Descalificación de cualquier argentino que no piensa igual

El gran impacto político, mediático y cultural que tuvo el debate que la Presidenta de la Nación construyó con el actor Ricardo Darín, nos habla de una Argentina donde el poder no permite ni el más mínimo cuestionamiento sin intimidar con toda la fuerza d

Descalificación de cualquier argentino que  no piensa igual

El gobierno nacional avanza sin pausas en el terreno de la descalificación de quienes todavía se atreven a plantear disensos. Lo peor radica en que los destinatarios de la ira oficialista ya no son sólo los integrantes de la dirigencia política, por lo general protegidos por fueros que les permiten expresar sus ideas sin quedar expuestos a revanchismos. Ahora el castigo se hace extensivo a cualquier persona que se atreva a expresar públicamente algún tipo de diferencia con los designios del poder.

La prensa independiente ha sido la primera destinataria de las limitaciones y a diario se puede comprobar que cualquier persona con exposición pública trascendente puede caer en desgracia por el simple hecho de expresar lo que  piensa o siente.

Es el caso de la polémica entrevista que una revista de circulación nacional efectuó recientemente al actor Ricardo Darín, en el que éste desató la ira presidencial por el solo hecho de haber sugerido alguna explicación oficial sobre el patrimonio de la presidenta de la Nación y su familia.

No sólo Cristina Fernández de Kirchner salió al cruce de lo dicho por el popular personaje del espectáculo; también lo hicieron varios representantes del oficialismo, obsecuentes con toda decisión o actitud que emane de lo más alto del poder. Incluso, muchos medios periodísticos contribuyeron a la embestida oficial contra el actor con su incesante repiqueteo sobre una frase que para nada debería escandalizar sino, por el contrario, generar una espontánea respuesta esclarecedora.

Sin embargo, de lo que no se habló es del contenido general de la referida entrevista, en la que Ricardo Darín no se limita a opinar sobre el patrimonio de la familia presidencial, sino que aborda aspectos de la conducta actual de los argentinos que para nada contribuyen a un clima de sana convivencia.

La posibilidad de expresarse con libertad de pensamiento, la exacerbación de un nacionalismo conceptualmente erróneo, más conducente al fanatismo que al rescate de valores tradicionales de nuestra sociedad, y la calificación como enemigo de todo aquél que política o ideológicamente piense distinto o ponga reparos con lo que se determina desde el poder, son temáticas que muy bien tuvo en cuenta la nota periodística en cuestión y que, en definitiva, expresa lo que mucha gente critica en nuestro país y el actual gobierno es responsable en gran medida de ello.

Así como el periodismo debe contar e interpretar lo que ve y escucha para contribuir a la formación de la opinión pública, el artista en general expresa una manera peculiar de representar las vivencias y el día a día de la comunidad a la que pertenece y de la cual se nutre para escenificar esa realidad.

En otras sociedades democráticamente más sólidas que la nuestra, los artistas muchas veces han contribuido en la orientación de la ciudadanía a través de sus representaciones, incluso tomando partido por alguna propuesta en vísperas de una elección sin que a ningún gobernante se le haya ocurrido descalificarlos por el solo hecho se expresar sus ideas.

Antes de que sea demasiado tarde, los argentinos deben tomar nota de estas actitudes que, surgidas desde el máximo poder de la Nación, lentamente van cerrando los caminos de las libertades.

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