El 15 de setiembre de 1981 defendí en la Universidad Nacional de Cuyo mi tesis doctoral sobre Bioy Casares. El mismo día, recibí un telegrama de Bioy: "Espero que mi cumpleaños le traiga suerte". Mi libro era el primero de envergadura que se escribía sobre el autor.
Han pasado más de treinta años desde entonces. Su obra es traducida y estudiada en diversos idiomas y se ha convertido en clásico del parnaso argentino. Hay sin embargo una publicación que permanece relativamente al margen. A ella me dedico hoy, para recordarlo en su centenario.
Pocos libros han producido tal escándalo entre escritores, intelectuales y el mundillo literario argentino como “Descanso de caminantes”; “Diarios íntimos”, de Adolfo Bioy Casares. La heterodoxia de sus opiniones y la revelación de intimidades, no sólo propias sino ajenas, han generado airadas protestas, improperios post mortem y hasta alguna nota bibliográfica en la que se duda de las facultades mentales del autor al momento de redactar esas páginas.
Desde un escueto prólogo, Bioy confiesa que ha postergado durante años la edición del “libro de brevedades” en el que fue registrando su vida -a lo largo de cincuenta años, a partir de 1947- porque su publicación, en vida, hubiera excedido "el límite de vanidad soportable”. Escribía Groucho Marx en su autobiografía que, para evitar una sarta de mentiras, una autobiografía honesta y confiable tendría que publicarse póstumamente”.
Añadía que, si se conocieran los pensamientos íntimos de los hombres públicos norteamericanos, la cárcel estaría llena de ellos. No la cárcel, por haber muerto el ‘reo’, pero sí el escándalo fue el resultado de la publicación de estos diarios íntimos de Adolfo Bioy Casares.
Lo cierto es que el amable Bioy, educado, gentil e incapaz de dar una nota discordante, no deja títere con cabeza en este nutrido volumen, que reúne dísticos, cuentos, argumentos, poemitas, sueños, reflexiones, epigramas y la más variada miscelánea.
Sus contemporáneos escritores, los literatos consagrados por el canon, sus amigos, sus familiares más próximos, son objeto de una desenfadada vivisección. Bioy tiene una lucidez implacable para advertir las aristas risibles de los hombres, sus pequeñeces y mezquindades. En algunos casos su humorismo lo lleva a sonreír piadosamente. En otros, cuando no existe estima por el personaje, puede pintarlo con los trazos más cruelmente ridículos y, por qué no, con decidido mal humor.
Aunque en la sociedad "todo el mundo" sea "partidario de la censura", Bioy arremete contra los políticos, la policía, el ejército, los diplomáticos, la iglesia, los críticos y profesores, desde Rojas hasta Barthes, el canon adoptado por "el rebaño lector": “Lista de inamovibles, inexplicables. // Quiroga, Arlt, Lovecraft, Lautréamont, Boris Vian. // En otra categoría: Poe (pace, Borges), Baudelaire, Faulkner, Joyce.
Hay una diferencia: los de la primera lista son mamarrachos. Faulkner, Poe, son escritores y Joyce un gran escritor. De Baudelaire, no hablemos”. Más adelante se despacha a gusto sobre Cortázar, Di Benedetto -a quienes valora y respeta-, Mallea, Murena, Larreta, Marechal, Girri, Sábato, Molinari. Parece algo -sólo algo- más cauto cuando se refiere a clásicos como Homero.
Que sus opiniones heterodoxas, además de estar arraigadas en la convicción de que "la inteligencia no está afiliada a ningún partido" y "no es dogmática", obedecen también a juicios arbitrarios, lo corrobora un párrafo zumbón sobre la fama de Pessoa, poeta al que confiesa después no haber leído, con una frase que podría haber suscripto Macedonio Fernández: "No descalificar a nadie por el hecho de ser, o haber sido, un Pessoa; tal vez, ni al mismo Pessoa (digo 'tal vez', porque todavía no lo leí)".
Sus afiladas opiniones heterodoxas muerden también el canon del cine -“la tonta de Greta Garbo”- y de las artes plásticas: “El progreso no incumbe al arte. Comparado con Tiziano, Picasso resulta un desagradable caricaturista, y comparado con Fidias o con Miguel Ángel, Moore es en el mejor de los casos un tedioso chambón”. Así como manifiesta desembozadamente su desaprobación hacia tal o cual escritor, recuerda con placer y afecto a Johnson, Boswell, Hume, Byron, Montaigne, Toulet, Eça de Queiroz, Italo Svevo, autores a quienes recurrentemente ha aludido en narraciones, ensayos o entrevistas a lo largo de su vida.
Los sueños y sueños en la vigilia, narrados con pulcra minuciosidad, son verdaderos cuentos, más o menos breves, pulidos en el estilo despojado de los cuentos o “brevedades” -solía llamarlos de este modo- publicados en sus otros libros, ya sean colecciones de cuentos o misceláneos -v.gr. Guirnalda con Amores. Otro tanto ocurre con la narración de episodios cotidianos.
Notable interés ofrecen las numerosas páginas que revelan los secretos de su taller de escritor, sus conceptos teóricos acerca de la literatura, el modo de componer sus narraciones. Así: “Los biógrafos de escritores, cuando carecen de documentos o informaciones, recurren a novelas supuestamente autobiográficas del autor y citan párrafos. Esto último es un error. El lector sabe que el autor se llama James Joyce, no Stephen Dedalus, y que en ese párrafo, como en toda ficción, habría parte de realidad y parte de invención”, conceptos sobre lo fantástico, una definición de novela, referencias a la verosimilitud de sus narraciones que no mantienen las versiones cinematográficas o televisivas, por qué escribe sobre gente modesta. Pueden encontrarse aclaraciones valiosas sobre el proceso de creación de sus obras.
"Descanso de caminantes", con su estructura y tono amenos, su prosa fluida, deleita al lector sin segundas intenciones. Permite una suerte de voyerismo al curioso, ávido de conocer los entretelones del ambiente literario argentino de la época y los pormenores de la vida privada de Bioy o sus allegados. Indigna a los más ortodoxos en materia literaria o a quienes afectan los desenfadados juicios y confidencias.
Al estudioso le depara un inapreciable repertorio de datos acerca de Bioy Casares, su obra, su visión del mundo, su estética, sus fuentes. De particular importancia se revelan los núcleos narrativos, —sean transcripciones de sueños o episodios cotidianos, sean argumentos de relatos o verdaderos cuentos breves— que conforman un corpus digno de análisis y estudio sistemático.
Libro polifacético, capaz de ofrecer tantas superficies virtuales como abordajes se efectúen de su texto, “Descanso de caminantes” es de lectura imprescindible para quien se proponga indagar a fondo la producción literaria de Adolfo Bioy Casares.
* Doctora en Filosofía y Letras es también investigadora principal del Conicet, docente y directora de proyectos de investigación en la Universidad del Salvador y autora de centenares de artículos científicos. Entre sus libros se incluye "La concepción del cuento en Adolfo Bioy Casares" (1986).