ejemplo. Pero además el empleo público que décadas atrás tenía niveles de sueldo bastante inferiores al sector privado, hoy lo supera ampliamente. El empleo público se ha convertido en la “ocupación” más atractiva para los jóvenes, o no tanto, que tengan los “contactos” para acceder a ellos.
Para financiar este descontrol, el Gobierno ha recurrido a vaciar todas las “cajas” posibles, la Anses, el BCRA y básicamente a la emisión de dinero, bajo los más retorcidos ardides. Hemos mostrado en esta columna la delicada situación patrimonial del Banco Central por la maniobras para financiar el Tesoro. Pero siendo ya insuficientes esos procedimientos el Ministerio de Economía, olvidando la “bandera del desendeudamiento”, ha comenzado a recorrer el camino inverso. Parece haber iniciado un nuevo festival de emisión de bonos en pesos y dólares.
En los primeros está pagando tasas de interés de 27% y en los segundos del orden del 9%, ambos bonos son comprados por bancos e inversores institucionales locales, o algunos que parecen de afuera pero no lo son tanto. Otra vez la “patria financiera” de fiesta. Curiosamente, ahora bajo el gobierno más “nacional y popular” conocido, según sus propias afirmaciones.
En plena campaña electoral estos temas no aparecen como cuestiones centrales del debate político, o aparecen marginalmente. El déficit es el gran problema a resolver y no parece haber más alternativa que recortar drásticamente el gasto, no hay absolutamente margen para aumentar impuestos, por el contrario hay que reducirlos. Estamos transitando al borde del precipicio, el conductor no ha mostrado mucha pericia y los pasajeros están distraídos.